
Samanta Schweblin y el regreso al cuento con “El buen mal”: una mirada inquietante a la vida y la muerte

En El buen mal, la escritora argentina explora lo cotidiano atravesado por lo ominoso. Una madre que decide emular el último acto de Virginia Woolf, dos hermanas que irrumpen en casas ajenas de noche o un niño que ingiere una pila son algunas de las historias que despliegan un abanico de situaciones inquietantes. Lo que conecta a todos estos relatos es esa sensación de amenaza latente, de pequeños actos que terminan desencadenando grandes catástrofes, y de personajes que, como en un efecto dominó, van cayendo en escenarios que parecían evitables.
Schweblin propone un desafío: ¿qué ocurre cuando la muerte, en lugar de aparecer al final, se sitúa al inicio de la historia? A partir de esta pregunta, construye relatos que siguen avanzando con la muerte ya presente, mientras el lector permanece atrapado en una tensión constante. “La literatura, para mí, es una herramienta para poner en jaque nuestra propia percepción de la realidad”, sugiere la autora, quien desde hace años reside en Berlín, pero cuya obra sigue arraigada en Argentina.
Aunque los cuentos están atravesados por el miedo y la fatalidad, Schweblin también pone el foco en la forma en que los personajes se relacionan con sus propios miedos. ¿Hasta qué punto las decisiones que tomamos diariamente son una reacción a nuestros prejuicios o alarmas internas? Esa es la pregunta que vibra en cada una de estas historias: ¿qué pasa cuando ese “estado de alerta” que tanto tememos, finalmente se vuelve real?
Además de la muerte, hay otro hilo conductor que une a los cuentos: las voces narradoras femeninas. Schweblin no lo planeó de forma consciente, pero al volver sobre sus textos reconoce que hay algo personal en esos espacios narrativos, en los escenarios que habitan sus personajes, muchos de ellos inspirados en sitios donde la propia autora ha vivido.
La escritora se reconoce parte de la tradición argentina del relato breve. Siente orgullo de pertenecer a un linaje donde “los grandes escritores son grandes cuentistas”, como Borges o Cortázar, y también mira con entusiasmo la escena contemporánea. “Hoy hay una conexión más fluida entre los escritores, una lectura mutua que enriquece”, explica al referirse a sus colegas como Federico Falco o Selva Almada.
Tras más de una década desde su anterior libro de cuentos, Siete casas vacías, Schweblin vuelve con una obra que dialoga con la tradición del cuento argentino pero que también empuja sus propios límites. El buen mal es una invitación a reflexionar sobre la fragilidad de lo cotidiano, la inevitabilidad de la muerte y la fina línea entre la precaución y la obsesión.
En palabras de la propia autora, “la literatura es el ejercicio de construir diversidad”, y en estos seis relatos, Samanta Schweblin vuelve a demostrar por qué sigue siendo una de las voces imprescindibles de la narrativa breve contemporánea.