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Almudena y la alegría de la resiliencia

Almudena y la alegría de la resiliencia

6 de diciembre 2022

Por Irma Gallo

Hace poco más de un año, el 27 de noviembre, murió Almudena Grandes (Madrid, 1960-2021). Un par de semanas antes de su primer aniversario luctuoso, Planeta, a través de su sello Tusquets Editores, puso a circular en librerías la que se convirtió en su novela póstuma, Todo va a mejorar.

A veces, las circunstancias en las que se escribe no son las mejores, pero eso mismo puede detonar obras destinadas a perdurar en el tiempo, aun después de que sus autores hayan dejado el plano físico de la existencia. Esto es lo que sucedió con Todo va a mejorar:

Almudena Grandes comenzó a escribir su novela en el “día 19 del confinamiento” al que el virus sars-cov-2 obligó a la mayor parte del mundo, según consta en la nota final escrita por su viudo, el poeta Luis García Montero, incluida en esta primera edición del libro.

Las circunstancias en que se escribe muchas veces no son las mejores. Fue una semana de mucho trabajo, el libro no salía a la venta y el plazo para escribir esta reseña se acercaba inexorablemente. Todo va a mejorar, como la mayoría de las novelas de Almudena Grandes ―sobre todo desde que se aventuró a escribir sus Episodios de una guerra interminable—, es un libro de casi 500 páginas. Llegué a pensar en hacer esta reseña sólo a partir de la lectura de la nota final en la que García Montero explica el proceso de escritura de la novela.

Pero me dije que hacer eso significaría traicionar el trabajo de Almudena, que ocupó los últimos meses de su existencia en hacer lo que más amaba en la vida, lo que hizo durante más de la mitad de ésta: escribir. Así que me leí la novela completa, porque sentí que era lo menos que le debía.

Ahora que puedo hablar, o mejor dicho escribir, con pleno conocimiento de causa, afirmo que, aunque la autora empezó a imaginar esta historia cuando todavía no sabía que padecía un cáncer que le costaría la vida, sí la planteó como un proyecto ligado a la esperanza y a la resiliencia.

Como toda novela distópica, Todo va a mejorar plantea en principio un escenario negro: un futuro cercano en el que, a partir de la primera pandemia, España está dominada por una dictadura basada en el capitalismo más voraz, y donde las libertades son restringidas bajo el pretexto de cuidar a la población de las pandemias, que se suceden una detrás de otra.

El empresario Juan Francisco Martínez Sarmiento, conocido como el Gran Capitán, comienza por crear una especie de partido político a imagen y semejanza de un corporativo empresarial, en el que la única ideología consiste en la ganancia. Para poder dominar por completo al pueblo, provoca el Gran Apagón, que no es otra cosa que la caída del internet en todo el territorio español. Él y su mano derecha, Megan García, una mujer eficiente y con pocos escrúpulos, consiguen a los hackers más eficaces del país, quienes se aseguran de tirar la red para sembrar el pánico y la confusión entre la gente, y, unos días después, activar una nueva, por completo acotada, que será la única a la que se puedan conectar los dispositivos de todos los españoles.

Como la información es poder, Martínez Serrano, Megan García, un grupo de resentidos tanto de derecha como de izquierda, los grandes empresarios, algunos influencers y otros tantos activistas —no demasiado radicales, eso sí— que han conseguido captar aprovecharán este vacío para crear el Movimiento Ciudadano Soluciones Ya (MCSY) y hacerse con el poder político.

En un escenario de hartazgo social germinan las peores pesadillas. Hartos de la migración africana y sudamericana; la crisis económica; los amagos de independencia del País Vasco y de Cataluña, y encima de ello aislados por completo del resto del mundo, los españoles no tardarán en ceder a la tentación de creer en la causa del MCSY. Y cuando se den cuenta de que, de todos modos, no les quedaba de otra porque la dictadura se ha instalado por completo, inventando la Segunda y Tercera pandemias, desmantelando las instituciones creadas en las décadas de la democracia e imponiendo nuevas ―con gente improvisada al frente―, ya será demasiado tarde.

Pero en la novela póstuma de Almudena Grandes ni la más brutal dictadura podrá contra el anhelo de libertad y la dignidad de la gente —quisiera creer que esto se hará realidad algún día en nuestro mundo de carne y hueso—. Un grupo de personas de las más diversas procedencias, edades, profesiones, estatus social y demás deciden que ya no van a soportar que el gobierno les diga de qué pueden trabajar, cuándo deben tomar vacaciones, dónde deben vivir y hasta les obligue a asistir a fiestas para conseguir pareja.

Y es ahí donde reside la esperanza. En Mónica Hernández, maestra de historia y documentalista, divorciada y madre de dos hijos ya adultos; en Enrique Duarte García, músico frustrado que encontró su vocación en la alta repostería y en su esposa, Laura Caballero, trabajadora social que ama la libertad y a su familia; en Paula Tascón, hacker devenida en dependienta de una tienda de videocámaras y en su marido, Jonás González, animador digital que se ve obligado a trabajar con el gobierno; en Domingo Caballero, jubilado deprimido que encuentra en la resistencia una nueva razón para vivir; en Yénifer Mejía Flores, hondureña que se ha empleado como trabajadora del hogar en un complejo residencial donde se puede andar sin mascarillas y los distinguidos vecinos están exentos de vacunarse; incluso en dos funcionarios públicos: Julia Pardo, estudiante de policía que detesta las injusticias, y Rodrigo Sosa, ascendido al mayor cargo policial en la dictadura, pero que siempre ha estado en contra de ella.

No quiero hacer spoiler, por eso aquí me detengo en la narración de la trama de la novela. Lo que sí quiero enfatizar —porque me parece indispensable— es el proceso de escritura de ésta, como adelanté en un principio, y lo que supuso para su autora, incluso desde el punto de vista ideológico.

Empezaré por lo segundo: Almudena Grandes siempre se asumió públicamente como una mujer de izquierda, y con la escritura de sus Episodios de una guerra interminable no hizo más que refrendar esa posición. Para ella, el fascismo de Franco representó la gran tragedia de su país. En su novela póstuma no se traicionó, porque el gobierno que pretende manejar al país como una empresa se convierte pronto en una dictadura. Y es la gente común, la de a pie, la que encabeza la resistencia. Esa gente que decide nombrar a su movimiento El Monte, como recuerdo de los republicanos que se escondían en los montes durante la Guerra Civil. Ese monte que, como bien reza el eslogan que crean para desestabilizar a la dictadura empresarial: “No es un lugar. El Monte está en todas partes”.

En cuanto a lo que supuso el proceso de escritura de Todo va a mejorar para Almudena Grandes, en el plano más íntimo, fue, sin duda, el motivo que le permitió dar la pelea contra el cáncer durante los últimos meses de su existencia. En la tan mencionada nota final, Luis García Montero cuenta que la autora escribió el capítulo 6 —la novela tiene 7— por los mismos días en que se enteraron que el cáncer ya había causado daño en el hígado.

En septiembre de 2021 se llevó a cabo la Feria del Libro de Madrid, y Almudena lamentó mucho no poder atender a sus lectores. Era uno de los espacios que más disfrutaba, según García Montero, así que decidió escribir públicamente sobre su enfermedad, que hasta ese momento había mantenido en secreto. El 9 de octubre de ese año publicó su última columna en el diario El País, que su esposo cita completa. En ella, agradece a sus lectores porque “son mi libertad, porque gracias a su apoyo puedo escribir los libros que quiero escribir yo y no los que los demás esperan que escriba”, y más adelante promete “solemnemente” que volverá a sentarse a firmar ejemplares, porque “entre todos los personajes que existen, mis favoritos son los supervivientes, y no voy a defraudarme a mí misma, mucho menos a mis propios protagonistas”.

Según cuenta su viudo, las últimas tres semanas de su vida, Almudena ya no pudo escribir el último capítulo de Todo va a mejorar. Pero sabiendo que le quedaba poco tiempo, se puso a repasar sus notas con él, a explicarle cómo quería que terminara la novela. Luis García Montero escribió el capítulo 7, llamado “La transición”, y concluyó su nota final con las siguientes palabras:

Espero no haber traicionado el amor que sintió por sus lectores, sus lectoras y sus personajes.

Desde el título, la última novela de la gran escritora madrileña es testigo de su inagotable resiliencia. +