Sí, soy una artista de comida. Una conversación con Kit Schulte
7 de noviembre 2022
Por Yara Vidal
Kit Schulte es una creativa alemana que bien podría representar a un centauro. Su vida transcurre entre dos mundos: el arte y la cocina, que se unen en su cuerpo y alma. Desde hace años descubrió este maridaje y, además, ha tenido el acierto de crear espacios de encuentro: los tours en los que se cosecha y se guisa con plantas e ingredientes de las calles de Berlín, de mercados tradicionales y modernos. Las reuniones que permiten las cenas temáticas y el diseño de platillos fantásticos son algunas de sus tareas. Conversamos en su hogar para asomarnos a una peculiar manera de entender la conjunción entre la cocina y el arte.
Cuéntanos un poco acerca de cómo comenzaste en el mundo de las galerías y cómo fue que la comida se volvió parte de él.
En realidad todo empezó cuando apenas tenía 17 años y era una estudiante de intercambio en Missouri. Yo había crecido en un pueblo muy aburrido en la vieja Alemania Occidental. Lo que quería era salir de ahí lo más pronto posible. Me fui y, después de un año en Missouri, me quedé y estudié arte. Siempre había querido ser una artista. Me establecí en Atlanta, Georgia y tuve un novio. Él era un chef entrenado, pero en ese momento aún estaba estudiando. Por esta razón, me llevó a los grandes mercados-granja en Georgia, y de pronto descubrí comida que nunca había visto. Por ejemplo, ésa fue la primera vez que vi un aguacate. Esta experiencia se convirtió en una epifanía. Cocinamos con esos ingredientes frescos y desde ese día lo sigo haciendo. Después exploré todo tipo de cocinas del mundo, conseguí recetarios y apunté especias. Incluso, cuando estuve en California durante un año, aprendí a preparar comida mexicana.
Mientras esto ocurría, también estaba en el mundo del arte: he sido galerista, consultora y comencé una organización sin fines de lucro. Todo lo que hago siempre ha estado ahí, y la comida me ha acompañado en las cenas con curadores, coleccionistas y artistas. La cocina forma parte natural de mi vida. En 2016 tomé una clase de cocina y brunch en Niza, Francia. Me divertí tanto no sólo porque se trataba de cocinar, sino también de sumarme a la cultura culinaria. Me di cuenta de que realmente puedes aprender mucho de un país, de su cultura, a través de la comida. Por esa razón, hablé con Rose y le dije: “Estoy intentando hacer algo con la comida y su relación con el arte”. Y ella me respondió: “Hazlo: tienes un mercado, tienes un departamento y sabes cocinar”. Así fue como comencé con esto: dando clases de cocina y preparando un lunch…
Después, regresé a Alemania y vi la comida alemana desde una perspectiva distinta, aunque frecuentemente la manera en que la gente cocina es horrible: tanta crema y mantequilla, y tantas carnes… me parece demasiado. Así que empecé a explorar las recetas tradicionales para hacerlas quizá veganas, vegetarianas o simplemente más ligeras y frescas: usar la mantequilla como un matiz y no como algo para freír todos los ingredientes. El resultado me gustó y quedé sorprendida por la cantidad de productos de temporada, en especial por la cantidad de productos orgánicos disponibles en los mercados.
Poco después, comencé a organizar una serie de tours, especialmente para quienes hablan inglés y vienen a Berlín con el deseo de aprender sobre la comida alemana contemporánea, no la tradicional: sibaritas, de alguna manera. Y así empezó. Con la pandemia de covid, todo quedó en pausa, pero yo había aprendido mucho acerca de la comida y la cultura gastronómica; además, en la organización sin fines de lucro teníamos un programa que se llamaba Fuerzas Vitales y trataba de cultura culinaria: de comida y arte, ¿sabes?
Entonces pensé: “Voy a escribir un libro de cocina”, y lo hice. Y salió hermoso. Tuve una gran fotógrafa y luego empecé a buscar un editor en Estados Unidos —porque lo escribí en inglés—. Tenía muy buenos contactos, pero todo el mundo decía: “Olvídalo, necesitas como cien mil followers en YouTube o Instagram antes de que volteen a verte”. “Si es así, olvídate de eso”, me dije, y me autopubliqué. Hice 350 copias y se vendieron en medio año. ¡Bum! Entonces un editor alemán se acercó y me dijo: “Queremos que traduzcas todo esto para publicarlo en alemán”. Así que ahora está en las librerías alemanas.
En tu tour sentí como si nos hubiéramos comido la historia berlinesa. ¿Cómo sucede esto en el libro?
Creo que hay varias cosas que realmente se desataron para mí cuando estaba escribiendo el libro. Una de ellas, por ejemplo, se trata de que muchos tipos de personas de cualquier parte del mundo afirman que determinada receta les pertenece… La gente dice: “Éste es nuestro invento”. Pero la cosa es que hay regiones y países en los que existe la misma comida o una muy parecida. Un buen ejemplo son las coles. Históricamente, cuando las miras, probablemente empiezas tomando la hoja grande, que puedes comer, ponerle algo encima, y envolverla. Sabes que la col tiene el mismo concepto de una empanada, de las comidas envueltas. No es otra cosa.
Lo interesante de las coles me parece un asunto casi personal. Yo crecí comiendo platillos alemanes comunes, pero sé que la col se come en toda Polonia, en República Checa, en Rusia o en cualquier parte de China. Quizá sólo estén preparadas de manera distinta, tal vez con especias diferentes, pero el concepto es el mismo. Así que pensé que eso era realmente interesante, y me encontré con estas historias.
Hay historias muy divertidas, y algunas muy interesantes. Pero el punto es que yo colecciono comida contemporánea alemana y, al mismo tiempo, recojo recetas muy tradicionales, como la salsa verde de Frankfurt. Lo encuentro maravilloso porque, si la salsa es realmente fresca y puedes cultivar las hierbas, si puedes conseguirlas, resulta una comida muy original: deliciosa, llena de vitaminas, saludable, grandiosa, nueva… Supongo que estoy buscando este tipo de recetas aun en el pasado.
Otra idea completamente conceptual que capturo en el libro es la de comida, diseño y arte, la cual me permite seguir dando clases de cocina, ir al mercado y cocinar el lunch; pero después de este libro estoy en una completa exploración culinaria, y supongo que así es como puedo definirme.
Sí, como un laboratorio.
Sí, quiero ser más artística o creativa con esto. En este momento me estoy transformando en una diseñadora de comida fantástica, y lo estoy logrando gracias a Mara. Ella está en Holanda y enseña diseño de comida en la Universidad de Eindhoven. Si el diseño de comida hubiera estado por ahí como algo para estudiar antes, es lo que yo hubiera hecho.
Cuando hicimos una sopa de puerro, le agregaste algo rosa que transformó el color en el momento en que lo añadiste, como cuando en una historia cambiamos el sentido de la trama con un solo trazo. La forma en que lo hiciste imprimió un dramatismo muy importante, que nunca olvidaré de tu personalidad: una cuentacuentos en la cocina.
Tienes razón: era verde y el hecho de añadirle ese ingrediente sólo tenía el propósito de colorearla. Estoy de acuerdo contigo: puedes contar muchas historias de cómo se llega a la gente a través de la comida. Éste es mi enfoque. Por eso, para unir el arte y la gastronomía, empecé a escribir un newsletter mensual en el que hablo de una pieza de arte y luego algo de comida, por lo general hay una correlación. Lo he estado disfrutando de verdad y al mismo tiempo comencé una serie más larga: invito a cualquier persona que comparta su proyecto o su visión y yo sirvo la comida. Lo importante es disfrutar de una cena temática para conversar, nunca más de 12 personas, porque de otro modo no platicas en grupo. Sólo he tenido dos, pero ha sido realmente maravilloso, muy muy divertido.
Lo que sucede ahora es que en estos salones estoy construyendo cada vez más confianza para decir: “¿Sabes qué? Soy una artista de la comida. Esto es lo que hago”. De alguna manera tengo que ponerme esos zapatos, porque se trata de lo que estoy viviendo, y me apasiona.+
Si quieres conocer más de Kit, conseguir su libro y tomar un tour con ella ingresa a https://www.kitschulte.com.