Las letras chiquitas del amor

Las letras chiquitas del amor

14 de febrero de 2022

Citlali Figueroa

Recuerdo la primera vez que leí un cuento para niños sobre el amor y la amistad, era un viernes por la tarde, cuando mis papás nos llevaban a la biblioteca, resulta que esas historias –casi siempre– tienen un final feliz, esos finales que te dan esperanza, que te enseñan “el buen amor”, “el amor real”, “la amistad sincera”, donde los protagonistas –ya sean personas, animales o cosas–, atraviesan situaciones de peligro, malentendidos, o disgustos que provocan una separación momentánea, pero aprenden la lección y siguen adelante con su amistad, con su amor, con sus sueños. Haciendo esta reflexión, aún no estoy segura si siento nostalgia por esas primeras lecturas, o bien, si mi sentimiento es enojo por haber crecido con mentiras, aunque pensándolo bien, no fueron del todo mentiras, en la vida cada día nos enfrentamos a diferentes retos, tanto en lo personal como en lo profesional, hay algunas historias nos preparan para entender la vida y hacerle frente a los monstruos que la vida adulta nos tiene preparados.

Un pequeño paréntesis, ¿en qué momento se dieron cuenta de que eran adultos? Para ser honesta, aún no estoy segura si cumplo los requisitos.

Regresando a las historias de amor y amistad, todo marchaba sobre ruedas, una niña feliz creciendo, haciendo lo mejor que puede y descifrando los acertijos, y de alguna manera llegué a la tierna edad de 12 años, mientras leía El diario de Ana Frank, conocí al niño popular de la primaria –sí, sexto grado–, jugaba fútbol y era gracioso, fue mi novio de manita sudada, paseábamos durante el recreo y me ayudaba a cuidar de mi hermana Mich, aunque ella se enojaba porque no jugábamos. Una vez, él decidió pasar el recreo con otra niña y yo, me sentí mal, recuerdo que una amiga comentó que era su exnovia –escribir esto me da mucha risa y un poco de vergüenza, pero así fue–, la verdad, lloré un poco. Cuando mi hermana se dio cuenta, se dirigió a él y le reclamó, fue por chocolate a la tiendita y me consoló. Al parecer, ya tenemos códigos registrados de comportamiento, ella tenía 9 años, ¿cómo supo qué hacer? Ella no quería que estuviera triste y me cuidó, saben, eso es amor.

Años más tarde, tenía 18 años y estudiaba el cuarto año en CCH –son tres, pero no quería irme–, y tenía una relación de un año, todo parecía estar bien y de un momento a otro nos separamos. A la semana, decidimos vernos, lo esperé en Periférico Norte y Bolevar de la luz, el mismo lugar donde nos conocimos. Mi plan, platicar y reiniciar la relación, su plan: ir de la mano con otra chica. Bueno, así fue como me rompieron el corazón, había leído de eso en los libros, pero creí que Romeo y Julieta era una tragedia exagerada, ¿quién es tan tonto para morir por amor?, ¿quién ama en tan poco tiempo? Yo juraba que los corazones no se rompían, son un órgano exclusivo para bombear sangre, es imposible que se rompa por amor. Pero estaba equivocada, ese día descubrí lo que se siente cuando se rompe el corazón, resulta que el tiempo pasa muy lento, escuchas tus latidos como si un par de altavoces transmitieran tu palpitar, tu estómago decide irse de paseo y atravesar la corteza, el manto y llegar al núcleo de la tierra de a una velocidad de 50 nudos, como el Nautilus de Julio Verne, no lloras, no gritas, no puedes hablar, tampoco te obedecen las piernas ni los brazos, sientes que todo te tiembla y escuchas como si tronara tu cielo interno. El pecho te duele y no sabes qué hacer, es un pequeño momento donde tu mente se separa del cuerpo y observa lo que está pasando sin poder hacer algo, es como si todos supieran lo que pasa alrededor, exepto tú, como Santiago Nasar en Crónica de una muerte anunciada, pero esta sería la Crónica de un corazón roto. Nuestras miradas se cruzaron y se fue con ella.

Hay una ley de vida popular que dicta: “Naces. Creces. Te reproduces. Y mueres”. Pero nadie te explica los que hay entre una y otra etapa –esa expresión ya debería quedar en el siglo pasado–, tampoco te dicen que cuando amas te conviertes en una persona fuerte y vulnerable, al mismo tiempo. Alguna vez leí que cuando amas entregas al otro todas las herramientas para lastimarte, pero no lo hace, porque te ama. Suena bastante irónico, porque son las personas que más daño nos hacen. Haber leído sobre el amor, la traición y la esperanza, no te preparan para ese momento, pero te hace entrar en perspectiva. Al menos, no me tocó formar parte de la familia Buendía ni de Eréndira, de las historias de Gabriel García Márquez que había leído en secundaria, como El amor en los tiempos del cólera, donde todas queremos ser Fermina y encontrar a nuestro Florentino.

Tenia 18 años cuando me rompieron el corazón, pero después, de alguna forma, llegué a casa. Por fortuna estaban mis padres y mis hermanas, cuando es importante no sé ocultarlo a mi familia, o tal vez ese día era muy evidente que algo había sucedido. Ese día logré desbloquear un logro de adulto, encontré apoyo, fuerza y amor en mi familia, no minimizaron lo sucedido y a los pocos minutos ya estábamos riendo, resulta que así de rápido como se rompe un corazón, también se sana, con más amor.

El día del amor y la amistad, siempre me ha parecido comercial y aburrido. Cuando tenía nueve años, llegó un compañero, con una rosa de chocolate que no acepté, sus primas estudiaban en la misma primaria, de hecho, eran mis amigas. La mayor, me tomó por sorpresa y me llevó hasta el registro civil de la kermés, donde me casé. Así es, tenía marido a los 9 años. Hace poco, vi en Facebook la transmisión en vivo de su boda. Cómo ha cambiado el amor. ¿O fui yo quién cambió? Tengo un par de años soltera, la pandemia no me dio oportunidad de salir con mis amigas y coquetear con los hombres, vaya, que es difícil conocer personas en la nueva normalidad, pero no solo amores, también hacer amigos es complicado, incluso mantener los amigos, es difícil.

Hace unos meses, me registre en una aplicación de citas, me sorprendió encontrarme con un universo de personas, prospectos tan diversos y peculiares, y es bastante sencillo descartarlos con un clic o deslizar a la izquierda. Es un catálogo de personas dispuestas a interactuar, en busca del amor. Para comenzar, tienes que describirte en un párrafo corto, y poner tu mejor foto, pero no todos son honestos. Entonces, todas las reglas que aprendiste en el camino, ya son obsoletas. Se acabaron las cartas dobladas en forma de corazón, con el borde de la hoja quemado, fueron reemplazadas por emojis y mensajes cortos de texto. Se sustituyeron los paseos tomados de la mano por videollamadas. Las cenas íntimas mantienen una mirada romántica con la pantalla… ¿Ahora así es el amor?

Contrario a lo que se pensaría, aún me quiero enamorar, encontrar a alguien para amar todos los días y las noches. Quien probablemente está oculto en mi futuro, a unos días o meses –por favor, años no–, de distancia.

La verdad, sigo leyendo historias amor como Tu y yo, invencibles, volví a leer a los clásicos, como Cumbres borrascosas, Ana Karenina, y algo de poesía, pero mi principal inspiración es la historia de mis papás, que después de tantos años siguen enamorados. Para ser sincera –todavía más sincera–, tal vez el amor a mutado tanto que, el amor que me gustaría tener ya no existe, me encargué de alimentar la idea con poesía, comedias románticas y dramas, que me olvidé de leer no ficción. A veces, quisiera regresar a la primaria cuando los niños llegaban con una rosa de chocolate y mi hermana me cuidaba –lo último, no ha cambiado–.

Las letras chiquitas del amor, son emociones, sentimientos y experiencias que, aunque te las digan, no puedes estar preparado para enfrentarlo, al final, el amor no cambia, cambiamos nosotros. Me alegro de atreverme a cambiar, y aunque da mucho miedo, ya quiero descubrir las aventuras románticas, los príncipes azules y los ogros que conquistarán mi corazón. +