Tres poemas para repartir el 8M

Tres poemas para repartir el 8M

En este día de conmemoración por la luchas de todas las mujeres por una vida libre, digna y feliz, queremos recordar a tres enormes poetas latinoamericanas que nos legaron poemas para compartir con todas las mujeres de nuestra vida: poemas para reclamar cuando no se nos está tratando con justicia, para decir en voz alta quiénes somos, para recordarnos que somos las dueñas de nuestro cuerpo y nuestra mente. 

María Elena Walsh (Argentina, 1930-2011) nos dice en un soneto perfecto que todas las decisiones de su vida, incluida la poesía, pasan exclusivamente por su propia autorización y a su ritmo, pues ella ordena su corazón como mejor considera. Carilda Oliver Labra (Cuba, 1924-2018) también nos comparte un soneto. A la manera de una Virginia Woolf para quien no existen cerrojos, Carilda expresa que, aunque le quitaran todas sus pertenencias y placeres, ella seguiría cantando. Finalmente, Alfonsina Storni (Argentina, 1892-1938) reclama su derecho a vivir experiencias fuera de las categorías morales de su época. En “Tú me quieres alba”, la poeta le responde a un sujeto masculino que le exige la pureza y castidad que él no practica.

La poesía escrita por mujeres resulta amplísima. Esperamos que esta pequeña muestra logre que nuestras lectoras descubran y compartan más literatura femenina.

Asunción de la poesía

María Elena Walsh

Yo me nazco, yo misma me levanto,

organizo mi forma y determino

mi cantidad, mi número divino,

mi régimen de paz, mi azar de llanto.

 

Establezco mi origen y termino

porque sí, para nunca, por lo tanto.

Soy lo que se me ocurre cuando canto.

No tengo ganas de tener destino.

 

Mi corazón estoy elaborando:

ordeno sufrimiento a su medida,

educo al odio y al amor lo mando.

 

Me autorizo a morir sólo de vida.

Me olvidarán sin duda pero cuando

mi enterrado capricho lo decida.

 


El canto

Carilda Oliver Labra

Rómpanme los vestidos, quítenme la locura,

pulan con ese látigo mi sitio de estar sola,

tráiganme los infiernos, pongan mi cama dura;

no temo a los tiranos ni al cáncer ni a la ola.

 

Déjenme sin pecado, sin sol, sin biblioteca;

ya huérfana de todo no sentiré ni tedio.

Escóndanme ese pan, claven mi boca seca:

nada podrán hacerme que no tenga remedio.

 

No importará la cárcel porque bebí delirio,

hasta en el mismo polvo suele nacer el lirio,

ninguna muerte sabe podrirme la mañana.

 

Mi corazón no tiene gravámenes ni dueño.

Nunca podrán quitarme el ala con que sueño.

Y seguiré cantando cuando me dé la gana.

 

Tú me quieres alba

Alfonsina Storni

 

Tú me quieres alba,

me quieres de espumas,

me quieres de nácar.

Que sea azucena

sobre todas, casta.

De perfume tenue,

corola cerrada.

 

Ni un rayo de luna

filtrado me haya.

Ni una margarita

se diga mi hermana.

Tú me quieres nívea,

tú me quieres blanca,

tú me quieres alba.

 

Tú que hubiste todas

las copas a mano,

de frutos y mieles

los labios morados.

Tú que en el banquete

cubierto de pámpanos

dejaste las carnes

festejando a Baco.

Tú que en los jardines

negros del Engaño

vestido de rojo

corriste al Estrago.

Tú que el esqueleto

conservas intacto

no sé todavía

por cuáles milagros,

me pretendes blanca

(Dios te lo perdone),

me pretendes casta

(Dios te lo perdone),

¡Me pretendes alba!

 

Huye hacia los bosques,

vete a la montaña;

límpiate la boca;

vive en las cabañas;

toca con las manos

la tierra mojada;

alimenta el cuerpo

con raíz amarga;

bebe de las rocas;

duerme sobre escarcha;

renueva tejidos

con salitre y agua;

habla con los pájaros

y lévate al alba.

Y cuando las carnes

te sean tornadas,

y cuando hayas puesto

en ellas el alma

que por las alcobas

se quedó enredada,

entonces, buen hombre,

preténdeme blanca,

preténdeme nívea,

preténdeme casta.