Entrevista a Drew Daywalt. El eterno niño que juega con sus crayones
Hay entrevistas que resultan ser un regalo de la vida. Son como abrir tu primera caja de crayones y saber que dibujarás miles de aventuras con ellos. Así se sintió esta entrevista con Drew Daywalt, autor de la serie superventas El día que los crayones renunciaron (Fondo de Cultura Económica, 2014), porque detrás de los libros existen historias extraordinarias. Entonces, nos reunimos con Drew para conocer la suya.
Hola, Drew, gracias por aceptar esta entrevista. Mi primera pregunta es ¿cómo sucedió toda esta aventura que te llevó a tener uno de los libros más exitosos de la literatura infantil?
Me parece una muy buena pregunta, porque la historia es muy interesante. Mi papá era bombero y mi mamá, enfermera. Vivíamos en una casa victoriana de la cual se contaban miles de historias que daban miedo. Recuerdo que mi mamá me leía por las noches y, cuando tenía que irse a trabajar, me pedía que no me desvelara, pero yo no podía evitarlo porque quería que me leyera y la esperaba despierto hasta que regresaba.
Cuando mis padres no estaban en casa, mis hermanos mayores, que eran adolescentes, me cuidaban. Mi mamá les decía: “Nada de películas de terror para Drew. Y no pidan Coca-Cola ni Mountain Dew, porque lo mantiene despierto toda la noche. Y no coman pizza, hagan algo sabroso para la cena”. Entonces ella se iba y ellos pedían una pizza y Mountain Dew; ponían películas de terror y nos desvelábamos. Así que tenía esa extraña dieta entre la literatura infantil, que mi madre me leía, y las películas clásicas de monstruos de los años cuarenta y cincuenta, incluso de los treinta, y todas esas cosas que pasaban en la tele, que mis hermanos me dejaban ver. A ellos les gustaban Tolkien, Heinlein, Asimov y Clarke, y me los leían en voz alta. También me daban sus revistas, la Heavy Metal y todos esos cómics Creepy. Así terminé con esta amalgama de lo que mi mamá me leía, literatura infantil legítima, y lo que a mis hermanos les interesaba, que era una especie de ciencia ficción pop adolescente y de terror.
Cuando tenía siete años, mi hermana me llevó a ver Star Wars. Fue la primera vez que vi una película en el cine. Al final de la función, sucedió algo extraordinario, algo a lo que nunca le había prestado atención: esos nombres que aparecían en la pantalla. Y pregunté: “Kathy, ¿quiénes son todas esas personas?”. Y ella dijo: “Ésos son los que hicieron la película”. Y yo dije: “¿La gente hace estas cosas?”. Porque pensaba que una película era como una montaña o un río: simplemente un elemento encontrado. Entonces comprendí. Yo estaba pensando: “¡Espera un minuto!, todo esto que mamá me lee ¿también tiene nombres? Bueno, ¡yo también quiero contar historias!”. Así que inmediatamente fui a casa, junté todos mis juguetes y figuras de acción y algunas muñecas de mi hermana, y comencé a contar historias con ellos.
Tuviste la infancia perfecta entre toda esa literatura, pero también disfrutando las cosas prohibidas. ¡Eso es increíble! La casa y todo. Odio cuando la gente me dice “necesitas escribir sobre eso”, pero como fan tuyo te digo ¡necesitas escribir sobre tu niñez en esa casa! Cuéntanos, ¿cuál es tu monstruo favorito de los clásicos de la literatura universal?
¿Sabes?, tengo dos hijos, de veinte y de catorce años. Pero cuando tenían entre siete y diez años, pude mostrarles las primeras películas de monstruos que no dan tanto miedo. Y a mis hijos les gustan las mismas cosas que a mí. Entonces les esnseñé Drácula, Frankenstein y la Criatura de la laguna Negra. Entonces, mi hijo, que en ese momento tenía siete u ocho años, me hizo la observación más sorprendente, y me reveló a mi monstruo favorito. Dijo: “Papá, estas películas de monstruos son tristes en cierto modo”. Y yo: “¿Cómo que son tristes, Reese?”. Y él respondió: “Bueno, todos estos monstruos, los clásicos en blanco y negro, sólo quieren una novia”. Pensé: “Oh, Dios mío, ¡tiene razón!”. Por ejemplo, la criatura de la laguna Negra sigue a una chica hasta el barco en el que están los científicos y los biólogos marinos. Por cierto, mi hija va a ser bióloga marina por culpa de La criatura de la laguna Negra. Y ya sabes, Frankenstein sólo quería una novia, pero a ella le parecía espantoso. Drácula tiene sus propios problemas, pero en realidad también buscaba una novia. Así lo interpretó mi hijo y me parece que tiene razón. Si tuviera que elegir a mi favorito, yo diría que el pobre de Frankenstein.
¿Sabías que el monstruo favorito de Guillermo del Toro es Frankenstein? Va a comenzar a filmar esa película con un elenco increíble. Necesito verla ya.
¿Sabes? Según me dicen, no vive muy lejos de mí en California. Cuando voy a alguna tienda cercana, la gente me dice “Guillermo del Toro acaba de estar aquí”. A mí me parece un ser humano maravilloso. ¿De verdad? Me encantó su interpretación de Creature from the Black Lagoon. Me pareció extraordinaria.
En México, todo esto de los monstruos y la muerte es muy popular. El Día de Muertos, esta celebración inscrita en el Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco, resulta realmente emotivo para los mexicanos, como yo, y también para los que no son mexicanos, como tú.
Sí, claro, muchísimo. Cuando era niño, no conocía nada de esto. Yo crecí en Ohio, que está bastante lejos de México, pero ahora vivo al sur de California y estoy rodeado de mucha cultura mexicana. Mi primer acercamiento (y me puedes decir si es malo o no) fue la película Coco. Lloré como un bebé. Creo que hicieron un buen trabajo al comunicar a quienes no somos mexicanos lo que realmente significa honrar a la familia y a los antepasados. Simplemente, siento que se trata de una muy buena introducción.
¡Claro! Drew, eres mundialmente famoso por unos pequeños crayones. A todos los niños les encantan tus libros. Primero fue El día que los crayones renunciaron y luego El día que los crayones regresaron a casa. Y hasta decidiste celebrar La Navidad de los crayones. Cuando eras niño en esa casa victoriana, ¿imaginaste que todo esto te podría pasar?
Bueno, lo soñé. Debes atreverte a soñar. Desearía poder decir: “Bueno, aquí está mi ecuación matemática sobre cómo hacer el libro perfecto”. Hay un montón de libros que he hecho de los que nunca has escuchado y que me gustan tanto o más que los crayones. Pero, al final del día, simplemente no lo sabes. No sabes dónde van a aterrizar los iconos culturales. Por ejemplo, cuando era niño y comencé a prestar atención a esos nombres en las páginas de estos autores, simplemente no podía creer la alegría que recibía de ellos. Pensaba: “Es papel y tinta y, sin embargo, estaban cambiando mi vida. Esto es mágico. Es alquimia absoluta”. Todavía no conocía la palabra alquimia, pero así me sentía. Entonces pensé: “Cuando sea mayor quiero hacer esto para los niños”. Ése era uno de mis sueños, ya fueran películas, series de televisión, libros o cualquier cosa.
No pude racionalizarlo en aquel entonces, pero sí pude absorberlo emocionalmente. Quise compartir ese sentimiento. Y, durante mucho tiempo, cuando la gente me preguntaba “¿qué quieres ser cuando seas grande, Drew?”, yo decía: “Quiero ser un Santa Claus de centro comercial”. Y todos me miraban como “¿qué diablos le pasa a este niño?”. Y ahora me ha crecido la barba, pero tengo que dejarla un poco más, ja, ja, ja. Y tengo que comer más helado. Pero lo que realmente quería era devolver esa alegría. Los demás querían ser Hulk o Spider-Man, pero yo realmente quería ser Santa Claus o tal vez un elfo.
Fui a la universidad en Emerson College, Boston, para dedicarme a la escritura creativa. Había dos especialidades que me interesaban: literatura infantil y guionismo. No importaba de qué lado cayera la moneda, porque mi objetivo en ese momento consistía en trabajar para Disney. Y ambas vertientes eran una manera de sumergirme al mundo de Charles Perrault, los hemanos Grimm y Hans Christian Andersen, al origen directamente oscuro de los cuentos infantiles, esas lecciones de “no vayas al bosque”, “no vayas a la casa de un extraño”. No se les decía a los niños lo que realmente sucede a veces, pero se les avisaba “hay un lobo allí”, “hay un monstruo” y “hay una bruja y ella te comerá”. Eso lo hemos suavizado para nuestros hijos. Pero nuestra vida no resulta tan dura como hace mil o quinientos años.
Recibí una maravillosa educación en Emerson. Intenté con el cine primero y lo hice bien. Escribí algunos programas de televisión. Escribí para el canal Disney, Timón y Pumba, El rey León, eso fue superdivertido. Y luego una película que fue producida por la compañía de Quentin Tarantino. Un largometraje de atracos de gánsteres. Tarantino lo calificó como bueno, pero a la película no le fue bien. Fue una experiencia maravillosa en mi vida personal y profesional. Luego pensé que tal vez debería darle una oportunidad a la literatura infantil y escribir ese libro para niños que había querido escribir durante diez años. Y esos fueron los Crayones.
Hablando de otro de tus libros, me encontré a este pequeño The Crayons Trick or Treat. Me encanta. Es perfecto para estos días cercanos a Halloween. Encuentras una manera de convertir a los crayones en chicos comunes y corrientes, no sé cómo decirlo…
¡Eso es exactamente! Son tipos comunes y corrientes. Esta serie de libros tiene una historia interesante. En 2003, mi esposa estaba embarazada de mi hija, que ahora tiene veinte años. Yo simplemente quería dejar lo de Tarantino. Y pensé: “Quiero hacer algo que mi hija pueda ver y que no esté clasificado como R”, y yo vengo de la literatura infantil, así que mi corazón estaba ahí. Estaba sentado en mi oficina y tenía una caja de crayones. Me pregunté “¿cómo llegaron aquí?”. Yo tenía 33 años en ese momento, y no lo recordaba. Quiero decir, son omnipresentes, los crayones estaban en mi casa, y todavía no tenía hijos. Así que vacié la caja de sobre el escritorio. La color durazno estaba desnuda, y pensé que en algún momento le había quitado el papel o algo así. Y azul era pequeñito. Una vez que los tuve conmigo, surgieron estas ideas. Y me sorprendí pensando que en realidad eran personajes.
Miré esos pequeños personajes. No sabía cuál era su historia, pero quería contar algo sobre ellos. Entonces empecé a escribir monólogos. Escribí cartas de renuncia dirigidas a un niño, pero mantuve las características de personajes adultos en los crayones. El libro se publicó en 2013. Fue un viaje de diez años sólo para tenerlo en mis manos. La gente decía: “¡Vaya, realmente has capturado el tipo de naturaleza banal, divisiva e inmadura de los niños en tus personajes”. Y yo estaba como “jo, jo, la broma es sobre ti. Ésos son adultos”.
Estaba escribiendo sobre cómo actuamos los adultos. Todos tenemos dentro a ese tipo de niño de siete años celoso, irritado, deprimido e inseguro. Y yo justo estaba haciendo eso. Escribí coloquialmente porque ya llevaba doce años trabajando con guiones. Así que presté mucha atención al diálogo y a la forma en que realmente hablamos: con oraciones entrecortadas, elipses, guiones y pensamientos a medias. Ya sabes, una hermosa melodía de interacción. Y pensé: “Quiero hacer eso en un libro ilustrado, porque éstos, especialmente en los viejos tiempos, se hacían con buen inglés, porque intentaban enseñar a los niños a leer y escribir. Pero sólo voy a hablar como hablamos”.
¡Guau! ¡Qué aventura! Todo, desde esa casa victoriana hasta tu trabajo como guionista, está perfectamente conectado, ¿no?
Lo está. Sin embargo, se basa en una serie de fracasos. Toda mi década de 1990 fue un fracaso tras otro, pero realmente obtuve buenas oportunidades. En 2003, cuando mi carrera cinematográfica estaba empezando a tambalearse, sentí como si me hubiera derribado Hollywood, lo cual supongo que resulta un poco melodramático, pero así me sentía en ese momento. Lo que realmente imagino es que fui atrapado por las manos de un millón de niños. Los niños me cacharon cuando Hollywood no funcionaba. Escribí esto para niños y ellos dijeron “te tenemos”, y todas las manos me levantaron. Fue hermoso. Fue muy emotivo.
En 2013, cuando el libro llegó a la lista de best sellers de The New York Times… no se lo he contado a nadie más, pero te lo diré. Cuando el libro El día que los crayones renunciaron llegó a esa lista, estábamos en una situación financiera tan desesperada que ni siquiera podíamos permitirnos comprar carne para dos semanas. Estábamos en un mala racha económica. Yo pensaba: “Tengo 43 años, debería brindarles algo mejor a mis hijos, pero no lo estoy haciendo”. Realmente tuve una crisis y ese libro nos sacó de ahí.
Vemos tus libros y nos imaginamos que todo era sencillo, porque tú lo haces sentir sencillo, pero no. Y el viaje que nos estás contando es asombroso, porque encontraste la manera de ser tú mismo. Suelo decir que, como personas, siempre estamos tratando de encontrar ese huequito donde encajamos perfectamente y nos sentimos cómodos… A veces tenemos suerte de encontrar nuestro lugar en el mundo. Pero no toda la gente tiene esa fortuna. ¿Cuántos de esos fracasos estás dispuesto a repetir?, ¿te imaginas tu vida sin ellos?
Lo haría de nuevo, porque creo que la diferencia entre que te suceda algo tan maravilloso a los 43 y a los 23 es enorme. Tuve un profesor de escritura en Emerson College llamado Jack Gantos, una luminaria: es uno de los Premios Newbery, un autor infantil fantástico. Tomé su clase un par de veces, era de escritura creativa, así que podías repetirla. Al final del año escolar, me llevó aparte y me dijo: ¿Qué harás ahora que vas a graduarte? Le dije que iría a Hollywood, y Jack, que es maravilloso pero directo, me respondió: “No lo hagas, no eres guionista”. Yo pensé “¿qué tiene eso de malo?”. Y añadió: “Tienes que ir a Nueva York porque eres un autor de libros infantiles. Le he enseñado a mucha gente y tú eres uno de los que puede logarlo”. Le contesté: “No lo sé, Jack, quiero intentar hacer películas. Quiero ser Quentin Tarantino…”. Jack dijo: “Está bien. Cuando tienes veinte años y no escuchas al tipo que sabe, tienes que hacerlo tú mismo”. Es como si la estufa estuviera caliente, así que te dicen “no la toques”, y yo lo hice.
Lo que pasó en 2013 fue un poco gracioso: veinte años después, cuando el libro empezó a figurar en la lista de The New York Times, de repente recibí una llamada telefónica. Un hombre mayor me preguntó: “¿Eres Daywalt?”. Y dije que sí, así que me respondió: “¡Te lo dije, idiota! Felicidades, chico”. Le conté que iría a Nueva York ese fin de semana y que me gustaría invitarle un café, por todos los maravillosos consejos que no tomé… y él se rió y dijo: “No, no, no, me alegro de que no hayas seguido mi consejo. Esos años de marinar en Hollywood te permitieron aprender a escribir diálogos y personajes para aportar algo nuevo a los libros para niños”. Me siento agradecido de haberlo hecho más tarde en la vida.
Ése era tu camino y, cuando lo ves con la distancia, entiendes cómo sucedió. Pero hay algo que no entiendo de tu trabajo y necesito decirtelo… Sobre tu libro The Legend of Rock Paper Scissors, ¿estás intentando acabar con todos los suministros de papelería? Primero los crayones, luego las tijeras…
Una editora me hizo esa pregunta hace unos cinco años y tuve que pensar en ello. ¿Sabes qué creo que es? Se remonta a mi infancia, como la mayoría de los escritores: dondequiera que estés, te encuentras en un estado de desarrollo detenido de cuando tienes ocho o nueve años, así que regresas a ese punto. Me di cuenta de que a esa edad yo era el menor de seis, en una casa en la que una mamá y un papá trabajaban y trataban de pagar las cuentas haciendo lo mejor que podían. Ambos iban a trabajar y veían traumas extremos. Cuando regresaban a casa para tener un poco de paz, estaban rodeados de adolescentes tocando la guitarra eléctrica o con el televisor a todo volumen: uno de ellos está discutiendo con alguien y luego hay otro hablando por teléfono… y luego otros tres niños del vecindario entran y comienzan a servirse cereal. Quiero decir: mi casa era un caos total y yo era el pequeño, así que constantemente me pedían silencio: “Eres demasiado joven para ir con tus hermanos… aún no puedes hacer eso”. “¡Quiero andar en una motocicleta!”. “No, no puedes, tienes cinco años”.
Así que no me di cuenta hasta más tarde, pero terminé sintiendo como si no tuviera voz. Entonces trato de darles voz a quienes no la tienen. Pienso que una de las razones por las que esto resuena entre los niños es que sienten que nadie los escucha ni los toma en serio. Claramente de eso se trata Crayones… Quiero que los niños se sientan escuchados y quiero que se sientan amados y quiero que se rían. Y creo que, si mi libro puede hacer reír a mamá y papá, porque los chistes también son para ellos, los niños también pueden reír con ellos. ¿Sabes?, creo que estoy hecho para los niños porque soy uno de ellos. Algunos de nosotros simplemente no crecemos. Tengo la suerte de tener el mismo sentido del humor que un niño de primaria. Me encantan la alegría, la exploración y la curiosidad, y también esa honestidad increíblemente directa.
Bueno, finalmente somos como esos monstruos terroríficos que sólo buscan amor.
Exactamente. Somos como monstruos que quieren amor. Somos criaturas muy simples: aliméntennos, abrácennos y estaremos bien.+