Quiero reivindicar la intensidad erótica pero que ese amor sea inseparable de la lucidez: Ioana Gruia
28 de diciembre 2022
Por Irma Gallo
“Ioana Gruia nos recuerda que no hay nada más rotundo que un cuerpo”, escribe el poeta Luis García Montero para la contraportada del libro La luz que enciende el cuerpo, con el que la escritora nacida en Rumanía en 1978 y emigrada a España desde que era una adolescente, ganó el Premio de Poesía Hermanos Argensola 2021 y que ha publicado Visor Libros en su colección Visor de Poesía el mismo año.
En entrevista con Lee+, la poeta y narradora nos habló de este poemario en el que están presentes las mujeres que pintó el norteamericano Edward Hopper.
“A mí Hopper me habita de un modo absoluto. Yo he escrito muchos poemas sobre Hopper; acá de hecho hay toda una sección, una primera sección del libro que se llama “Las mujeres de Hopper”, que está compuesto por poemas acerca de Hopper, acerca de cuadros de Hopper, poemas que parten de cuadros de Hopper, y también tengo un libro de cuentos que se llama Las mujeres de Hopper, que parte también de cuadros de Hopper”, dice.
“Desde que conocí la pintura de Hopper, hace más de 20 años, me sentí muy identificada con las mujeres de sus pinturas. Me parece un pintor muy narrativo —bueno, de esto se ha dicho mucho—, pero también muy poético. Es un imaginario afectivo que a mí me fascina”, continúa Gruia.
Esta mujer soy yo. No la conozco,
pero ella en cambio me recuerda siempre,
la visito en sueños y me añora.
Fragmento de “Ventana de hotel”.
Con respecto al proceso de traducción de un imaginario visual a la poesía, la también autora de la novela El expediente Albertina (Edhasa, 2016), comenta: “Como te decía, yo me siento habitada por las mujeres de Hopper y tenía clara esta primera parte, de las mujeres de Hopper. Porque, además, Hopper pintaba siempre a la misma mujer, su mujer, pero parece que se trata de personajes distintos. Y a mí me interesaba mucho porque uno de los temas sobre los que yo reflexiono poéticamente en La luz que enciende el cuerpo es la relación entre el amor y la inteligencia”, cuenta.
Ioana Gruia describe a las protagonistas de los cuadros de Hopper, y por supuesto de sus poemas, como “Estas mujeres que están mirando como con expectación, a menudo mujeres solas, mujeres que están esperando a que ocurra algo extraordinario, que tienen todas sus ilusiones puestas en algo, en esta esperanza de un amor, una apuesta vital, algo realmente importante para ellas, pero a la vez, asumen la posibilidad del fracaso. Son mujeres que saben que podemos fracasar”, agrega. “Esto también me interesaba: este equilibrio entre el amor intenso y la lucidez. Y entre el amor y la bondad. Y entre la pasión y el respeto. Y a mí me parecía que en estas mujeres, en sus miradas, en sus gestos —porque los gestos dicen mucho de nosotros—, podía encontrar mucho para estos poemas”.
No hay nada tan rotundo como un cuerpo.
Imagino la historia
de esta mujer desnuda y pensativa
que se parece a mí.
Fragmento de “Una mujer al sol”.
En la novela El expediente Albertina también está presente esta tensión entre la pasión amorosa y la inteligencia que Ioana Gruia explora en La luz que enciende el cuerpo.
“Creo que las mujeres que habitan mis poemas y mis cuentos; incluso te diría yo misma, es decir, todas nosotras, si puedo decirlo de alguna manera, aspiramos a un amor muy apasionado porque es algo que a mí me interesa. Me interesa reivindicar la intensidad erótica, la intensidad afectiva; mi sentimentalidad es completamente de Los Panchos, por completo, ese es mi mundo sentimental, pero a la vez, que ese amor intensísimo sea inseparable de la bondad, del respeto y de la lucidez. Y eso no es nada fácil”, comenta la poeta.
“¿Cómo podemos lograr este equilibrio: vivir una pasión muy intensa y a la vez muy respetuosa con nosotras, con nuestro deseo, con nuestros planes vitales, con nuestros proyectos, con nuestro tiempo?”, es la pregunta que atraviesa la obra de Gruia.
La educación sentimental con la que hemos crecido muchas mujeres, incluyendo en los dos países que confluyen en la personalidad de la poeta y narradora, Rumanía y España, ha influido en la construcción de esta tensión entre nuestros deseos y afectos y nuestros planes de desarrollo personal y profesional.
“Hemos sido educadas a entregarnos absolutamente, sin contar con la lucidez, sin esperar a cambio lo que realmente queremos esperar, y ahí se produce algo muy complejo, porque soñamos con pasiones muy intensas y las merecemos; el problema es cuando estas pasiones entran en terrenos que nos dejen de lado, incluso que nos menosprecien o incluso que sean violentos. Porque ahí hay unos mecanismos patriarcales bien complejos y agresivos con las mujeres”, explica.
“Pero a la vez yo quería no renunciar jamás a la intensidad, rescatarla. A la intensidad hay que reivindicarla, pero hay que reivindicar a la intensidad respetuosa”, concluye.