
La nave invisible: cuando el silencio espacial se llena de voces

Publicada por Océano en marzo de 2025 como parte de la colección Historias Gráficas, La nave invisible es una obra que desafía las formas tradicionales del cómic: aquí no hay ilustraciones, solo voces de colores que flotan sobre páginas blancas. Y sin embargo, el efecto es visual. Imaginativo. Sorprendente. Como si alguien hubiera cruzado una comedia espacial con una pieza de teatro experimental y el resultado fuera pura carcajada orbital.
Los autores —Patrick Wirbeleit, Andrew Matthews y Uwe Heidschötter— prescinden del trazo para construir una narrativa que se sostiene en el ritmo del diálogo y el absurdo de una situación donde nadie puede ver nada, ni el lector, ni los personajes, ni siquiera la propia nave. Lo que queda es una coreografía sonora en la que cada voz tiene su color, su cadencia y su desconcierto.
Personajes que se revelan hablando
No tienen nombre ni rostro, pero no los necesitas. Con cada línea, emergen como figuras perfectamente reconocibles dentro de la parodia galáctica:
El capitán, agobiado por su papel de líder, da órdenes con tono heroico, mientras se estrella contra paredes que no ve y busca botones que ya no están. Su autoridad se evapora entre tropiezos y confusión.
La oficial técnica es la mente lógica del grupo, o al menos intenta serlo. Cada día se enfrenta a una consola que cambia de lugar y sistemas que funcionan por capricho. Su control es imaginario, como todo en esta nave.
El alienígena peludo, especie de criatura parlante entre filósofo accidental y comediante frustrado, ofrece observaciones brillantes entre bromas absurdas y gruñidos sin traducción.
El teniente mecánico, probablemente un robot o algo parecido, habla en tono monocorde mientras trata de aplicar la razón a un entorno donde la lógica ha sido absorbida por un agujero negro de caos.
Y luego están las voces flotantes de la tripulación secundaria: aparecen, intervienen, desaparecen, como si fueran ecos lanzados desde otra dimensión. Cada intervención es inesperada y, a menudo, hilarante.
Un juego formal con resultados memorables
La nave invisible es una experiencia de lectura singular. Su propuesta visual consiste en no mostrar nada, y sin embargo lo muestra todo a través del ritmo, el color y la inteligencia de los diálogos. Se trata de una parodia de la ciencia ficción que no necesita referirse directamente a sus influencias —aunque las hay, desde Star Trek hasta La guía del autoestopista galáctico— para construir una identidad propia, cómica, precisa y muy contemporánea.
A nivel formal, es también una apuesta atrevida: al renunciar al dibujo, obliga al lector a imaginar cada escena con los recursos que tendría el oyente de una radionovela o el espectador de una obra ensayada en la oscuridad. El humor nace justo ahí, en la imposibilidad de ver y la claridad de lo que se dice.
Recomendación a quienes disfrutan el absurdo inteligente
Este libro es ideal para lectores de entre 8 y 14 años, pero también puede ser una delicia para adultos con gusto por el lenguaje, la sátira o los experimentos narrativos. Su brevedad —alrededor de 80 páginas— lo hace accesible, pero su ingenio deja huella.
En tiempos donde todo busca ser más visual, La nave invisible propone lo contrario: invitar al lector a cerrar los ojos —o mejor dicho, a dejar las imágenes en blanco— y escuchar lo que el caos tiene que decir. Lo invisible, en este caso, no sólo se oye. También se disfruta.