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Contra la obsolescencia del libro y las librerías

Contra la obsolescencia del libro y las librerías

Se edita para hacer legible el mundo

                Jacobo Zanella, editor de Gris  Tormenta

Nadie sabe por qué se vende un libro. Esta frase de Luigi Amara, escritor, editor y librero, en el prólogo de La invención de un lector, de Cecilia Fanti, expone la incertidumbre que agobia a todos quienes hemos transitado el mundo del libro y las librerías. Por más que nos empeñemos en desentrañar sus razones, por más cálculos, especialización o inteligencia artificial empleemos, seguimos sin descifrar completamente qué fuerza impulsa a un libro a encontrar a su lector. Una ironía ineluctable, y por suerte, irreductible.  

Editado por Gris Tormenta dentro de su colección Editor —una serie de rarezas y hallazgos narrados en primera persona desde el backstage de la creación de los libros—, La invención de un lector es una muestra más del criterio exquisito de la editorial, que ha sabido construir un catálogo poderoso con antologías de autores indispensables y textos que atienden a su fundamento: un taller editorial que reflexiona sobre la intersección contemporánea entre escritura, lectura y edición. Explora, así, la idea del libro mismo, sus posibilidades, componentes y estructuras

En La invención de un lector, Fanti traza seis apuntes sobre la formación del catálogo de una librería y una reflexión sobre el oficio de una librera. Pero Fanti no es solo eso: ha colaborado en proyectos de edición independiente, trabajado en comunicación y marketing en Penguin Random House Argentina, impartido clases de Lengua y Literatura y, en 2017, tomó las riendas de la librería Céspedes, en Buenos Aires. Su trayectoria la define: encarna el compromiso absoluto con los libros, las letras y la cultura. Y, como bien apunta Luigi Amara: la afición a la lectura es la puerta de acceso a drogas duras como escribir, fundar editoriales o hacerse librero

El texto es más que un ensayo sobre dicho oficio; es un manifiesto sobre el delirio, la necedad y la imposibilidad de sostener una librería, salvo por una convicción inquebrantable. No olvidemos que Fanti escribe y trabaja en Buenos Aires, la ciudad con más librerías por habitante en el mundo: cada barrio, cada cuadra, cada segmento de la ciudad tiene librerías de bibliófilos y anticuarios, librerías de usados, librerías de nuevos, librerías de cadena, librerías boutique, librerías que son una fiesta, librerías a puertas cerradas y ocultas. En este ecosistema, abrir y sostener una más es un acto de fe, de resistencia, una declaración de amor y obstinación. Porque la librería no es simplemente un negocio, sino un refugio: un territorio de infinitas posibilidades. 

Fanti nos guía por los pasillos de su espacio, por las entrañas de un oficio sin artificios ni falsas esperanzas, pero con la ilusión intacta de que los lectores encuentren allí un libro que los aguarde. Y conviene recordarlo: en el trabajo del librero no hay glamour, pero sí compromiso y una fijación casi obsesiva. No importan demasiado los números ni los indicadores comerciales, sino la pasión, la entrega y la certeza de que cada título del catálogo ha sido elegido con convicción. Un libro puede vender mucho, poco o nada […]. Pero nunca va a volverse obsoleto, afirma la autora con la seguridad de quien ha vivido el encanto y el desgaste de sostener un espacio donde el éxito no se mide en cifras, sino en permanencia.

La invención de un lector es, en última instancia, una defensa de ese prodigio. Un texto que confirma que, aunque la industria editorial tenga sus precariedades y desengaños, en el simple acto de recomendar un libro al lector adecuado persiste algo único. El libro traza una cartografía emocional del librero, una figura que oscila entre el comerciante y el confesor, el traficante y el terapeuta. Fanti lo sabe: en cada compra hay una historia y en cada venta, un misterio. Los lectores llegan con la esperanza de encontrar un libro que les cambie la vida, y los libreros, a su manera, son los encargados de cumplir ese deseo. Porque siempre habrá alguien buscando un libro que no sabe que necesita y siempre habrá un librero dispuesto a ponérselo en las manos. Ya lo decía Juan Villoro en esa frase que siempre vale la pena repetir: Lo más importante de los libros son las manos que los entregan.

Fernando Sanabrais. Vive entre libros: los difunde, los disfruta, los padece. Hace casi 20 años entró al mundo de las librerías y desde entonces no ha salido… ni parece que lo hará pronto. En ocasiones escribe.