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La Mona Lisa después de la Mona Lisa

La Mona Lisa después de la Mona Lisa

26 de mayo de 2021

Itzel Mar

Te preguntas si las sombras son tan sólo la mengua de la luz, y tu contestación es incompleta, pues tal es la naturaleza de las respuestas. Descubres más tarde que los movimientos posibles de la mano son diez, a saber: hacia adelante y hacia atrás; a la derecha y a la izquierda; movimiento circular; hacia arriba y hacia abajo; cerrar y abrir; expansión y restricción de los dedos. De las extremidades acudes a los sentidos, y comprendes, entonces, que por gracia de los ojos el alma puede tener acceso a todas las dispares representaciones de la naturaleza. El sonido no llega a través de líneas rectas —como arriban las imágenes a la vista—, sino por ondas tortuosas y quebradas. El olfato localiza con mayor dificultad el sitio exacto desde donde un olor procede y, al configurarse dicho mecanismo, el aroma queda impregnado en algún tejido que se confabula con la memoria. El tacto y el gusto han de entrar en contacto directo con el objeto para asumirlo como real y delimitarlo.

Escribes en tu lista de tareas pendientes: “Hurgar en la maniobra de la voluntad por la que desciende el párpado; describir con precisión el parentesco entre los colores primarios; averiguar qué de la naturaleza del sauce lo lleva a superar la altura de cualquier otro árbol; encontrar la razón por la que a mayor lejanía las sombras se pierden; seguir el torrente de un cauce para entender si sólo el volumen de guijarros y tierra es lo que le obliga a cambiar de rumbo en un momento dado; insistir en la ciencia de los vientos para confirmar el indicio de que tanta es la fuerza que ejerce el objeto contra el aire como la que el aire ejerce contra el objeto”.

Atas con un cordón tu cuaderno de cuero —Zibaldone— al cinto y sales a la calle. Anotas de derecha a izquierda —en la dirección opuesta de las palabras— ideas, intuiciones, un signo a manera de confesión, los indicios del deseo y de las formas: LUSSURIA. Il paspiltrello per la sua isfrenata lussuria non osserva alcuno universale modo di lussuria, anzi maschio con maschio, femmina con femmina sì come a caso si trovano insieme, usano il lor coito. Trazas la curvatura del silencio, las maneras del desasosiego, el agua cayendo sobre el agua; bocetos de presagios y ademanes que replican arrebatos. Hay que recaudar la existencia, darle contornos para preservarla. Piensas que caminar es una acción ligada a los recuerdos; éstos no se parecen a sí mismos. Te sientas frente a ellos: un milano de elegante estatura aletea para siempre cerca de ti, y corres tras él por los pasillos de la casa de piedra gris, en Anchiano. El canto del gallo tiene la forma de la alegría y si no estás dormido también te despierta. Eres aprendiz de Verrocchio: intentas emular sus destrezas, subordinar el alma a los tintes; estudias junto a él técnicas de dibujo, las dimensiones del cuerpo humano y cómo los objetos confluyen en el ojo. Pasas días en su bottega, ensayando colores improbables. Le sobrevive a tu maestro y a esas horas, la curiosidad.

Leonardo Da Vinci representa las virtudes del Renacimiento. Polímata insaciable cuyo legado es imperecedero. La celebridad de su obra y de su pensamiento está matizada por el misterio. Su imaginario de belleza se extiende más allá de los cánones que imperaban en su época. Se regodeaba retratando seres con malformaciones y frecuentemente asistía a necropsias clandestinas para dibujar cadáveres y fragmentos de órganos. Con la misma dedicación pintaba cuerpos de aspecto lozano y elegante. El sentido de la realidad era el único sentido estético posible para él.

Durante dieciséis años, desde 1503 hasta el día de su muerte, Leonardo emprende la aventura pictórica más intensa de su vida: el retrato de Lisa Gherardini: la Mona Lisa. No puede vivir sin su obra, y va con ella a todos lados. La embellece continuamente agregando finísimas y sutiles capas de óleo —velatura—; así reinventa el sfumato. El misterio de la mirada y la sonrisa de la dama en la pintura es la consecuencia. En una vasta biografía sobre el genio florentino Leonardo da Vinci, su autor, Walter Isaacson, dice: “La representación de la complejidad de las emociones humanas simbolizada de manera magistral por el misterio de una sonrisa apenas esbozada y la evocación de los lazos que unen la naturaleza humana y la naturaleza que nos rodea; dos paisajes se abrazan, el del alma de la Mona Lisa y el del alma de la naturaleza”.

Siglos más tarde es hallada otra Mona Lisa. Parece ser sólo una de las muchas copias que se hicieron de la original; sin embargo, el estudio técnico y la restauración realizados apuntan a una obra contemporánea a la de Leonardo. Se atribuye, probablemente, a uno de sus discípulos más próximos: Salai o quizá Francesco Melzi. Los materiales utilizados son de enorme calidad y su factura, de gran cuidado. Todo indica que se trata de un elogio. La intención, tal vez, no fue realizar una calca de la técnica del maestro, pero sí de su asombro. +