Gabriel Figueroa: El hombre que soñó México en blanco y negro

Gabriel Figueroa: El hombre que soñó México en blanco y negro
El 27 de abril no es una fecha cualquiera. Es el día en que el cine mexicano guarda silencio un instante, como si recordara que hace ya 28 años partió uno de sus más grandes visionarios: Gabriel Figueroa, el hombre que convirtió la luz en poesía y al paisaje nacional en un acto de fe cinematográfica.

El México que nos miró de vuelta

Cuando pensamos en la Época de Oro del cine mexicano, es imposible no ver esos cielos infinitos, esos rostros iluminados por la emoción, esa selva de contrastes entre el claroscuro y la esperanza. Eso es Figueroa. Su cámara no sólo encuadró historias, pintó la identidad de un país entero. En cada toma, había un México que nos miraba de vuelta: profundo, dolido, hermoso y eterno.

No fue casual que trabajara con gigantes como Emilio “El Indio” Fernández o Luis Buñuel. No fue azar que su lente llegara a Hollywood, que John Huston se rindiera ante su talento. Fue destino. Figueroa nació con el ojo exacto para capturar lo invisible: el alma de un pueblo.

Un libro que ilumina su sombra

Si hoy queremos acercarnos a ese legado que parece suspendido en el tiempo, podemos hacerlo a través de El arte de Gabriel Figueroa, un libro que recoge la intensidad de su mirada y la belleza de su oficio. Cada página es un testimonio visual de su genio, una carta de amor al cine, a México y a la luz.

Está disponible en línea a través de Librerías Gandhi: El arte de Gabriel Figueroa.

Una mirada que nunca se apaga

Gabriel Figueroa no filmó para hacer historia. Filmó para hacer memoria. Para que nunca olvidáramos lo que fuimos, lo que somos, lo que podríamos volver a ser. Hoy, a casi tres décadas de su partida, su obra sigue intacta, brillante, estremecedora. Cada vez que el viento sopla entre los maizales de María Candelaria, cada vez que el sol se cuela entre las nubes de un cine nostálgico, él está ahí. Esperando. Mirándonos.

Porque hay artistas que desaparecen. Pero hay otros, como Figueroa, que se convierten en horizonte.