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La literatura que, además, pueden leer los niños

La literatura que, además, pueden leer los niños

19 de abril de 2021

 José Luis Trueba Lara

 Federico Ponce de León es el editor de Planeta Lector. Este hecho lo transforma en el padre y el partero de todos y cada uno de los libros de esta colección destinada a niños y jóvenes. Las mutaciones que tienen los manuscritos desde que llegan a sus manos hasta que se transforman en libros bastan y sobran para que sus genes y sus huellas se muestren en este catálogo. Sin embargo, él —como la mayoría de los editores— es un fantasma que muy pocas veces se materializa. Por esta razón, había que conversar con él para descubrir lo que vive y piensa un espectro que —para fortuna de sus lectores— apenas deja huellas.

Lee+: Aquí entre nos y sin que nadie se entere, ¿qué se siente ser editor de literatura infantil y juvenil (LIJ)?

Federico Ponce de León (FPL): La verdad es que se siente padre, bien padre. Lees un montón de cosas y, por supuesto, es una maravilla estar tras bambalinas y al margen de un mundillo que a veces está marcado por los egos excesivos, aunque éstos no aparecen con tanta frecuencia en los territorios de la LIJ. Debido a esto, como editor tienes mucha libertad para trabajar con los creadores, los escritores y los ilustradores. Todo esto es muy padre, muy edificante. Incluso, te permite crear combinaciones muy interesantes: al momento de elegir un ilustrador para un libro ―sólo por mencionar un ejemplo―, a mí me gusta que, si el escritor es muy conocido, sea ilustrado por un creador poco publicado, y exactamente lo mismo me sucede en el caso contrario. Lo importante es que unos y otros se apoyen, no sólo para llevar más lejos una obra, sino también para difundir talentos y lograr una suerte de equilibrio.

Lee+: Ya tenemos un punto en común: yo me volví editor para leer de gorra; es más, hasta podía leer los libros antes que nadie los conociera. Sin embargo, como editor siempre te enfrentas a un problema difícil de resolver: la tensión que existe entre tu biblioteca y los libros de tus lectores. Hay veces que no coinciden y se excluyen de una manera casi absoluta. ¿Tú quieres que los libros que editas estén en tu biblioteca?

FPL: Ésta es otra de las ventajas que tengo como editor: con frecuencia me encuentro con libros padrísimos y que quiero en mi librero. Pienso, por ejemplo, en los que me ha tocado trabajar con Jairo Buitrago, que es un superescritor de libros para niños, y siempre es un gusto tener sus obras en mi biblioteca. Pero éste sólo es un caso que me vino a la mente. El hecho de ayudar al parto de muchos libros te llena de gusto y de ganas de tenerlos contigo. Claro, también hay ocasiones en las que piensas “este libro no es la joya de la corona” y, por supuesto, no piensas conservarlo en tu librero.

Lee+: Cuando llegas a tu casa, ¿lees LIJ o prefieres otras cosas?

FPL: Tuvieron que pasar muchos años para que me desprendiera del prejuicio que mira a la LIJ como una suerte de segunda división, de hija no reconocida de la “gran literatura”. A partir de ese momento, empecé a leer estos libros con gran gusto, pues descubrí que entre ellos y la “literatura mayor” no existía distancia. También leo novelas y algo de filosofía, pero siempre que lo hago estoy pensando en cómo esos libros se pueden traducir a la LIJ y, en otros casos, ellos me apoyan en la creación y la edición. Sin que yo me lo proponga, mis lecturas siempre terminan permeando mi labor como editor.

Lee+: Esto que dices me pone en problemas… si llevara al extremo tus palabras, parecería que la LIJ no existe como una categoría aparte. Si dejamos de lado los libros de primeras letras, que sin duda tienen características muy específicas, tendríamos que asumir que sólo existe la literatura, y que yo —aunque tenga 60 años— puedo leer libros para jóvenes, justo como me sucedió con Loba, de Verónica Murguía, sólo por mencionar un caso.

FPL: El ejemplo de Loba es muy interesante. Esta novela se parece a lo que te pasaba cuando hacías un examen de niño: te habías memorizado el acordeón, pero ninguna de las respuestas que te sabías se ajustaba a lo que te preguntaban. ¿Loba es literatura juvenil? Sí, sin duda; pero la verdad es que no sé porqué lo es. La frontera entre los libros es elusiva, muy elusiva. Esto que te cuento me pasa constantemente. Y, depende del pie con el que me levante, me gusta pensar que sí existe la LIJ o que sólo existe la literatura que también pueden leer los niños y los jóvenes. Hay una definición que me gusta mucho de la LIJ: la literatura que, además, pueden leer los niños.

Lee+: Perdón que te haga una pregunta indiscreta, pero la verdad es que el morbo me mueve. Goethe decía que sus editores se merecían un infierno terrible. Entiendo sus palabras, pues cada vez que un escritor entrega su manuscrito corre el riesgo de la lectura del editor: de la mirada afilada que le encontrará mil defectos y lo obligará a repensar sus palabras. ¿Algún escritor ya te ha soñado en ese infierno?

FPL: Yo espero que sean los menos, pero sí hay autores que me piensan en el infierno creado por Goethe. Hace no mucho tiempo me sucedió un caso de este tipo: el escritor se miraba haciendo giras internacionales y pensaba que su libro sería una edición más allá de lo lujoso. Nada de esto ocurrió, pues los libros tienen su destino y, parte de él, consiste en lograr que tengan un precio accesible a los lectores. Es más, en algunas ocasiones pienso que, si yo fuera el autor, me mandaría a ese infierno. Sin embargo, también asumo que me gusta trabajar muy de cerca con los escritores y los ilustradores. Yo no quiero escribir, quiero editar, y eso lo aprendí en una entrevista que me dio uno de los mejores editores de América Latina: “el editor que escribe es como alguien que trabaja en una casa de citas”. Lo importante es el amor en la labor editorial, en la certeza de que uno se transforma en un fantasma que nadie mira y cuya obra es el catálogo. +