Las otras maneras de hacer música. Entrevista a Carlos Miguel Prieto
Por Beatriz Vidal
5 de agosto 2022
La planeación de una temporada de la Orquesta Sinfónica de Minería implica una curaduría cuidadosísima. Cuéntame ¿cómo lograste crear una serie de programas tan maravillosos?
La verdad es que no fui yo quien planificó la temporada; este trabajo corrió por cuenta de un espléndido grupo que fue capaz de crearla. Sin embargo, te confieso que en la programación hay muchas ideas y propuestas mías que lograron entrelazarse con el trabajo colectivo.
En 2020 la pandemia nos quitó dos temporadas: una en homenaje a Beethoven y otra de verano, que de alguna manera se recuperan en la que está por comenzar. Por esta razón, la nueva temporada es un híbrido entre el Festival Beethoven y una normal. La pienso como la temporada de las sinfonías de Beethoven, que aparecen en cuatro programas de un interés musical extremo para el público y la orquesta. Las sinfonías están encapsuladas en tres semanas de trabajo, que son el alma de la temporada; el resto de los conciertos resultan distintos: algunos se relacionan directamente con Beethoven y otros siguen caminos diferentes.
La primera semana, que funciona como una celebración del regreso, ofrece un programa con el que siempre he soñado: un gran júbilo franco-español. Se interpretará la Sinfonía fantástica, de Berlioz, que de muchas maneras representa una continuación de las locuras que imaginó Beethoven, y que Berlioz llevó al extremo. También aprovechamos la visita de Pablo Sáinz-Villegas, el grandísimo guitarrista español, amigo de la orquesta y muy conocido a nivel mundial; por él se nos ocurrió que se tocara el Concierto de Aranjuez, archiconocido y archiquerido. Ahí estaba un juego entre Francia y España, al que se suma “Iberia”, de Debussy: una amalgama perfecta, porque al mismo tiempo es una obra francesa y una obra española.
La siguiente semana interpretaremos la Quinta sinfonía de Mahler y el Concierto para violín y orquesta de Brahms, dos obras muy clásicas o muy románticas del repertorio austrogermano, precedidas por una obra de Kaija Saariaho —una finlandesa genial—, llamada “Asteroid 4179: Toutatis”, breve y brillante. En el concierto de Brahms estará el extraordinario violinista Julian Rachlin, uno de los intérpretes más destacados en la escena internacional. La Quinta Sinfonía de Mahler tampoco tendría sentido sin Beethoven: lo que él llevó a un extremo dentro del clasicismo, Mahler lo lleva, en el psicoanálisis, a un todo tan freudiano como el cambio de siglo en Viena.
Los programas tres y cuatro ocupan una semana: en ellos interpretaremos las sinfonías 1, 6 y 3, así como las 2, 4 y 5 de Beethoven, respectivamente. Cualquiera que tenga interés puede escuchar estas obras en dos conciertos con muy poca distancia temporal, por eso digo que estas presentaciones son el alma de la temporada.
El hecho de que la Orquesta Sinfónica de Minería interprete seis sinfonías de Beethoven en dos fines de semana parece un récord mundial.
Casi podría serlo, pero en España un director interpretó las nueve en un solo día con dos orquestas distintas. Ese sí es un récord mundial. Pero en nuestro caso se trata de algo más: interpretarlas bien, y creo que lo vamos a hacer muy bien.
Además de esto, resulta necesario pensar que esta temporada podría escucharse de una manera distinta. A veces la música nos hace preguntas y, si hoy diseñara la temporada, seguramente incluiría una obra en homenaje a los mártires que fueron asesinados en Chihuahua hace unos días… En el ensayo se lo decía a la orquesta: no podemos seguir haciendo música sin detenernos a pensar cómo pueden ser asesinadas dos personas que dedicaron 30 años de su vida a servir a la gente más desprotegida. Esto no puede pasar. No podemos acostumbrarnos a esto. Sé que enfrentamos muchos problemas con el narcotráfico, pero si continuamos con la idea de que la ley se aplica parcialmente y es negociable, vamos por mal camino. Me cuesta mucho trabajo comprender cómo una persona de 30 años —alcoholizada y llena de drogas— entra a una iglesia y asesina a dos sacerdotes que lo único que estaban haciendo era darle la bendición a alguien que acababa de ser asesinado. No dejaré de pensar eso, y créeme que algo haré este verano para honrar a estas personas…
Mi objetivo —y ojalá sea aceptado— consiste en dedicar la gala de clausura a estos mártires, pues no conozco nada más emblemático, profundo y celebratorio del heroísmo del ser humano que la música. El Concierto para violín —interpretado por Paul Huang— y la Novena Sinfonía, ambos de Beethoven, le transmitirán al público una combinación de esperanza y conciencia. Tú y yo somos mexicanos y algo tenemos que decir sobre nuestro país.
Completamente de acuerdo, la música está para honrarlos, y eso es lo que podemos aportar.
Te cuento algo personal: Javier Ávila —el sacerdote que nos casó a mi esposa y a mí hace 25 años— fue quien reconoció los cuerpos de estos mártires. Cuando empiezas a ver que la víctima ya no es el amigo del amigo del amigo, sino el sacerdote que te casó, no te puedes quedar callado. Los músicos no somos políticos, pero la música sí tiene algo que decir, y alguien como Beethoven —que era valiente y osado, por ejemplo, cuando escribió la Novena Sinfonía— nos legó el mensaje de la esperanza. Ojalá esto pueda ayudar a ofrecer ese sentimiento a la gente.
Hay otra cosa que te quiero preguntar: como en otras ocasiones, ¿vas a invitar a un niño a dirigir y a bailar en una fiesta inolvidable?
Tú me conoces y sabes que me gusta involucrar a los niños. El objetivo de esos conciertos familiares es que todos se sientan bienvenidos. Esto lo digo a sabiendas de que todos nuestros conciertos son familiares, no existe ninguno no apto para un niño de ocho años. Pero estas presentaciones en especial las diseñamos para que venga toda la familia y hagan un poquito de ruido y un poquito de relajo. Por eso los ponemos a bailar o a dirigir.
Por último, necesito preguntarte algo fundamental: ¿qué proyectos tienes para el 45 aniversario de la orquesta, que se celebra el próximo año?
Para planear el aniversario con todos sus detalles, debemos pensar con cierta calma. Sin embargo, podríamos aventurar en este momento que, después de Beethoven, lo más natural sería interpretar a Brahms. El mundo postbeethoveniano me atrae mucho, pero también me interesa seguir investigando cuestiones relativas a la música mexicana, a la música latinoamericana…
Esto que dices podría parecer una mentira, pero hay veces que la gente te dice: “¡Ay, ¡qué bien que haces música mexicana!”. Yo no lo veo así. En esto no hay ningún mérito, sino una obligación. Por ejemplo, este fin de semana voy a hacer el estreno de una obra de Gabriela Ortiz y otra de Mario Lavista, a quien recordamos con mucho cariño. Ellas acompañarán a la Segunda sinfonía, de Brahms.+
Programación sujeta a cambios