En los momentos más duros, la poesía me salvó: Mircea Cărtărescu
2 de diciembre 2022
Por Irma Gallo
Ante un Foro Expresarte de la Librería Gandhi Mauricio Achar completamente lleno, el poeta, narrador, ensayista y académico Mircea Cărtărescu, recién galardonado con el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances compartió poco más de una hora y media con sus lectores, acompañado por el escritor y crítico literario Geney Beltrán, y la traductora Marian Ochoa de Eribe.
“Leer a Mircea Cărtărescu es un terremoto. Provoca una transformación en lo que uno es, para empezar, como lector”, dijo Geney Beltrán. “No se queda ahí ese efecto, por supuesto, se mete en nuestros sueños, nos provoca pesadillas, alucinaciones y no podemos dejar de leerlo”, continuó.
El autor de la trilogía Cegador dijo que “odia las tribunas” y que ojalá ese encuentro con sus lectores se estuviese produciendo con cada uno por separado, y en un café.
Con respecto a la pregunta de Geney Beltrán, con respecto a qué libros le habían marcado, Mircea Cărtărescu respondió “Todos ustedes saben que estos libros llegan en el momento adecuado. Vienen sin ser convocados, como por casualidad, de manera azarosa, pero de hecho no existen casualidades. Yo entré en contacto con la literatura cuando era muy joven, cuando tenía 14 o 15 años y visitaba una pequeña biblioteca de mi barrio. Estaba muy cerca de la casa en la que vivía con mis padres: atravesaba una carretera y entraba en esa estancia. Era una única estancia de dos metros por dos metros, pero que tenía cuatro paredes abarrotadas de libros”.
“Creo que en un par de años los leí todos”, continuó. “Eran clásicos, clásicos modernos, clásicos contemporáneos, porque en aquel momento se traducía mucho en mi país. Y entonces comprendí lo que significa leer literatura. Aprendí que los libros de hecho no se leen, sino que se engullen, se devoran, y aprendí que cada libro te envía a otros libros. Aprendí que, de hecho, no tienes que leer libros individuales, sino que tienes que leer el propio sistema de la literatura, en el que cada lectura modifica el sistema y lo hace más semejante a ti mismo”.
“A veces pienso que soy un poco un retrato archimbolesco formado por libros”, dijo el autor de Solenoide con respecto a las lecturas que lo han alimentado. “Porque pienso que todos los libros que he leído, sean importantes o no, de versos o de prosa, han encontrado su espacio en mi retrato virtual. Todos me han influenciado, absolutamente todos: de los mejores a los peores. Desde los grandes escritores sobre cuyos hombros reposamos todos, que ya se han citado aquí, entre los cuales, por supuesto, los maestros de la realidad son muy importantes para mí, hasta los autores rumanos de los que ustedes no han oído hablar, pero que son igualmente importantes en mi mente, incluso los autores que he leído por casualidad, sin prestarles demasiada atención, todos ellos han contribuido a mi formación”, dijo.
Para Mircea Cărtărescu no existe un “autor profesional”, pero cuando se convirtió en “algo así”, podría decir, parafraseando a Umberto Eco, que ya tenía una “sustancia interior ya formada”. Sin embargo, advirtió, “no me gustaría que pensaran que es suficiente con eso. Podemos ser muy eruditos pero eso no es suficiente para ser escritor. Es más, ser erudito a veces puede ser bastante ridículo. Un profesor de historia del arte rumano decía «cuando me di cuenta de que era completamente idiota me hice erudito». Y efectivamente, es más fácil ser erudito que tener talento. La cuestión está en conciliar tu biblioteca interior con tu sustancia interior, con tu subconsciente, con tu imaginario. Con el subcontinente junguiano que te soporta, que te sostiene. Es decir, ¿cómo puedes conciliar tu herencia literaria con tus necesidades literarias?, ¿cómo ser este retrato de Archimboldo y que este retrato sea increíblemente parecido a ti? Esto es algo para mí inexplicable; es un milagro”.
“¿Qué te hace original?”, se preguntó Cărtărescu. “Esto es muy difícil”, continuó. “Lo que sí puedo decir es que un verdadero escritor es un autor que nace escritor, que nace artista. Y si no nace artista no puede aprender las reglas del arte. Nadie puede ser escritor si no es llamado a serlo, si no tiene una fortísima vocación, antes incluso de aprender a leer y a escribir”.
Mircea Cărtărescu definió a su primer texto, El ruletista, como “un juguete textual”. Explicó que se trata de “una parábola en la que seguí, de manera deliberada, el camino de Borges, que de hecho es una escritura lineal; es una especie de demostración matemática. Sale del punto A y llega al punto B. Sólo que el punto A es realista y el punto B es metafísico. Y entonces decidí partir de la imagen banal de un jugador de ruleta que encontré en The Hunter, en esa famosa película e imaginé el juego que se puede organizar en un mundo sádico y violento en torno a este juego”.
Para responder a una pregunta de sus lectores, Cărtărescu dijo que “ciertamente el proceso de la escritura se parece mucho al proceso de la vida: a veces es muy doloroso porque también la vida lo es, y otras veces ofrece muchísima alegría. Depende de cada libro, depende del libro que estés escribiendo en cada momento. Yo he escrito libros en momentos de increíble sufrimiento moral. Por ejemplo, el último libro de poemas que publiqué hace un par de años, porque durante la pandemia, al igual que ustedes, yo también sufrí muchísimo: he tenido varias veces Covid, y una de las secuelas de la enfermedad fue, en mi caso, una depresión muy profunda. Yo soy una persona luminosa, generalmente no sufro depresiones. Es la primera vez que me confronté con una depresión endógena. Me confronté con ese sentimiento que la gente experimenta cuando pierde a un ser querido. Y efectivamente, en esos momentos tan duros para mí, la poesía me salvó”.