La maravilla de poder asombrarnos
4 de abril 2023
Por Carina Vallejo
Hay un par de términos que se usan en la literatura para describir la pasión por viajar y la fascinación por el mundo que nos rodea: wanderlust y wonderlust. Ambos se han convertido en temas recurrentes en la literatura y han inspirado a muchos autores a escribir sobre la emoción de la travesía y la sensación de libertad que viene con ella. Estas pasiones en la literatura resultan, a menudo, motor de la acción y el punto de partida para la exploración de mundos imaginarios y la creación de personajes inolvidables.
Cuando nos referimos a la wanderlust estamos hablando de la necesidad de aventura y de la curiosidad por viajar, explorar nuevos lugares y experimentar culturas diferentes. Una muestra de la wanderlust en la literatura la encontramos en el trabajo de escritores como Mark Twain, cuyo viaje por Europa y Oriente Medio en la década de 1860 a bordo del Quaker City le sirvió de inspiración para escribir la Guía para viajeros inocentes (Ediciones del Viento), un libro de crónicas que incluso se utilizó como guía de viajes y que, de acuerdo con algunas fuentes, representó la obra más vendida de Twain mientras él vivió.
Wanderlust (Capitán Swing), de la escritora estadounidense Rebecca Solnit, es un libro que no puede quedar fuera cuando pensamos en esta palabra de origen alemán, porque, mientras avanzamos por sus páginas, se nos demuestra que “la historia del caminar es la historia de todos” y que, al desplazarnos con los pies, cualesquiera que sean los motivos, también estamos llevando a cabo una acción “política, estética y de gran significado social”, que, a decir de Solnit, contribuye a que el cuerpo y la mente trabajen juntos.
Por otro lado, la wonderlust describe la emoción de maravillarse ante las bellezas del mundo; se trata de una sensación de asombro y admiración por la belleza del planeta y sus maravillas. En la literatura, se refleja en textos como La vuelta al mundo en ochenta días (Austral) y Viaje al centro de la Tierra (Ediciones Gandhi), del francés Jules Verne, uno de los escritores al que me gusta regresar cuando quiero volver a sorprenderme por lo pequeñas y complejas que somos las personas en relación con el mar o con el universo.
En esta parte, cabe mencionar a Alicia en el País de las Maravillas (Cátedra), de Lewis Carroll, un libro que narra la historia de una niña que cae en un agujero de conejo y se encuentra en un mundo muy peculiar, lleno de criaturas extrañas novedosas y sucesos mágicos. A lo largo de su viaje, Alicia experimenta la curiosidad y la maravilla, y aprende a ver el mundo desde una perspectiva diferente, que rompe con la mirada rígida con la que solemos observar todo. Alicia… es una muestra de que la literatura puede motivarnos a explorar, cuestionar el establishment e indagar en torno a nuestra posición en el universo.
Si pensamos en una obra que conjugue ambas pasiones, podríamos colocar Comer, rezar, amar (Debolsillo), una novela autobiográfica en la que una crisis vital lleva a Elizabeth Gilbert a emprender un viaje por Roma, Bombay y Bali, gracias al cual redescubre el gozo que aguarda una buena comida, la paz interior y, como Rebecca Solnit, el equilibrio entre la mente y el cuerpo.
No dejemos de reparar en la wanderlust y en la wonderlust, pues la capacidad de asombrarnos ante la belleza y el misterio del mundo nos conectan con nuestra humanidad, al tiempo que nos recuerdan nuestra propia finitud. El poder asombrarnos y maravillarnos, ya sea a través de la literatura o de una caminata, nos permite experimentar el mundo de manera más profunda y conectada, así como apreciar la complejidad y diversidad de la vida en todas sus formas. La posibilidad de sentir ambas pasiones resulta esencial para conectarnos con el exterior y con nosotros mismos: nos hace humanos. Sin ellas, la percepción que tenemos del mundo sería, quizá, aún más fría y desolada.+