
El universo poético de Elisa Díaz Castelo

Ganadora del Premio Nacional de Poesía Alonso Vidal y del Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes, Díaz Castelo ha demostrado que la ciencia y la poesía no son dominios excluyentes, sino vasos comunicantes. Estudió Letras Inglesas en la UNAM y luego completó una maestría en Escritura Creativa en la Universidad de Nueva York, influida por autoras como Anne Carson. En sus libros Principia, El reino de lo no lineal (Fondo de Cultura Económica) y Proyecto Manhattan (Antílope), la física, la biología y la cosmología se convierten en formas de interrogación poética. Su trabajo no busca ilustrar conceptos científicos, sino reconfigurar las preguntas esenciales de la existencia desde la inestabilidad del lenguaje.
En Principia (Elefanta Editorial, 2022), la autora convierte el lenguaje científico en material poético, pero no como ornamento: lo desarma, lo subvierte, lo llena de duda. El resultado es un libro que habita los límites de lo comprobable, un mapa hecho de preguntas imposibles. Fiel a su título, Principia se pregunta por los principios: del universo, del lenguaje, del amor, del dolor. Díaz Castelo toma palabras como “radiografía”, “materia oscura”, “Lagrange”, “húmero”, y las vuelve detonantes de reflexión sobre lo visible y lo invisible, lo que se toca y lo que se imagina. En su visión poética, la ciencia no es una estructura cerrada, sino una forma de asombro, una tentativa frágil ante lo que no comprendemos.
No se trata de una poesía ilustrada ni de un repertorio de referencias, sino de una reconfiguración del lenguaje donde los datos y las emociones colapsan. Hay cuerpos celestes y cuerpos enfermos, teorías cuánticas y tinacos vacíos, pero todos aparecen iluminados por una misma pregunta: ¿qué puede saber la poesía que la ciencia no puede probar? La autora parece sugerir que no hay respuesta definitiva, pero que la pregunta misma puede ser un acto de fe.
La tensión entre creencia y evidencia atraviesa el libro. Hay rezos ateos, como se ha dicho, pero también hay oraciones dirigidas a lo ausente, a lo que no se nombra, a lo que nos toca sin que lo veamos venir. Los poemas se mueven como cuerpos: giran, caen, colisionan. Algunos rozan lo narrativo, otros se construyen como fragmentos de pensamiento. Pero todos comparten un impulso: desbaratar la idea de que hay un centro fijo desde el cual se comprende el mundo.
Principia no propone una teoría general del todo, pero sí nos entrega una sensibilidad poética que cree en los intersticios: entre disciplinas, entre palabras, entre personas. Su apuesta está en lo que tiembla. Al final, este libro no busca respuestas. Busca sostener la pregunta sin que se derrumbe el lenguaje. Y esa búsqueda, ese modo de sostener la pregunta sin clausura, es quizás la definición más honesta de lo que puede ser la poesía: una forma de seguir mirando donde nadie más mira.
