
Alí Calderón: El habla borrada de los ausentes

Me adelanto a decir que uno de los aspectos más problemáticos en la literatura y sobre todo en la poesía es separarse del prejuicio del yo lírico; es decir, entender que aquella voz que habla en primera persona en un texto no es necesariamente la persona del autor. De hecho, la voz que escribe no es nunca exactamente la misma que este. La persona que escribe es una ficción, un personaje que sirve para decir lo que verdaderamente necesita decir el autor. Dicho personaje se presenta —o cree ser o pretende ser en muchos casos— como la misma persona que el autor, pero no lo es. Esta convención es más o menos pre-entendida o aceptada cuando leemos una novela o una obra dramática, pero no es tan evidente cuando se trata de un libro de poesía. Es más, este género arrastra el supuesto de que, por defecto, la voz que enuncia siempre es una y es la misma que la del autor. Por esto considero de relevante interés que un libro de poesía se salga deliberadamente de los márgenes de tal convención y proponga abiertamente lo que podría llamarse una “multidimensionalidad discursiva”.
A partir de un episodio de la Conquista de México, acontecido hacia 1520 en el Altiplano de Anáhuac, en el cual un grupo de soldados españoles fue apresado y sacrificado por guerreros mexicas, el libro El sin ventura Juan de Yuste (Círculo de Poesía, México, 2023) de Alí Calderón evoca un discurso poético sumamente original. En él se entrecruzan principalmente las voces de Juan de Yuste, uno de los soldados sacrificados en aquel episodio, y Blas Botello de Puerto Plata, un hidalgo del contingente de conquistadores que, a decir de las crónicas, leía los astros y adivinaba el porvenir.
No obstante, este episodio de la historia únicamente es el pretexto, el punto de partida o de inserción en un tiempo y un espacio específicos para discurrir, a partir de allí, a través de una proliferación de voces imaginarias. Tales voces no solo actúan, relatan y se entrecruzan en el discurso, sino que literalmente toman la palabra y resultan entidades verbales en cierto modo autógenas, introyectadas por el poeta y gramaticalmente libérrimas, las cuales sostienen de principio a fin este libro.
No es posible afirmar, sin embargo, que tal multidiversidad discursiva sea únicamente una remoción de léxicos arcaizantes, ni que se trate de una recreación de corte histórico, como las que en la narrativa se han edificado para dotar de verosimilitud a un relato. No, aquí hay algo a la vez cercano y lejano de la más o menos aceptada “reconstrucción” histórica. Aquí se trata de extremar la originalidad de un habla literalmente hasta el delirio: delirar un tiempo y un discurso paralelo. En cierta forma, supongo que estas fablas son deliberadamente extremadas e imposibles. Si bien su correlato es por momentos una saturación de vocabulario más que de sentido, lo que sostiene el texto es precisamente la desmesurada potencia de su evocación.
Queda claro que este libro es un desafío. Su léxico, su sintaxis y su estructura propone un guiño al hermeneuta y en él hay, sin duda, un festín para el lexicólogo. ¿Sus antecedentes, sus influencias? Muchísimas. Supongo que en el origen están las crónicas y testimonios dejados por los conquistadores españoles, como Bernal Díaz del Castillo, Francisco de Aguilar o Álvar Núñez Cabeza de Vaca; asimismo, en la estructura y simultaneidad del discurso, los ecos de buena parte de las vanguardias y antipoéticas surgidas en el siglo XX, las estrategias de reapropiación verbal de la Language Poetry norteamericana y los desbordamientos descriptivos del Neobarroco latinoamericano
El mismo Alí Calderón ha dejado claro en una entrevista cuáles fueron sus inmediatas influencias para el caso: Ernesto Cardenal, Antonio Cisneros, Néstor Perlongher, Tulio Mora, José Antonio Mazzotti, Osman Alzawihiri, María Belén Milla, los poetas del grupo peruano Hora Zero… En fin, también allí resume por qué, quizás, es importante esta apuesta inusual y esta perspectiva diferente: “En mi libro quiero mostrar el punto de vista de los derrotados. Conquistadores sacrificados, caídos en batalla, soldados de a pie. En El sin ventura Juan de Yuste quiero contar la derrota del ego conquiro que es el origen del orden colonial y el dominio contemporáneo del criollo y el burgués”.
A manera de una contracrónica de la historia asentada por los vencedores (en la cual los vencidos son dotados de palabra) y en un, tal vez delirante, sueño paralelo de la historia, Alí Calderón propone en este libro, ganador del Premio Iberoamericano de Poesía Carlos Pellicer 2023, una resistencia estética. Obra que abre, sin duda, o recupera los más propositivos territorios abiertos para la actual poesía mexicana. +
Jorge Fernández Granados es poeta y ensayista. Con Lo innumerable obtuvo el Premio Nacional de Literatura “José Fuentes Mares” en poesía 2020.