Por desobedecer a sus padres, de Ana Clavel, o la transgresión como forma de escritura

Por desobedecer a sus padres, de Ana Clavel, o la transgresión como forma de escritura

9 de enero 2023

Por María de Alva

Todo en este texto transcurre dentro de la desobediencia; la escritura misma consiste en un juego de insubordinación. Si el castigo es la forma de control de los hijos y la sociedad, la rebeldía representa la manera de contraponerse al deber ser. Ana transgrede: los nombres, las situaciones, las anécdotas, los campos de realidad y ficción, los testimonios, incluso su identidad. Ana Clavel es Ana Laurel, y Darío Galicia, el poeta infrarrealista amigo de Roberto Bolaño, es tanto Darío G. Alicia (por Lewis Carroll) como Ernesto San Epifanio (como en Los detectives salvajes). Este collage de búsquedas y travesuras desarticula las normas como lo hace la poesía. ¿Quién es Darío? ¿El poeta homosexual que sufrió una lobotomía?, ¿o fue un aneurisma? En esta suerte de archivo falso y vueltas de tuerca que entran y salen de espejos, encontramos memoria y pérdida, y a un poeta maldito tan nuestro a pesar de la marginalidad.

Una de las cosas más fascinantes de esta novela es su estructura fragmentaria; como una baraja de naipes que cae sobre la mesa, uno puede tomar al azar una carta y viajar de una a otra ventana, sin un orden fijo, de modo que el texto resulta más un modelo para armar, un juego, un crucigrama que no tiene una sola forma de solución. Aunado al desgarbo del modo de narrar, algunos de los personajes son miembros de la más alta alcurnia de la sociedad literaria mexicana, como Octavio Paz o Carlos Monsiváis; ellos también tienen nombres alternativos, alter ego imaginados por la propia Ana Laurel, lo que conlleva cuestionar qué es ficción en esta novela y qué es realidad.

Ana Clavel vuelve a algunos de sus libros predilectos: Alicia en el país de las maravillas y Alicia a través del espejo. Y espejos hay en esta novela. Son bonitos, con marcos elegantes que se asoman para contarnos sobre el poeta Darío G. Alicia. El espejo del poeta refleja una especie de biografía novelada, que aparece y desaparece como el gato de Cheshire. Como la fotografía extraña que abre la novela, en la que no alcanzamos a ver del todo si se trata de una inquietante mujer con cara de pajarraco, cuervo o paloma, la novela se abre a múltiples posibilidades de interpretación.

Por desobedecer a sus padres configura un archivo, en ocasiones real y en ocasiones falso, pero que sirve para denunciar la práctica inhumana de la lobotomía. El lector se vuelve testigo de múltiples casos de personas que sufrieron este procedimiento quirúrgico, que básicamente consiste en cortar las conexiones nerviosas del lóbulo frontal del cerebro. Esta terrible operación dejó incapacitadas a muchas personas que sufrían de cuestiones neurológicas o psiquiátricas, desde epilepsia y todo tipo de enfermedades mentales hasta discapacidades motrices.

En el caso de Darío, queda la incógnita de si esta operación fue motivada por los padres, que querían “curar” su homosexualidad. De ahí proviene el título de la novela: del hijo desobediente que no abrazaba las normas morales imperantes. Sin embargo, existe la duda de si se debió a un aneurisma. El libro nos hace reflexionar sobre la tragedia que este tipo de procedimientos castrantes ocasionó a tantos individuos. Y no sólo eso, sino que fue parte de un espectáculo atroz: las personas y la cirugía misma se exhibían, como en un circo de freaks. La novela se erige como un acto de subversión y resiliencia ante estos métodos.

En esta obra transitamos por la poesía y la vida del poeta; su pérdida; su encuentro fortuito en situación de indigencia; su capacidad para la poesía mermada; la promesa literaria que fue de joven… pero también por la vida literaria de la UNAM, sus estudiantes y profesores; la vida intelectual del México en los setenta y ochenta; el grupo de los infrarrealistas. Vemos a esos chicos de mochila al hombro, de libros de poesía, cigarros, fiestas trasnochadas, librerías y rock.

Somos también nuestras pérdidas, lo que no fuimos, los anhelos de juventud, la mirada ensoñada. Somos fragmentos de todo aquello, piezas inconexas que vamos hallando en esta novela hermosa que nos regala Ana Laurel o Ana Clavel. De cualquier forma, gracias, querida Ana. +