El número 40 de Astérix, El lirio blanco, llegó a las librerías y es genial

El número 40 de Astérix, El lirio blanco, llegó a las librerías y es genial

Dany Saadia

Si te gustan los cómics, quiero decir, si te gustan los cómics, entonces seguro que tienes el universo de Astérix en un rinconcito del corazón. Desde que René Goscinny y Albert Uderzo le dieron a luz, allá por 1959, la aldea de nuestro adorado galo que no se rinde al inmenso poder de Roma ha cautivado a una generación tras otra con su humor, su imaginación y las fantásticas aventuras de unos personajes tan entrañables. Tan nuestros, que forman parte ya de nuestra historia colectiva, de nuestra memoria común.

Pero sabíamos que Astérix, Obélix y hasta el mismísimo Julio César se enfrentaban a su hazaña más difícil: sobrevivir a la marcha de sus creadores a ese cielo que temían que pudiera caer sobre sus cabezas. Goscinny nos dejó hace más de cuarenta años y Uderzo, muy viejito, en 2020. Y… la verdad, ya no se podía seguir estirando más. Siendo realistas, no deja de ser una forma de contar historias antiguas de 64 años. Había que preservar la esencia del cómic, pero también llevarla a la generación Alfa: la de Netflix, Roblox y TikTok.

Afortunadamente, encomendaron semejante tarea al escritor Fabrice Caro, o sea, Fabcaro. Hay que tener un par. O tres para aceptar. Y Fabcaro es bueno, ¿eh? Un auténtico camaleón del arte. Soy fan de su trayectoria precisamente como guionista de cómics, en los cuales exhibe una versatilidad asombrosa. Sus historias, entre lo absurdo y lo profundamente autocrítico, se sirven aliñadas con un humor poco convencional. O nada. Obras como Le Discours y Zaï Zaï Zaï Zaï no sólo han conquistado las páginas, sino también la gran pantalla.

Pero aquí se juega en otra división. Es decir, meterse con Astérix y caerle atravesado al gigantesco fandom que somos —arruinar las añoradas memorias de nuestra niñez y nuestra juventud— no sólo puede acabar con una brillante carrera como la de Fabcaro. También atrae a ese tipo particular de odio vitriólico que vuelve tóxico hasta al aire que respiras y te perseguirá para siempre. Así que esperé pacientemente a que sacaran el tomo 40 de Astérix, El lirio blanco, con el efectivo de “¡Cállate y toma mi dinero!” en una mano y el cuchillo de trinchar jabalíes en la otra. Para obsequiar a Obélix, por si acaso.

Salió en octubre de 2023. Allá fui yo, con toda la artillería.

Es genial.

No es un digno sucesor de Goscinny y Uderzo: es el digno sucesor de Goscinny y Uderzo. Ahí siguen estando Astérix, Obélix y todos los demás, en la misma aldea de siempre, pero ante nuestro tiempo, abordando temas que van desde el crecimiento personal hasta las guruseces de los gurús de la autoayuda. Es más: como en una pócima magistral del druida Panorámix, combina una lúcida evolución psicológica de los personajes —destaca ese Obélix eternamente fuerte y tierno a su modo— con el arte de Didier Conrad. En El lirio blanco, los trazos de Conrad capturan, por fin a la perfección, ambientes, acciones y emociones en una danza de planos y contraplanos que rozan lo cinematográfico.

Podemos guardar tranquilos el cuchillo de los jabalíes. La incorporación de Fabcaro no es una mera continuación de futuro dudoso: es una reinvención. El lirio blanco demuestra que se puede honrar el legado de gigantes como Goscinny y Uderzo con el máximo respeto desde lugares que no existían en 1959. Esta pócima mágica entre tradición, innovación y audacia logra que esos viejos galos sigan capturando la imaginación de todas las edades hoy. El lirio blanco de Fabcaro es una evolución y una declaración de que la icónica saga de Astérix sigue más viva y relevante que nunca. Y, como al final de todas las aventuras de Astérix, nos vemos en la página 48, cenando jabalíes y bebiendo cerveza alrededor de la fogata, contentos y victoriosos.+