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Sustentabilidad, un fundamento de la arquitectura

Sustentabilidad, un fundamento de la arquitectura

10 de octubre 2022

Por Irma Gallo 

Con un posgrado en arquitectura, energía y medioambiente por la Universidad de Lund, Suecia, el arquitecto colombiano Jorge Ramírez Fonseca es experto en bioclimática y tiene una experiencia de cerca de 10 millones de metros cuadrados construidos bajo la premisa de la sustentabilidad. En conferencia de prensa virtual, dijo que el cambio climático no tiene fronteras y que “el covid, que nos restringe ahora, es un problema muy pequeño al lado de lo que se nos viene encima”. Para reforzar esta afirmación, el arquitecto Ramírez Fonseca dio a conocer los siguientes datos:

  • La arquitectura y nuestros asentamientos consumen 70% de la energía mundial.
  • Más de 50% de la energía producida en el mundo está destinada a la climatización de edificios.
  • 55% de la madera cortada para usos diferentes a combustibles se designa para la construcción.
  • 30% de los inmuebles nuevos o renovados sufren el síndrome del edificio enfermo (edificios donde la vida no resulta saludable, pues no se respira aire de buena calidad).

Además, advirtió que México, Colombia y todos los países de Latinoamérica son muy vulnerables al cambio climático: “La cuestión ambiental, bioclimática, ecorresponsable, ecológica, sostenible, sustentable, orgánica, natural forma parte integral del fundamento mismo de la arquitectura. Uno no puede plantear una arquitectura ambientalmente irresponsable; eso va en contra de la ética”.

También comentó que él y sus asociados trabajan el low tech, no el high tech, o sea: “Leemos las tecnologías que se encuentran implícitas en todas las tecnologías vernáculas, inclusive en las arquitecturas animales que encontramos en la naturaleza”, pero señaló que hacer arquitectura sostenible “no quiere decir que se tenga que reproducir una choza o una palapa indígena, pero sí se abstraen las tecnologías”.

Jorge Ramírez Fonseca trazó una ruta de la historia de la arquitectura desde el paleolítico:

A lo largo del desarrollo de nuestros asentamientos y de nuestras arquitecturas, hemos logrado actos o desarrollos a lugar, o sea, actos del urbanismo que se ligan completamente a las condiciones del sitio, que leen estas especificidades, personajes que se adaptan a las circunstancias de un lugar. Del paleolítico al neolítico, el ser humano se volvió sedentario y aparecieron los primeros asentamientos en las laderas de los ríos. Utilizaban esa mezcla de agua más sol más tierra que produce una gran cantidad de alimento para la gente, y esto representa la primera revolución energética del mundo.

Entonces empezó a cambiar el paisaje y aparecieron asentamientos humanos como Arbela, en Mesopotamia, la primera ciudad que generó condiciones de confort a nivel urbano, comentó Ramírez Fonseca: “El aire que está en el patio, cuando recibe el sol, pierde densidad y se va hacia arriba. Al abrir las ventanas, entra aire fresco en las casas. Se generan condiciones de confort en cada una de éstas, pero también a nivel urbano”.

En cambio, hoy en día, las condiciones de confort al diseñar “no nos importan mucho; entonces enchufamos un equipo de aire acondicionado que gasta 1.5 kilovatios por hora, para generar una tonelada de refrigeración”.

En la Edad Media ―continuó el arquitecto―, nacen estos pueblitos con casas cuyas ventanas están mirando al sur, y se suben sobre el flanco norte de la montaña, porque este lado recibe el sol del sur durante la época fría del año. Entra el sol por la ventana, calienta el interior y se producen condiciones de confort, pues además ningún edificio le tapa el sol al otro.

El arquitecto colombiano contó que durante la época colonial los españoles llegaron a nuestras tierras con un libro bajo el brazo que se llamaba las Leyes de Indias:

Felipe II se las copió a Vitrubio, que fue un arquitecto del siglo I que escribió las primeras recomendaciones para que los asentamientos tuvieran forma ortogonal, o sea, de manzanas cuadradas de 80 × 80 o 100 × 100, para repartir el territorio de manera democrática; pero además tenía sus instrucciones climáticas, por ejemplo, la plaza central debería estar orientada con los aires de los puntos cardinales.

En el siglo XVI, durante el Renacimiento, el hombre se volvió el centro del universo y ocurrió lo que Ramírez Fonseca llama el primer fuera de lugar:

Se desarrollan todas esas arquitecturas para mostrar que el arte que produce el ser humano es una cosa importantísima y surge el capitalismo salvaje por parte del Estado. El poder de la Iglesia y del Estado se vuelven superimportantes y nacen las primeras escuelas de arquitectura. Apenas se gradúan los arquitectos y se prostituyen: se ponen al servicio del rey y de la Iglesia y hacen lo que éstos les ordenen.

En el siglo XIX surgió el higienismo, relató el arquitecto. Durante la primera Revolución Industrial, la gente del campo emigró a las ciudades y provocaron hacinamientos en esos centros urbanos, “con la consiguiente producción de emisiones y de aguas negras que se van a los ríos”. La gente comenzó a enfermar en esas ciudades. Entonces nacieron los edificios haussmanianos, donde se permiten la ventilación y la entrada de sol de una manera importante. En el modernismo de las décadas de los cincuenta y sesenta, arquitectos como Le Corbusier o la escuela de la Bauhaus vuelven a interesarse por la ventilación natural y el movimiento del sol. Le Corbusier inventó el eje solar.

Según el recuento histórico de Ramírez Fonseca, el segundo fuera de lugar se produjo en los sesenta, “cuando el ser humano se va a la Luna porque la Tierra le quedó pequeña; la gente confía ciegamente en la ciencia y la tecnología; se desarrolla la tecnología solar”. Entonces surgió el movimiento de la arquitectura internacional:

Todas las grandes ciudades de Estados Unidos se densifican porque los ingenieros están —como aquí en Colombia se dice— disparados, porque tienen todo el saber del mundo. Entonces los arquitectos se sientan y diseñan unos proyectos sin tener en cuenta las condiciones del lugar ni del planeta. Confían en la ciencia y producen una serie de problemas.

El arquitecto diseñaba y dejaba que los demás profesionales resolvieran los problemas de habitabilidad, confort, recursos hídricos… A raíz de esto, ocurrió la primera gran crisis energética entre 1965 y 1967, más o menos. Es entonces cuando surgió la Agencia Internacional de la Energía. Los ingenieros reaccionaron y crearon el concepto de producción limpia, que explora cómo las industrias pueden seguir produciendo, pero con el mínimo impacto ambiental.

En 1992, durante la primera Cumbre Mundial del Medioambiente en Río de Janeiro, surgió la definición de desarrollo sostenible, es decir, “que las necesidades actuales se cubran sin comprometer las posibilidades de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”.

En 2012, México ratificó el Protocolo de Nagoya, que consiste en “distribuir de manera justa las ganancias obtenidas de los recursos naturales para que también la población que originalmente cultivó y usó estos recursos pueda sacar provecho de su venta”. Sin embargo, Jorge Ramírez Fonseca advierte que en dicho protocolo hay un engaño:

A lo que vienen es a aprender del conocimiento de nuestros indígenas, de nuestros campesinos, que conocen perfectamente el lugar, y se llevan ese conocimiento. Y después, dicen que ‘estos conocimientos no podrán concederse al proveedor si no acepta el otorgamiento de propiedad intelectual’. Entonces, yo voy y le muestro un espejito; usted me da todo su conocimiento; usted me da toda su biodiversidad; yo se la convierto en los medicamentos que venden en las farmacias y usted no tiene derecho a volver a usar su biodiversidad para nada. O, si no, lo encarcelo.

Después del recorrido histórico, Ramírez Fonseca hizo un llamado a diseñar un desarrollo completamente ligado a las condiciones del lugar y que no desconozca los componentes naturales ni sociales.

No tenemos por qué seguir importando modelos de desarrollo de los países “desarrollados”, que lo que quieren es que sigamos consumiendo como a ellos les interesa. Necesitamos un desarrollo en el que se produzcan la equidad —que todo esté al alcance de todos— y la viabilidad. Tiene que haber viabilidad económica, si no, ese desarrollo sostenible no se produce.

Pero también advirtió que debe tratarse de un desarrollo que logre la resiliencia:

Todos los proyectos producen un impacto. No hay nada qué hacer. Pero entonces pensemos en que podemos estar haciendo proyectos de arquitectura o de urbanismo que reduzcan de una manera sustancial el impacto ambiental o que originen impactos positivos: un proyecto que produzca energía ya está provocando un impacto positivo, un proyecto que recicle el agua de lluvia, también.+