Anne-Marie Willis, pensadora del diseño

Anne-Marie Willis, pensadora del diseño

Hace algunos años, en plena pandemia, tuve el privilegio de conocer y comenzar a dialogar con un grupo de personas de diversas partes del mundo: una comunidad que impulsa nuevas formas de educación, capaces de responder a las condiciones del Antropoceno y en las que el diseño puede resultar clave. En este colectivo se encontraba la brillante doctora Anne-Marie Willis.

Anne-Marie nació en Australia; es escritora y editora de diseño; además, imparte Ética e Historia del Diseño en la Universidad de Tasmania, Australia; colabora como profesora visitante en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Adelaide, y anteriormente fue profesora de Teoría del Diseño en la German University, en El Cairo. Junto a Tony Fry, con quien comparte su vida, creó la fundación EcoDiseño, pionera en diseño sustentable en Australia. La doctora Willis ha publicado libros entre los que se incluyen Timber in Context y The Design Philosophy Reader.

Más allá de esta presentación formal, Anne-Marie resulta una digna representante de que el diseño también se ejerce pensando. Ella es el vivo ejemplo de que el pensamiento del diseño consiste no sólo en mera especulación, sino que se trata de una práctica que puede cambiar el mundo.

Usualmente, al profundizar acerca de estos temas, se elige a los “héroes” masculinos como grandes productores de artefactos. A manera de contrapartida y resistencia, una mujer, desde la otra orilla del mundo, nos comparte ideas de diseño y no meros objetos en esta entrevista.

Anne-Marie, cuéntanos un poco acerca de tu trayectoria para comprender el origen de tus ideas.

Comencé enseñando Historia y Teoría del Arte, y poco a poco me fui desilusionando de lo que solía llamarse agencia del arte. Entonces conocí a Tony Fry (quien era profesor en la misma universidad) y, después de varias conversaciones, confluimos en la idea de que el diseño es una fuerza que da forma al mundo mucho más importante de lo que se piensa. El arte occidental resulta una burbuja y, cuando trata de ser radical, generalmente sólo realiza protestas de pose. Con Tony y otros compañeros, creamos una organización sin fines de lucro para desarrollar y poner a prueba lo que hoy se conoce como diseño sustentable. Al principio, esto fue muy limitado (sustitución de materiales, cosecha de agua y energía renovable). Reacondicionamos un viejo edificio de una escuela. Trabajamos con arquitectos en el diseño de las instalaciones para los Juegos Olímpicos de Australia, que al principio fueron llamados juegos verdes, mientras se escribían artículos señalando lo insustentable que era construir instalaciones deportivas masivamente en diferentes ciudades durante cuatro años, por no decir nada de los viajes aéreos que esos megaeventos generaban.

Más tarde, cofundé y edité una revista académica independiente, Design Philosophy Papers, cuyo propósito fue expandir el pensamiento acerca del diseño involucrándonos con otras disciplinas, especialmente filosofía y antropología. En varias ocasiones enseñé en universidades de Australia, Egipto y Hong Kong sin que estuviera buscando desarrollar una carrera académica.

Trabajar en el diseño ontológico ha sido un giro muy importante para mi pensamiento; me ha llevado de la comprensión funcional/instrumental, hacia la idea de que al diseñar cosas y sistemas, a su vez, éstos nos diseñan: configuran nuestras disposiciones, sensibilidades, opiniones, actitudes (todas esas palabras usadas para describir a los sujetos pensantes soberanos). En realidad no operamos ni nos desarrollamos o cambiamos en aislamiento: nos volvemos quienes somos debido al diseño accidental e incidental de lo que nos rodea.

¿Podrías contarnos más acerca de tu concepto de diseño?

Yo entiendo el diseño a través de dos significados. Existe la idea del sentido común que lo ve como una profesión: gráfico, de producto, interior, arquitectónico y demás (Ezio Manzini lo llama el diseño experto). En un sentido más amplio, generalmente no reconocido, pienso en el diseño como la capacidad de planear, prefigurar y hacer: habilidades que todos los humanos poseemos en diversos grados.

El diseño experto suele dominar el discurso, y aquí es donde encontramos al diseño como sustantivo, lo que en inglés involucra muchas cosas: diseño como dibujo, plano o algo que deberá realizarse. También se suele referir al objeto que resulta del proceso del diseño profesional, como cuando alguien mira una silla y dice “qué buen diseño”; usualmente se refiere a sus cualidades estéticas, formales.

El diseño profesional, el diseño experto, es el que suele acaparar la atención, y de esta manera invisibiliza (o al menos deja en la sombra) al diseño cotidiano. Éste se ha llevado a cabo por miles de años, alrededor de todo el mundo; antes era conocido como construcción o artesanía; pero después fue etiquetado como “diseño” (¡la etiqueta del diseñador!) en tiempos de la Revolución Industrial en Europa, cuando la planeación y la prefiguración se separaron del hacer, pues este último se mecanizó de manera gradual hasta, más tarde, ser digitalizado.

En tu opinión, ¿cuál es el papel del diseño en la configuración de la realidad actual?

En términos históricos, el diseño emergió como profesión al servicio del capitalismo. En la Europa de principios del siglo xviii, se le conocía como “artes aplicadas”, y usualmente implicaba la aplicación directa de motivos decorativos en artículos funcionales, como vajillas, platos, entre otros. La mecanización permitió alcanzar un volumen de producción mucho más grande a menor costo, por lo que se tuvieron que crear mercados. El diseño como arte aplicado adoptó la misión de hacer de estos artículos algo atractivo. Así comenzó el consumismo.

Para los siglos xix y xx, surgieron muchos inventos: trenes, automóviles, electricidad, teléfono, fotografía, cinematografía, radio, televisión… Todos ellos eran sistémicos en varios sentidos, y transformaron la vida cotidiana impulsando la globalización. El nuevo orden del mundo, que se nombró como modernidad, estaba dirigido por el capitalismo. Éste se promovía como progreso, aunque sólo una pequeña fracción de la población global disfrutaba de sus beneficios.

Los diseñadores profesionales se sumaron entonces a la narrativa dominante. Un ejemplo notable es el de los diseñadores estadounidenses del streamline, que trabajaron entre las décadas de 1930 y 1950. Para finales del siglo xx, comenzó a resultar evidente que el “progreso” había sido más bien destructivo: extrajo la tierra, destruyó bosques, contaminó el aire y el agua, cambió el clima. Para la década de 1990, se hizo obvio para mí y para algunos pocos colegas (especialmente Tony Fry) que la insostenibilidad se había vuelto la estructura profunda de las formas de vida “deseables” y de la economía global.

¿Cuáles podrían ser las posibilidades para que el diseño amplíe sus alcances? 

El diseño ya tiene alcances muy amplios. ¡Tan sólo hay que mirar alrededor de donde estamos (la casa, el trabajo, la calle) y tratar de encontrar algo que no haya sido diseñado! Todas estas cosas diseñadas contribuyen a una dependencia de energías fósiles y formas de vida de alto consumo. Occidente y la gente occidentalizada se ha vuelto muy dependiente de las cosas diseñadas, desde la comida hasta la ropa, los aparatos electrodomésticos, el mobiliario, los juguetes infantiles, los automóviles y los sistemas que hacen y distribuyen todos estos objetos. Existe la ilusión de que la gente puede vivir sustentablemente a través de productos de su elección (algodón orgánico para la ropa, empaques reciclados o un auto eléctrico) y muchos diseñadores, en su microenfoque hacia productos y marcas, promueven este pensamiento simplista.

Entre las fortalezas del diseño encontramos que es prefigurativo: parte de una idea o una proposición para algo nuevo o una modificación de lo ya existente, que se hará después de una forma específica, ya sea material, digital, impresa… Pero la debilidad del diseño estriba en que está enamorado de las soluciones rápidas; éstas lo llevan a tratar síntomas en vez de encontrar y entender las causas. El diseño necesita rehacerse como una práctica crítica, no enfocada en diseñar cosas materiales, sino procesos para crear un cambio significativo.

¿Qué tipo de transformación necesita esta disciplina para enfrentar los problemas actuales del mundo?

Los gobiernos mundiales y las corporaciones no han logrado llevar a cabo una acción significativa para terminar con las actividades que han dado lugar al calentamiento global. El primer evento internacional que alertó del problema fue el Encuentro por la Tierra en Río hace 32 años. Las cosas se han ido poniendo más complicadas en la actualidad. Las temperaturas y los niveles del mar siguen aumentando, hay incendios, inundaciones, todo con cadenas complejas de impactos en la agricultura, los modos de vida, la salud humana y no humana. Estamos por convertirnos en refugiados ambientales.

Mientras no vivamos todos en el mismo mundo, las consecuencias de la globalización son reales y están generando un serio daño cultural y ecológico. Se requiere un nuevo tipo de economía. La actual se basa en un crecimiento sin fin, que depende de novedades gratuitas que se legitiman como innovación. Éstas capturan la atención y distraen a las personas de la confrontación con los cambios a gran escala que se requieren. Se necesita producir mucho menos de lo que hoy se hace y vende. Muchos productos y actividades de consumo deben ser eliminados. Además, es necesaria una justicia redistributiva, así como una aproximación mucho más crítica hacia la tecnología digital, especialmente en lo que respecta al veloz desarrollo de los sistemas de inteligencia artificial, que pronto nos relevarán de la mismísima necesidad de pensar. +