Aura García-Junco: la fe en la ceguera de la escritura
10 de enero 2023
Por José Luis Trueba
Hace muy pocos años, en 2019 para ser exactos, Aura García-Junco publicó su primera novela: Anticitera, artefacto dentado (Booket). Tres años más tarde, la revista Granta la señaló como una de las 25 narradoras jóvenes más prometedoras en lengua española. La aparición de Mar de piedra (Seix Barral, 2022), su nueva novela, obliga a indagar en su literatura, en su enceguecido método de escritura y, por supuesto, en la manera como se entretejen en su obra la ficción, la realidad y las metáforas sobre el mundo.
Tengo la impresión de que llamarse Aura podría ser una condena, un destino que te obliga a ser bruja o escritora…
O ambas.
Y tú, ¿cómo escribes?, ¿cómo llegas a crear una novela como Mar de piedra?
Mi proceso para escribir novelas es extraño: tiene más que ver con la intuición y con no saber hacia dónde voy que con un plan perfectamente detallado. Mi punto de partida son las atracciones poderosas, las intuiciones que se pueden perseguir, pero nunca nacen del saber de qué trata la historia o quiénes son exactamente los personajes. Al comenzar tampoco tengo un mensaje claro y concreto. Esto me gusta de la escritura de novelas: cada autor tiene un método que parece óptimo, pero hay algunos más claros que el mío. Cuando empiezo a escribir me encuentro en un estado de ceguera total, me entrego a un acto de fe. Yo escribo porque me gusta escribir: en los ensayos me explico cosas que suceden en este mundo; en las novelas puedo crear mundos y maravillarme de lo que puede ocurrir en una hoja en blanco. El papel y las palabras me dan la oportunidad de entender aquello que me sorprende. Toda escritura es un viaje, un trayecto en el que no sabes qué vas a encontrar.
Mar de piedra está llena de objetos inexistentes, de libros que aún no se editan… parecería que en tus novelas siempre hay un elemento que se acerca a la no ficción, como sucede con los mapas.
Esto me gusta mucho, incluso ya lo había hecho en Anticitera. Creo que tiene que ver con la tradición de los libros apócrifos, con la idea de poder crear objetos en mi literatura. Como Mar de piedra debía ser una obra que transcurriera en una realidad paralela, en ella se tendrían que mostrar sus propios objetos, que debían ser creados por los personajes de esa otra realidad. Esto proviene del acto de imaginar una manera de responder a distintas preguntas: ¿cómo es el mundo en el que transcurre la novela?, ¿qué objetos, qué palabras y qué acciones pueden ocurrir en un mundo donde existe una religión totalmente distinta? Lo importante es crear una fantasía que se autogenera. En este hecho se encuentra algo poderosísimo: la fantasía que nos permite crear metáforas de la realidad en la que vivimos. Pensar la realidad como una realidad pura nos puede llevar al anquilosamiento.
Mar de piedra bien podría ser una metáfora de la violencia, de las desaparecidas…
Sí, por supuesto. La novela es un reflejo muy poderoso de las desapariciones. De hecho, en algún momento, Luisa Valenzuela —que también proviene de una realidad que ha padecido este horror a veces inexplicable con palabras— me dijo que la novela era una metáfora muy fuerte para hablar de este tema. Las desaparecidas son las personas que ya no están, pero que no dejan de estar; ellas crean la potencia de la ausencia. La idea de una estatua que es y no es la persona provoca la misma sensación de la dureza de lo inasible, de no tener un cuerpo, de jamás tener una respuesta. Esto puede resultar mucho más terrible que conocer el verdadero desenlace, aunque éste sea la muerte. Los personajes de Mar de piedra están atrapados en esta incertidumbre. +