Púlsares del confinamiento: Tres poemas de Silvia Eugenia Castillero

Púlsares del confinamiento:  Tres poemas de Silvia Eugenia Castillero

11 de junio de 2021

La poética de Silvia Eugenia Castillero se puede observar, principalmente, en tres de sus más destacados libros de poesía, justo aquellos que reflejan cierto universo medieval y mitológico: Eloísa, En un laúdla catedral y Atrios, los cuales comparten tenues referencias a la mística cristiana.

Sin embargo, además de dichos referentes, esta poesía se define como un ejercicio de mímesis no en cuanto a semejanza de las formas, sino en cuanto a traspasar lo aparente para llegar al centro y reflejarlo. Atendiendo a un concepto de esta mística cristiana que le es cercana a la autora, hablaríamos de una transverberación: la palabra poética es la flecha ardiente que atravesará los umbrales para acertar y decir el corazón de las cosas. La poesía es el vehículo, la invocación para llegar a la médula. Como dice Castillero: “la poesía es la que abre la puerta al rito por el cual la metáfora asume la esencia de sus objetos”.

Es decir, no evocar, no replicar, sino adentrarse en la sustancia de lo dicho para nombrar significativamente. Afirma la autora: “Cantar la cosa es para mí unirme mediante el acto poético a la fusión con el objeto cantado, para que el texto sea un objeto capaz de significar, y pertenezca al reino de la analogía, el de la imaginación”.

Estos aspectos pueden identificarse en sus diversos títulos. En Zooliloquios, la analogía de lo humano con un bestiario fantástico o real nos acerca a esa profunda condición nuestra de claroscuros: decir migala para decir tedio, enunciar a las arpías para llamar a la desesperanza.

En Eloísa, el discurso ancestral de lo afectuoso nombra el desaliento de Abelardo y Eloísa, amantes del s xii, arquetipos de la tragedia amorosa, mientras que el río Sena tiende un puente, en palabras de Silvia, “entre el París medieval y el contemporáneo, trayendo voces antiguas y modernas que van formando un trayecto”.

En el libro En un laúdla catedral, la obra más importante de Castillero, de acuerdo con el poeta José Homero, uno de sus principales críticos, la arquitectura de las catedrales góticas, construcciones de suma importancia para el cristianismo del medioevo, levantan templos de palabras donde la luz que atraviesa los grandes vitrales y la música que reverbera en la piedra, nos revela el prisma y el melisma del espíritu. En Atrios, aunque comparte ciertas atmósferas y ambientes medievales, el espacio cerrado, hortus conclusus de la catedral, se abre a la intemperie, a la crudeza de la luz, a la multitud de voces y de escenarios del mundo justo para invocar, en su frontalidad, la experiencia humana.

Su más reciente libro, En esa delgada separación, aunque abre otras vertientes en sus asuntos poéticos, comparte la referencia a la mística mencionada al estructurar, en siete cantos, en clara alusión a las siete moradas que Teresa de Ávila estableció que deberían recorrerse para llegar a lo inefable, el trayecto de los migrantes hacia su destino. El poemario refleja este vía crucis que soportan estos nómadas, pero también, nuestra su vía crucis de conciencia.

Si bien estos volúmenes entrecruzan referencias míticas y sus versos implican la develación de un universo esencial, también retoman ciertos tópicos definitorios de la autora, a decir de José Homero: “la metamorfosis, el carácter cíclico de la vida, los trazos semióticos del ascenso-descenso como metonimias significativas de los procesos de muerte-resurrección y también de trascendencia y la elección de un campo semántico floral como metonimia personal”.

Los poemas que presentamos no son ajenos a estas definiciones. En “Flores”, la alusión semántica de lo vegetal nos muestra los trabajos minúsculos de la finitud: las vértebras engarzadas que, como flores carnívoras o como un virus mortífero, devoran sin piedad la linfa espinal; “Covid” nos devela el muro infranqueable entre la vida y la muerte, en el cual una mancha es el signo de la enfermedad y su condena. El último texto es una metáfora del confinamiento, de la lentitud y extrañeza de esos días donde el silencio permitía escuchar el obstinado rumor del tiempo.

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Flores

Silvia Eugenia Castillero

 

Carnívoras

cada vértebra florecida desde el tallo

come de los líquidos que pasan cerca

flores encadenadas una a otra

buscan las acequias de mi cuerpo

y alargan los huesos para rasguñarlas

y beber

vegetales sedientos

en su descomposición son parásitos

que destazan mi columna vertebral

la carcomen para vivir

tuercen mi figura erguida

miro en la radiografía cómo afilan

y se ablandan casi cartílagos

para alcanzar la médula

el flujo más interno de nervios y presagios

escarban mis secretos

siento el peso del tiempo en las minúsculas

bocas abiertas abrevando

su sed no se detiene

cincelan, avanzan, taladran,

mi espina dorsal busca un estero

para remojar sus ramas

tal vez no sabe que afuera

un dolor entume mis manos

no escucha mis quejas

no percibe mi angustia

tiesa de llanto escucho

cómo trabajan noche y día

esas flores carnívoras.

 

 

Covid 19

a Marisa

 

La mancha era gris sobre esa pared verde.

Qué largo muro, aunque no era muro sino pared.

La diferencia debe ser el acomodo.

El bisturí. La sonda. La cicatriz.

Uno debajo de lo otro. Así nos explican la enfermedad.

Covid es más conciso que enfermedad.

Es más agudo y penetra hasta el alma.

Cuántas almas ahí dentro.

Desparramadas. Dobladas. Desiertas.

Ocres indistintos.

Quién dejó esa mancha sobre la pared verde.

Una mano o un alma.

Se toman de la mano cuerpo y alma para morir.

El Covid los desenlaza. Llega con fuerza.

Le troza la energía a la voz para comerse los tejidos abundantes.

Los somete. Ahí están cuerpos y almas en divorcio.

Del otro lado de la pared verde. Muy larga y alta.

No hay ventanas ni hay misterios.

No se ve el interior pero oímos el pulso de miles de pulmones.

Secándose. Endureciéndose. Dejando escapar el oxígeno.

Se percibe por fuera el aire desvaído.

Respirar para nacer. Dejar de respirar para.

Tal vez sea la consigna del futuro.

Debemos inventarnos de metal.

De hierro para no desangrarnos.

Detrás del muro hay almas desgarbadas.

 

Pero la cabeza, el cuerpo

 

El cemento

El café

Las hojas caídas

El internet

Los nidos entrevistos en los árboles

La silla y la columna vertebral cansada

La lista de pendientes

Los muebles con los que a diario me tropiezo

Los rincones sucios

miro todo esto, eso, lo de allá que ahora es lo de aquí

toco una y otra vez la pared de granito

luego el mármol, la madera

para no dejar que mi cabeza se caiga

y le de vueltas a los límites de la ventana

para que no se canse en los viajes virtuales

y tire la computadora al suelo

esta cabeza que es mi cuerpo

este cuerpo vuelto un manojo de nervios asustados

de circuitos rotos entre lo que quiere y lo que puede realizar

los dedos se tocan, las canas aparecen, los ojos buscan

en las rendijas, en los resquicios, en las rebanadas de cielo

que se ven desde los balcones de la ciudad

la ropa tendida, las antenas de televisión, los tinacos

y una que otra estrella

ojalá fuera fugaz

a veces la confundo con un murciélago

a veces los aviones parecen ovnis

me quisiera apuntar para el viaje a Marte

pero la cabeza, el cuerpo

las noticias y el miedo

la edad y el tiempo que se destruye

el tiempo y los sueños recuperándolo

los sueños y su lucidez

La lucidez se esfuma

como se esfuman los días iguales

caóticos en este cuarto

sin cruzar calles

sin conducir autos

sin llegar tarde pero sintiendo que apremian los minutos

y que no alcanzan

el día y la noche se sincronizan

la silla me molesta

la pantalla me enceguece

el cuerpo se debilita

la mente se cierra

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Silvia Eugenia Castillero nació en la ciudad de México. Autora de los libros de ensayos Entre dos silencios, la poesía como experiencia, 1992, 2003; Aberraciones: El ocio de las formas, 2008. En poesía ha publicado Como si despacio la noche, 1993; Nudos de luz, 1995; Zooliloques, edición bilingüe, París, 1997; Zooliloquios. Historia no natural, 2003. Eloísa, 2010. Héloïse, 2012, Montreal. Eloise, edición bilingüe, Greensboro, 2014. Eloísa, Barcelona, 2019. En un laúd –la catedral, Fondo Editorial EdoMex, Toluca, 2012 (Premio Letras del Bicentenario Sor Juana Inés de la Cruz, 2011). Luz irregular. Antología. Material de lectura. UNAM, Ciudad de México, 2016. Atrios, Editorial Bonobos, Toluca, 2018. En esa delgada separación (consigue el libro aquí), Universidad Veracruzana, Xalapa, 2019. Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte de México de la Secretaría de Cultura, desde 2007. Actualmente es directora de la revista literaria Luvina de la Universidad de Guadalajara.


Curaduría y presentación de textos por Claudia Posadas.