Todo está bien: la danza de las lealtades: el enigma de Saul Goodman

Todo está bien: la danza de las lealtades: el enigma de Saul Goodman

Por Yara Vidal

En la rica tradición de personajes literarios que pueblan la narrativa contemporánea, pocos encarnan la tensión entre lealtad y traición con la profundidad de Saul Goodman, el astuto abogado de Breaking Bad (2008) y protagonista de su spin-off Better Call Saul (2015). Creado por Vince Gilligan y Peter Gould, este personaje trasciende la pantalla para erigirse como un estudio psicológico que evoca las grandes tragedias shakesperianas o las novelas introspectivas de Dostoyevski, en las que la lucha interna del individuo refleja un espejo de la condición humana. A través de su arco narrativo, Saul —o Jimmy McGill, su yo más vulnerable— nos invita a explorar la fragilidad de las lealtades, la ausencia de amistades genuinas y la habilidad excepcional con la que se ha forjado un icono televisivo que desafía las convenciones del héroe tradicional.

Saul Goodman se presenta en Breaking Bad como una figura pragmática, un abogado cuya lealtad hacia sus asociados parece sólida a primera vista, pero que se revela como un pacto utilitario. Su relación con sus clientes se asemeja a las alianzas mercantiles de El mercader de Venecia de Shakespeare, obra en la que los lazos se tejen más por conveniencia que por afecto. Sin embargo, a diferencia de los personajes de Shakespeare, cuya moralidad tiene un ancla discernible, Saul carece de un código ético fijo, lo que le permite adaptarse con la flexibilidad de un camaleón a las demandas del momento. Esta lealtad condicional, más un recurso estratégico que un compromiso emocional, desmantela la noción romántica de la amistad y la sustituye por una red de intereses cruzados que definen su existencia.

En Better Call Saul, esta tensión se desenvuelve con una precisión que rivaliza con las disecciones psicológicas de Crimen y castigo (1866). Aquí, Jimmy McGill, el hombre detrás de Saul, revela un conflicto interno entre su anhelo de lealtad y su tendencia a la traición. Su vínculo con su hermano Chuck, un abogado respetado pero distante, se convierte en un terreno de lucha donde el afecto filial choca con el resentimiento acumulado. Chuck, con su autoridad intelectual, representa una figura de influencia que Jimmy busca complacer, pero cuyas expectativas lo empujan hacia una transformación que desafía su identidad original. Este giro trágico evoca a Edipo en su lucha contra una figura paterna simbólica, un tema que Dostoyevski explora con sus personajes atormentados, en quienes la transgresión define el carácter.

Paralelamente, la relación de Jimmy con Kim Wexler, su compañera y aliada, ofrece un contraste luminoso en su mundo sombrío. Kim encarna una lealtad sincera, un faro moral que Jimmy oscila entre aceptar y socavar. Su propensión a involucrarla en sus planes ambiciosos refleja una lealtad ambivalente: desea compartir su camino con ella, pero su deseo de éxito lo lleva a poner en riesgo su integridad, un eco de la dualidad faustiana en la que el poder cuesta la inocencia. Cuando Kim se aleja, Saul queda aislado, un paria que, al igual que Meursault en El extranjero (1942) de Camus, abraza su soledad como una forma de existencia. Esta ausencia de amigos auténticos —reducidos a aliados temporales como sus contactos profesionales— subraya su incapacidad para forjar lazos desinteresados, un rasgo que lo convierte en un antihéroe literario cautivador.

La maestría en la construcción de Saul Goodman reside en su ambigüedad moral, un atributo que lo alinea con los grandes personajes de la literatura universal. Bob Odenkirk, con su interpretación magistral, infunde a Saul una mezcla de carisma y vulnerabilidad que recuerda a Falstaff de Shakespeare: un bufón cuya comicidad oculta una profundidad trágica. La serie emplea un lenguaje visual y narrativo que, al estilo de las novelas victorianas, desentraña capas de su psyche: los recuerdos de su pasado como estafador, las insinuaciones de sus monólogos internos a través de sus negociaciones, y la transformación física de Jimmy a Saul —el traje llamativo, el cabello teñido— como metáfora de su evolución. Gilligan y Gould, como modernos Dickens, tejen una trama que equilibra el humor negro con la introspección, haciendo de Saul un personaje que invita tanto a la crítica literaria como al análisis psicológico.

Quienes disfrutamos de la evolución de Saul Goodman nos dejamos romper el corazón por su cantada lealtad fragmentada y la soledad autoimpuesta, un personaje que rechaza la amistad tradicional para navegar un mundo de máscaras y estrategias. Su arco narrativo, desde la sensibilidad de Jimmy hasta el cinismo de Saul, ofrece una reflexión sobre la supervivencia en un universo donde el poder eclipsa el afecto. Este conmovedor personaje desafía al espectador a cuestionar los límites de la moral y la redención. Lo más cruel es que Saul no sólo es un frenemy de sí mismo, sino un espejo donde contemplar las complejidades de nuestras propias lealtades.+