Umberto Eco: una vida rodeada de semiótica y filosofía
Considerado como uno de los principales intelectuales italianos de la segunda mitad del siglo XX, Umberto Eco fue también semiólogo, filósofo y escritor.
Hijo de comerciantes, Umberto Eco nació el 5 de enero del 1932 en la ciudad piamontesa de Alessandria en 1932. Formó parte activa de los movimientos juveniles de Acción Católica, estudió Filosofía en Turín y se doctoró en 1954 con una tesis sobre la estética de Santo Tomás de Aquino, quien, según publicó entonces en una nota irónica, tuvo mucho que ver con su descreimiento progresivo y su abandono final de la Iglesia católica. Aquella nota rezaba: “Se puede decir que él, Tomás de Aquino, me haya curado milagrosamente de la fe”.
Tras doctorarse, Eco se estableció en Milán, participó en un concurso de la RAI —la televisión pública italiana— que venció y que lo convirtió en compañero del periodista Furio Colombo y del filósofo Gianni Vattimo en una aventura siempre enfocada a difundir el mundo de la cultura.
A sus coetáneos les asombraba, como subraya Gianni Rotta, que “un semiólogo, un crítico, todo un filósofo, se ocupase de cómics, o que un profesor predicase que, para entender la cultura de masa, antes hay que amarla, que no se puede escribir un ensayo sobre las máquinas flipper sin haber jugado con ellas”.
Durante los años sesenta trabajó como profesor agregado de Estética en las universidades de Turín y Milán y participó en el Grupo 63, publicando ensayos sobre arte contemporáneo, cultura de masas y medios de comunicación. Entre estos ensayos los más conocidos son Apocalípticos e integrados y Obra abierta.
El semiólogo también fue catedrático de Filosofía en Bolonia, en la que puso en marcha la Escuela Superior de Estudios Humanísticos, conocida como la Superescuela, porque su objetivo es difundir la cultura entre licenciados con un alto nivel de conocimientos. También fue fundador de la Asociación Nacional de Semiótica, de la que aún era su secretario.
Su última novela, titulada “Año Cero”, fue publicada en 2015 y estaba ambientada en la redacción de un periódico en 1992, el año en que fue destapado el escándalo de corrupción denominado Tangentopoli, al que hizo referencia, así como a otros eventos de la historia política reciente italiana.
Fue sin embargo “El nombre de la rosa”, de 1980, un “thriller” ubicado en la Edad Media y llevado al cine, el que le dio fama mundial.
Ensayista prolífico, fue igualmente autor de tratados de comunicación, estética medieval, lingüística y filosofía, además de otras novelas como “El péndulo de Foucault”, “La isla del día antes”, “Baudolino”, “El cementerio de Praga” o “La misteriosa llama de la reina Loana”.
En cierta ocasión, Eco dijo: “El que no lee, a los 70 años habrá vivido solo una vida. Quien lee habrá vivido 5.000 años. La lectura es una inmortalidad hacia atrás”. El 19 de febrero del 2016, frente al castillo Sforzesco en Milán, Italia perdió un pedazo de inmortalidad.