Promethea, la heroína despistada

Promethea, la heroína despistada

Brenda Ríos

Vivirás eternamente como lo hacen las historias.

Promethea, Alan Moore

Existen tres historias de Prometeo; dos de ellas las cuenta Hesíodo en las obras Teogonía y Los trabajos y los días; la tercera es la versión de Esquilo, Prometeo encadenado, que se refiere al castigo eterno que recibe el titán por robar el fuego a los dioses y regalarlo a la humanidad. Hesíodo lo ve de una manera distinta. Para él, Prometeo representa más bien una mente malévola que, al robar el fuego, rompió un pacto entre hombres y dioses.

Pues bien, Alan Moore tiene su propia versión y, junto a J. H. Williams III como ilustrador, logra entrar a esa historia universal de mitos con una heroína feroz.  

Mientras la fama de Moore lo precede, conviene hacer notar que J. H. Williams III ha ganado varios reconocimientos como ilustrador: el Premio Eisner al Mejor Dibujante/Entintador (2010); el Premio glaad Media al Mejor Cómic (2012); el Inkwell Award for All-in-One (2012), y el Premio Hugo a la Mejor Historia en Formato Gráfico de Ciencia Ficción (2016). A él se le deben esas detalladas ilustraciones en The Sandman: Overture, Batman, Desolation Jones, entre otras.

Las líneas definidas y poderosas de Promethea logran no sólo que el relato tenga más impacto visual, también le confieren a la protagonista una sensualidad feroz. Gracias a este artista, los tonos oscuros, los trazos fuertes incluso los más violentos no pierden su halo onírico. El trabajo combinado de Moore con las ilustraciones de Williams III le da a la historieta ese tono de sueño/pesadilla/vigilia. No hay mejor manera de explicar la Inmateria que ésa.

La historia comienza en Alejandría, en el 411 d. C., con una niña pequeña a la que el padre le pide que huya. Se entiende que irán a buscarlo. No se sabe por qué. La historia posterior se centra en la ciudad de Nueva York, en 1999, año de su publicación, que, dentro del cómic, se entiende como una distopía.  

“Prometea fue una niña real que vivió en el siglo v en la Roma egipcia. Su papá era una especie de estudioso del hermetismo, algo así como un mago. Una multitud cristiana lo atacó y murió. Pero los dioses intervinieron y se llevaron a su hija al mundo del mito y la ficción, Inmateria. Mientras haya personas que piensen en ella, pueden volverse ella, pues habita el mundo de los sueños”, dice Moore. Es por eso que Promethea es energía atemporal, que logra encontrarse en otro cuerpo. 

Una chica universitaria, Sophie Bangs, realiza una investigación sobre un personaje mítico: Promethea. Las pistas la llevan a una mujer llamada Barbara Shelley. Cuando la conoce, una sombra-entidad está buscando a la nueva Promethea. Se revela el secreto de que Shelley es Promethea en la última etapa de su vida, y los dioses-héroes se presentan para conocer a la próxima. Al inicio, la universitaria no entiende nada. Barbara (Promethea mayor) le pide que escriba algo, que piense en Promethea, cualquier cosa. Entonces, Sophie escribe un poema y la magia sucede. El conjuro funciona. Dice que ella es las palabras y la carne. La carne y las palabras.

Sophie deviene en diosa, fuego y deseo. Energía. Pero no da el fuego a nadie. Se concentra en ella misma. Su poder es tremendo. Lanza al enemigo al fuego. Al comienzo, pese a toda la confusión y el peligro, Promethea dice algo fundamental: “Estoy llena de sentido”. Estaba perdida antes de saber quién era realmente. Sophie asume el rol. Una estudiante universitaria cualquiera se vuelve la guerrera mítica. 

La repetición que inunda el cómic es como un mantra: “La ciudad radiante y celestial”. Y no por nada se trata de Nueva York, la ciudad de los finales del mundo. Nos encontramos ante una historia de búsqueda de identidad. Como muchos súperhéroes (o titanes), Promethea es huérfana: su padre fue asesinado y su vida pudo haberse dividido entre buscar venganza o convertirse en una protectora.

Hay diversos mundos intercalados en esta obra: el pasado, el siglo v al que pertenece la Promethea niña y el presente (1999); la Inmateria (la tierra mágica y mística) y lo real-humano. Los dioses; la gente en conciertos de rock, en taxis, conversando las últimas noticias, y los seres del más allá, de la oscuridad, del inframundo.

Fuerzas oscuras lo desconocido van a rodear a la joven heroína que, más que salvar el mundo, debe hacer dos cosas urgentes: mantenerse a salvo y hallar a una amiga que se encontraba en el fuego cruzado de esos mundos y acabó perdida. 

Promethea viaja al mundo Inmateria y se encuentra en una escena de los sueños de Sophie cuando tenía unos nueve años. Ahí estaba una Caperucita Roja que se burla un poco de ella. “Vas a buscar a tu amiga en el bosque oscuro”, dice. Sophie-Promethea responde: “¿Cómo sabes que está ahí?”. La otra, impaciente, replica: “¡Por Dios!, ¿dónde más se pierden los niños en las historias? ¿Alguna vez escuchaste de algo llamado nenes perdidos en el supermercado?”.

Varios personajes se burlan de la joven Sophie que lucha contra lo que se pone al paso. Más que una misión, tiene una intención: ser quien es. Y en esta aventura de ser ella y Promethea (dos en una) se encuentra su mayor reto: no perderse de nuevo. 

Ésta es la obra más mística y extraña de Moore. Quizá nos recuerde esa extraña obra de Shakespeare, La tempestad, en la que hay un interés tremendo en la hechicería y en la magia. Acá existen dioses protectores, fantasmas, mortales, seres extraordinarios. 

Cuentos de hadas, ciencia ficción, mitologías diversas, Hermes Trimegisto, súperhéroes, animales, monstruos, seres de otro mundo, sombras, demonios, todo está allí para cazar a la protagonista. Ella, al fin, saldrá triunfante. Promethea nos revela a una amazona que gana en el mayor desafío: no dudar de ella misma. +