‘Sonatina’ de Rubén Darío
R. de la Lanza
Rubén Darío murió el 6 de febrero de 1916 en la ciudad de León (Nicaragua), en circunstancias tristes, con una salud prematuramente despedazada y envuelto en una profunda depresión detonada por el abandono y la enemistad derivados de las convulsiones políticas de la época.
El poeta nicaragüense es considerado Príncipe de las letras españolas por haber sido el impulsor y principal representante de un movimiento literario que trajo al frente la creación poética con una fuerza estética y simbólica equiparable sólo a la poesía del Siglo de Oro, pero con ingredientes de actualidad y cosmopolitismo, producto, principalmente, de la tremenda influencia que los poetas del simblismo francés habían impreso en sus versos.
La versificación de Darío y sus colegas, amigos y compañeros del Modernismo hispanoamericano, es un alarde de perfección, preciosismo y musicalidad, la idea de poesía, los conceptos de versificación que derivan de ese movimiento siguen en el ideario colectivo, a veces como única forma válida de componer poesía. Así de prolífica, de perfecta y de total fue la producción poética de Darío.
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Obedeciendo al lema del poeta francés Verlaine, que proclamaba “la música por delante de todo”, entendió la poesía como una forma de música, en la que el ritmo tenía profunda importancia. Empleó métricas en desuso o antiguos, como el endecasílabo, el dodecasílabo y el alejandrino, así como numerosas rimas internas y elementos lúdicos en sus versos.
Su vocabulario también era especial: e inclinaba por los cultismos, provenientes del latín o del griego, en un registro sumamente elevado, protagonizado por mitos de la antigüedad mítica o de lugares exóticos y ensoñaciones. Hay un fuerte aire exotista en su imaginario.
Sus temas centrales fueron el erotismo, lo exótico y el viaje, el ocultismo y los misterios, así como la política, sobre todo la americana, y la exaltación de las naciones latinoamericanas y su gesta cultural.
Toda poesía reluce al ser leída en voz alta: es así como se aprecian sus mecanismos y sus delicias. Por eso, aquí te compartimos una de las piezas más celebradas de Rubén Darío, para recordarlo en un aniversario más de su desaparición. (Recuerda leerlo en voz alta).
SONATINA
La princesa está triste… ¿qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro,
está mudo el teclado de su clave sonoro;
y en un vaso olvidada se desmaya una flor.
·
El jardín puebla el triunfo de los pavos reales.
Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
y, vestido de rojo, piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
la princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.
·
¿Piensa acaso en el príncipe de Golconda o de China,
o en el que ha detenido su carroza argentina
para ver de sus ojos la dulzura de luz?
¿O en el rey de las Islas de las Rosas fragantes,
en el que es soberano de los claros diamantes,
o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?
·
¡Ay! La pobre princesa de la boca de rosa,
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,
tener alas ligeras, bajo el cielo volar,
ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los versos de Mayo,
o perderse en el viento sobre el trueno del mar.
·
Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata,
ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
ni los cisnes unánimes en el lago de azur.
Y están tristes las flores por la flor de la corte,
los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte,
de Occidente las dalias y las rosas del Sur.
·
¡Pobrecita princesa de los ojos azules!
Está presa en sus oros, está presa en sus tules,
en la jaula de mármol del palacio real;
el palacio soberbio que vigilan los guardas,
que custodian cien negros con sus cien alabardas,
un lebrel que no duerme y un dragón colosal.
·
¡Oh quién fuera Hipsipila que dejó la crisálida!
(La princesa está triste. La princesa está pálida)
¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe
(La princesa está pálida. La princesa está triste)
más brillante que el alba, más hermoso que Abril!
·
¡Calla, calla, princesa —dice el hada madrina—,
en caballo con alas, hacia acá se encamina,
en el cinto la espada y en la mano el azor,
el feliz caballero que te adora sin verte,
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
a encenderte los labios con su beso de amor!