Pulp Fiction y la ruptura narrativa

Pulp Fiction y la ruptura narrativa

10 de febrero 2023

Por Gilberto Díaz

1994 fue un año trascendental en la producción cinematográfica de Estados Unidos, y más aún, representó un momento en el que se reafirmó un nuevo cambio cultural y generacional en todo Occidente. Entonces, se dejaba de lado la estética contracultural de los sesenta, con su enfoque realista, en algunos casos idealista y en otros revisionista, enmarcado en el discurso de la Guerra Fría, para pasarle la estafeta a una generación desenfadada, más preocupada por el peso de la cotidianidad en un mundo ya dominado por las ideas neoliberales tras la caída de la Unión Soviética.

La irrupción del cine independiente en las carteleras tomó por asalto a los cinéfilos, acostumbrados a los dramas de época, los estudios de carácter, los blockbusters de alto concepto que predominaban en la década anterior y los experimentos retóricos de una casta de guionistas convertidos en celebridades más próximas a un laureado de la literatura que a un escritor de historias para la pantalla.

Preludio. Del nuevo Hollywood al cine indie

Pareciera que cada ciclo se repite. Durante los sesenta, el sistema de estudios en Hollywood se encontraba en una crisis debido a que las nuevas generaciones ya no asistían a las salas a consumir los melodramas, los musicales o las epopeyas de corte bíblico dirigidos por los mismos directores durante veinte años, tan acostumbrados en la posguerra estadounidense. En su lugar, preferían las historias que ofrecían las vanguardias cinematográficas de Europa, o bien, el realismo exótico de los cines de la India y Japón. Esto obligaría a los estudios a abrirse a otras expresiones y a nuevos directores afines a los jóvenes. Así nació el nuevo Hollywood a finales de los sesenta y principios de los setenta.

Casi treinta años después, el boom del cine independiente parecía la respuesta al resurgimiento de esta necesidad de proyectar historias atractivas para una nueva generación, que ya no se sentía atraída ni identificada con el relato contracultural boomer. Con la generación X en su máxima expresión mediática, la nueva narrativa del cine durante los noventa tomaría forma ya no gracias a cineastas formados en las universidades, sino a  estudiosos autodidactas del lenguaje cinematográfico que tomaban en cuenta su papel no sólo como creadores, sino como consumidores de películas.

La tienda de cine y Quentin Tarantino

Hablar de Tarantino resulta un problema en sí mismo, que se ha tornado un cliché entre sus admiradores y detractores (casi como lo que sucede con Christopher Nolan o Wes Anderson). El cinismo de quienes asumen una supuesta intelectualidad cinematográfica (“joder, eso sí es cine”) no deja mucho margen para argumentar objetivamente los méritos del director nacido en Knoxville, Tennessee. Es por muchos conocido que obtuvo su formación cinematográfica como empleado de la tienda Video Archives, en Manhattan Beach, California, donde pudo apreciar joyas del cine mundial durante horas en formato Betamax y VHS. Llegó a obtener reconocimiento en su localidad por sus recomendaciones, al grado de que, cada vez que le preguntaban si había estudiado en una escuela de cine, él simplemente respondía: “No, sólo fui al cine”. A la par de su apreciación cinematográfica, aprovecharía el tiempo libre para idear sus primeros guiones. Así, eventualmente surgieron True Romance, Reservoir Dogs y Natural Born Killers.

Escribiendo Pulp Fiction

Tras el éxito sin precedentes de Reservoir Dogs y su manejo de la historia mediante los diálogos, muchos proyectos le fueron ofrecidos a Tarantino; entre ellos, ofertas de blockbusters como Speed y Men in Black. En lugar de aceptarlas, decidió vivir un tiempo en Ámsterdam para trabajar en la idea de su siguiente película, aunque ésta ya estaba establecida desde 1990. Ese año, Tarantino y Roger Avary (su amigo y socio) decidieron escribir un corto bajo la premisa de que sería más fácil que un largometraje.

En algún punto, se dieron cuenta de que era poco probable que aquello se produjera como cortometraje. El proyecto se terminó convirtiendo en una antología de historias, tomando como inspiración Black Sabbath, la cinta en tres partes del cineasta Mario Bava, habría una sección escrita por Tarantino, otra de Avary y otra de un tercer director, que nunca llegó a concretarse.

Bajo el título inicial de Black Mask, Tarantino se propuso una idea poco convencional para el guionismo cinematográfico: “Hacer algo que los escritores de novelas tienen la oportunidad de hacer y que los cineastas no: contar tres historias separadas, tener personajes flotando dentro y fuera con diferentes pesos, dependiendo de la historia o el capítulo”. El director afirma que tomó la trama más común que se haya visto cuando se trata de historias de crímenes. La más común: una en la que el tipo tiene que salir con la mujer del jefe y no tocarla, una historia vista miles de veces. Así surgió el arco sobre Vincent Vega y Mia Wallace; mientras que, para el arco del boxeador Butch Coolidge, Tarantino tenía en mente un personaje más específico para una historia de crimen al estilo del Hollywood clásico. Inspirándose en Kiss Me Deadly (1955), construyó un personaje patán e imbécil.

El relato de Pulp Fiction se sostiene en una tesis muy simple, porque utiliza viejas formas de contar historias y, luego, deliberadamente, hace que funcionen mal. Forma parte del truco tomar personajes y situaciones estereotípicos de las películas de género, para después aplicar algunas de las reglas de la vida real y ver cómo se desenmarañan.

Tarantino se instaló en el distrito rojo de Ámsterdam para escribir el guion de la cinta. Mientras trabajaba en él, acompañó las proyecciones de Reservoir Dogs en los festivales de cine europeos, lo que le sirvió para tomar ideas y nuevas inspiraciones para la dirección de la siguiente cinta. Añadió y quitó escenas. Reservoir Dogs se estrenó en Estados Unidos, con gran éxito comercial y de la crítica, en octubre de 1992. Para enero de 1993, el guion de Pulp Fiction ya estaba terminado.

La situación de filmar

Para Tarantino, la película debía ser épica en todo sentido: invención, ambición, duración, alcance. Por ejemplo, fue filmada con película 50 ASA, la más lenta que se fabricaba entonces, y que servía para crear una imagen casi sin grano, con lo que se logra un efecto visual muy parecido al sistema Technicolor de los cincuenta. El vestuario se inspiró en las ideas del director Jean-Pierre Melville, quien teorizó que la ropa que utilizan los personajes debe considerarse una armadura simbólica y que al mismo tiempo refuerza la identidad y el propósito de sus arcos dramáticos. Esto acentuó visualmente las situaciones que afrontan los personajes, pues colocó un sentido de realismo que rompe con el molde arquetípico.

Otra situación relevante, dado el reducido presupuesto para filmar la película, fue la musicalización. Pulp Fiction posee uno de los soundtracks más memorables y vendidos de los que se tiene memoria. Sin contar con música original, el acierto de Tarantino consistió en encontrar la música adecuada para ambientar una película que homenajeaba al cine de género de los cincuenta, pero sin ser solemne ni obvio, y que al mismo tiempo se sintiera actual. Eligió música surf, porque para él resultaba lo más cercano a la epicidad de los spaghetti westerns musicalizados por Ennio Morricone. Esta selección hace que la película se sienta consciente de sí misma, y que su mezcla de pop underground de los sesenta con baladas clásicas reafirme la noción posmoderna que le caracteriza, además de convertirse en el gancho de la película para una audiencia joven.

Epílogo. El baile y la revolución indie

La escena más icónica de Pulp Fiction sucede cuando Vincent Vega y Mia Wallace asisten a un restaurante temático de los cincuenta y participan en el concurso de twist. Su baile trasciende porque conjunta las ideas de la película en una sola. Primero, rompe la relación de subordinación de Vincent con Mia; evoca a la libertad de las juventudes de aquella época, que rehusaban encasillarse en una estructura social rígida y conservadora; alude a una reinterpretación de la nostalgia y alimenta la curiosidad por saber qué seguirá, sorprendiendo con lo impredecible, tal como la vida real.

Pulp Fiction llegó en el momento correcto. El cine estaba recayendo en una solemnidad autoindulgente y necesitaba volver a romper esquemas, dejarse llevar con nuevas formas de contar historias y fluir fuera de fórmulas predecibles. Para entretener a las audiencias, debía volver a tratarlas como seres pensantes y ofrecerles el reto de una estructura no lineal y arbitraria, pero a su vez satisfactoria. La cinta transformó la actitud de la industria hacia el cine independiente. Cuando los ejecutivos de los estudios se dieron cuenta de que los ingresos y la participación que obtenían con toda la prensa no eran lo mismo que las ganancias, consideraron explotar el modelo independiente: dejaron de comprar o rehacer películas para enfocarse únicamente en distribuirlas. Esta decisión abrió el camino para que otros cineastas se aventuraran con narrativas novedosas.

En cierto sentido, Pulp Fiction revolucionó al cine de la misma forma que Bonnie and Clyde o Easy Rider lo hicieron en los sesenta y Star Wars en los setenta: rompiendo los paradigmas del statu quo de su momento para aventurarse a nuevas formas y nuevas audiencias, aburridas o no identificadas con la línea dominante. Así lo hace hoy Everything Everywhere All at Once, en medio de una nueva crisis detonada por las franquicias cinematográficas. La película propone una nueva disrupción narrativa en motivos y formas, más afín a las preocupaciones de las audiencias actuales. Como Pulp Fiction o Trainspotting, se convertirá en el hito de una generación.+