Mónica Castellanos: Carbón rojo
- El accidente
A las dos de la madrugada del 19 de febrero de 2006, mientras los mineros descendían a los túneles de Pasta de Conchos, explotaron los gases que se habían acumulado y derrumbaron una parte de la explotación. Sesenta y cinco mineros quedaron atrapados en los escombros, que —según la versión oficial— se encontraban a más de 150 metros bajo la superficie. A pesar de lo sucedido, no fue sino hasta las primeras horas de la mañana cuando las familias comenzaron a enterarse. Esto no ocurrió porque la empresa se los hubiera informado; ellos empezaron a enterarse por los rumores, por las palabras que sostenían “parece que hubo un accidente”.
A partir de ese momento, todas las mujeres —esposas, madres, hijas, hermanas— corrieron a la mina. No las dejaron entrar. Ahí comenzó una espera que ha durado años. Cuando fui a Pasta de Conchos a investigar para mi novela Carbón rojo (Patria, 2023), ellas todavía estaban allí. Había pasado más de una década y seguían esperando. ¿Qué esperan? Los restos de sus maridos, de sus hijos, de sus padres. Eso es lo que quieren, que les entreguen los restos. Eso han estado pidiendo desde 2006.
Su espera resulta terrible: primero entraron los rescatistas y, al poco tiempo, la mina cerró sus operaciones y la empresa perdió la concesión. La búsqueda, según la versión oficial, se suspendió por una serie de razones: las autoridades habían determinado que estaban muertos, e ignoraron lo que sucedió en Chile, donde un grupo de mineros sobrevivió casi 30 días. Ellos lo determinaron y con eso bastó. Para colmo, las conclusiones a las que llegaron también eran poco fiables. Dijeron que la mina ya estaba inundada y el agua estaba contaminada con sida. Ante estos hechos, sólo puedo hacerme una pregunta: ¿cómo fueron capaces de llegar a estas conclusiones y que con ellas se tomaran decisiones de vida o muerte? Me pareció que todo se encontraba muy manipulado.
Han pasado casi dos décadas del accidente y ellas siguen ahí: algunas familias fueron indemnizadas, pero otras rechazaron ese dinero porque exigen el rescate de los cuerpos de los mineros. La mina de Pasta de Conchos se transformó en un cementerio y la historia de Carbón rojo está profundamente unida a esta desgracia.
- La novela
Carbón rojo nació cuando una prima me contó una historia familiar: la de un bisabuelo que se había ido lejos. Él había sido el dueño de las tierras de Nueva Rosita. Mi prima remató narrándome sobre la relación que él tenía con la familia Madero y con lo que en ese entonces era la American Smelting and Refining Company, la minera que más tarde se convirtió en Grupo México, empresa que era la dueña de Pasta de Conchos.
Durante los siguientes cuatro años, estuve dedicada a investigar y escribir la novela: tenía que conocer el lenguaje de las minas, apropiarme del proceso de extracción del carbón y, por supuesto, conocer las explotaciones por dentro. Conseguí llegar a las puertas, pero nunca me dejaron bajar: el mito cuenta que las mujeres llevan la mala suerte a estos lugares; algo que no sucede en otros países, como en Chile, donde las mujeres pueden entrar y trabajar sin problema.
Además, tuve la oportunidad de platicar mucho con un periodista de Monterrey. Él me contó que había comenzado su carrera en Pasta de Conchos y me ofreció todo el material que conservaba sobre el accidente: las fotografías, las entrevistas y sus notas. Al final, se convirtió en uno de los personajes de Carbón rojo.
Aunque el escenario de la novela transcurre en ese lugar, la trama corre por cuenta de una mujer: Carmina. Carbón rojo comienza cuando ella está bordando con hilo negro un manto en el que deja constancia del nombre de la gente de la que se está vengando. La novela nos descubre por qué está cargando con este odio, por qué guarda este deseo de venganza. Además, Carmina es una mujer que habla con los muertos. Se encuentra atrapada entre dos infiernos: el de la mina y el de la realidad.
Cuando descubrí la fuerza de Carmina, tuve que reescribir la novela para romper con la inercia de la literatura minera tradicional: la protagonista no debía ser un varón; el peso de la obra no lo cargaría un minero; todo ocurriría frente a la mirada de Carmina y ante los ojos del periodista que habla con los mineros. Carbón rojo es una apuesta para adentrarse a este acontecimiento desde una perspectiva inédita, y eso le da una nueva vida a su historia.+