
“Orbital” de Samantha Harvey una novela suspendida entre la rutina humana y el infinito cósmico

A cuatrocientos kilómetros sobre la Tierra, donde no existe arriba ni abajo, el tiempo se dilata y los cuerpos flotan, Samantha Harvey sitúa su nueva novela, Orbital, ganadora del Premio Booker 2024. Con una prosa hipnótica y precisa, la autora británica convierte una misión rutinaria en la Estación Espacial Internacional en una profunda reflexión sobre la existencia, el cuerpo, el trabajo y la extrañeza de estar vivos.
Seis astronautas —Pietro, Chie, Shaun, Nell, Roman y Anton— conviven durante seis meses en un espacio confinado que orbita la Tierra unas dieciséis veces al día. Sus tareas son técnicas, repetitivas, esenciales: monitorear microbios, observar raíces de plantas, cuidar ratones, mantener el generador de oxígeno. Pero en medio de esa coreografía milimétrica de ciencia y mantenimiento, algo más sucede. A través de la observación del cuerpo, del paso del tiempo, de la contemplación silenciosa del planeta desde la ventana, surge una transformación. Una que no solo ocurre en el espacio, sino también en la conciencia.
En Orbital, Harvey construye una novela que brilla por su sensibilidad y su contención. No hay drama externo, ni peligros latentes: la tensión está en la introspección, en lo que ocurre cuando se desactivan los automatismos de la vida terrestre y los personajes quedan expuestos, en órbita, a sus propias preguntas. ¿Por qué decidieron convertirse en astronautas? ¿Qué buscaban allá arriba? ¿Cómo se redefine la humanidad cuando se observa desde fuera de su hábitat natural?
Cada página de esta novela es un ejercicio de equilibrio entre lo técnico y lo poético. Harvey no solo documenta con exactitud el día a día en la estación, sino que lo convierte en un himno a lo cotidiano: cambiar los filtros del aire, limpiar el inodoro, mirar por la ventana y encontrar en una tormenta vista desde el espacio una forma de belleza inesperada. Lo micro y lo macro se entrelazan con una delicadeza casi meditativa.
Lejos de la épica espacial, la novela apuesta por el recogimiento. Hay una serenidad que atraviesa toda la narración, una especie de suspensión que remite a la propia gravedad cero. La escritura de Harvey —precisa, visual, sutilmente filosófica— convierte la lectura en una experiencia sensorial. Leer esta novela es flotar, observar, pensar. Como si uno también estuviera allá arriba, girando alrededor de un mundo que, visto desde la distancia, se vuelve a la vez más ajeno y más entrañable.
En tiempos donde todo parece girar demasiado rápido, Orbital nos invita a detenernos. A mirar. A habitar el asombro. Es una novela que, sin grandes estridencias, expande los límites de la literatura y nos recuerda algo esencial: que incluso en medio del vacío, seguimos buscando sentido.