Niños a ¡leer! "Sueños, ruido y rock & roll"
¿Se nace con un talento singular por designio divino? ¿Es que la lotería de la vida nos otorga un encanto único al combinarse el material genético de nuestros padres? ¿Será que eso llamado vocación es resultado de las circunstancias en las que transcurrieron nuestros primeros años de vida? Puede que todas las posibilidades citadas sean correctas o quizá ninguna lo sea.
Pienso en Bruno Rayado, por ejemplo, a quien sus padres vieron muchas tardes bailar al ritmo de su música favorita, sin darle mayor importancia al asunto. En cambio la tía Gloria no dudó en ver un talento especial en su sobrino y un buen día, sin que fuese su cumpleaños ni nada, le mandó de regalo un instrumento musical de viento, de ésos con botones para producir diferentes sonidos y crear melodías —o eso pensaba Bruno que hacía al soplar con todas sus fuerzas—, porque sus padres y los padres de sus amigos opinaban otra cosa: ¡Por piedad, paren ese ruido! ¡Un niño con una trompeta es peor que diez niños ruidosos! A la pregunta de si la tía Gloria tuvo o no razón con respecto al talento de su sobrino, Un regalo para Bruno, de Katja von Mensing (FCE), responde —y no— el interrogante. Lo que sí es seguro es que este libro lo que tiene de rayado lo tiene de divertido.
Cuando medito sobre eso que llamamos talento y después observo a mis amigos que considero talentosos o leo las biografías de personajes reconocidos, confirmo una y otra vez la presencia de un elemento clave en la historia personal de la mayoría: haber contado con el voto de confianza de alguien; un ser querido, un tutor, un experto, quizá un extraño, pero alguien que creyó sin titubeos en su potencial para crear algo significativo, aun en circunstancias adversas. Días de rock de garaje, de Jairo Buitrago (SM), nos habla de este asunto en primera persona y con la voz fresca y aguerrida de Juliana, quien a sus once años tiene claro cuáles son sus afectos y los defiende a todo volumen aunque no sean afectos comunes entre las demás chicas de su edad. Las cosas en su casa tampoco son muy sencillas: su padre se marchó para no volver, su madre trabaja el día entero, pero el dinero no les alcanza y su hermano… él la ve tal cual es. Ahí está la magia. Este libro construye a lo largo del relato una de las mejores definiciones de la palabra hermano que he leído. Así pues, bien acompañada en las buenas y en las muchas malas, Juliana descubre que alguien puede hacer una canción con su propio nombre, que ella misma puede producir música y, mejor aún, que hay otros en el mundo que se parecen a ella y aprecian el ímpetu que pone al rasgar las cuerdas de su guitarra vieja para hacerla sonar como un bajo. La historia te atrapa como esas buenas canciones que dan ganas de volver a escuchar. Además responde muchos interrogantes sobre los orígenes del rock 'n' roll y su deuda innegable con el blues y el jazz. Una chulada.
Bien, ahora la pregunta del millón: ¿bastará con tener talento y contar con apoyo moral para poder hacer vida de tu vocación? En algunos casos puede que sí. Pero acorde a lo que ha puesto en palabras uno de los mejores guitarristas de la Historia, al talento hay que sumarle paciencia y dedicación. Gus y yo, de Keith Richards (Malpaso Ediciones), publicado por primera vez en 2014 y escrito por el mismísimo Keith Richards, guitarrista de los Rolling Stones y abuelo de cinco nietos, es un tributo que Richards hace a su abuelo Gus. En el libro relata la sucesión de eventos afortunados de su infancia y adolescencia que lo llevaron a convertirse en el músico excepcional que es. Si bien todos en la familia de Richards llevaban una vida musical —su abuelo tocaba el violín, el saxo y la guitarra; su abuela tocaba el piano; su madre siempre tenía la radio puesta; su tía cantaba canciones de los Everly Brothers—, lo que Gus le enseñó a Richards fue primero a concebir un sueño, después a ser paciente hasta que llegara el momento propicio para echar a andar su consumación. Muchos adultos se contentan con repetirle a sus hijos o nietos la frase “Cuando seas más grande podrás hacerlo”, en cambio Gus tuvo una manera muy original de convencer a Richards de esperar. Así también reconoció el momento propicio para enunciar frente a su nieto las palabras mágicas que habrían de encaminarlo a convertirse en el personaje que hoy conocemos. (El libro incluye un CD.)
Por Karen Chacek
MasCultura 05-jul-16