
La psicología del sonido

Desde antes de tener recuerdos, incluso antes de nacer, ya estamos escuchando. En el útero, el corazón de la madre suena como un tambor constante y esa vibración se vuelve la primera melodía que el cuerpo registra. Según Reverberación (Océano, 2024), de Keith Blanchard, ese momento es el punto de partida de algo mucho más grande: una vida entera moldeada por el sonido.
Lo que parece al principio una investigación sobre el poder de la música rápidamente se convierte en algo más íntimo. Blanchard no escribe desde la distancia del experto, sino desde la curiosidad de alguien que busca entender por qué ciertos sonidos nos cambian por dentro. ¿Por qué una canción puede devolvernos a un recuerdo que creíamos olvidado? ¿Por qué algunas melodías nos hacen llorar, aunque no sepamos bien el motivo? ¿Por qué hay música que parece hablarnos en un idioma que no conocíamos, pero entendemos perfectamente?
A lo largo del libro, el autor va tejiendo una conversación entre ciencia, arte y experiencia personal. Habla con neurocientíficos, músicos, terapeutas. Recorre investigaciones que muestran cómo el sonido puede cambiar nuestras ondas cerebrales, modular nuestro estado de ánimo, ayudarnos a dormir, calmar la ansiedad o incluso acompañar procesos de recuperación tras un trauma. En ese cruce entre lo biológico y lo emocional, aparece el corazón del libro: entender cómo la música afecta tanto el cerebro, como nuestra forma de ser, de pensar y de sentir.
Uno de los aspectos más interesantes es cómo Reverberación trata a la música como algo más allá de un fenómeno estético. La presenta como una herramienta emocional y psicológica capaz de afectar nuestro estado interno, de acompañar procesos complejos y de ofrecernos formas nuevas de conexión con nosotros mismos. No se reduce únicamente a gustos musicales o de cultura, sus alcances se extienden a los ámbitos de la salud, bienestar e identidad. El libro nos muestra cómo nuestro sistema nervioso responde al ritmo, a la armonía, al tono y cómo esas respuestas pueden usarse conscientemente para equilibrar emociones, reenfocar la mente o conectar con uno mismo cuando las palabras no alcanzan.
Hay algo profundamente humano en la idea de que nuestros cuerpos, incluso sin que lo sepamos, están afinados a ciertas frecuencias. Que hay músicas que regulan nuestro sistema nervioso como una caricia invisible. Que cuando sentimos angustia, cansancio, insomnio, muchas veces una canción puede hacer lo que ningún pensamiento racional logra. Y eso no es casualidad, es biología, es memoria y es conexión.
Pero más allá del dato científico, lo que vuelve especial a este libro es su mirada sensible. Blanchard no busca respuestas cerradas, sino nuevas preguntas. A veces, cuando describe una experiencia musical que lo conmovió, lo hace con una honestidad que no necesita grandes explicaciones. Nos recuerda que todos, en algún momento, fuimos sostenidos por una canción. Que todos tenemos una banda sonora interna que nos acompaña en las pérdidas, en las esperas, en las decisiones importantes, en los comienzos.
En el fondo, Reverberación es un libro sobre cómo nos escuchamos y cómo aprendemos a percibir nuestras emociones, a atender lo que sentimos sin juzgarlo, a darnos espacio para vibrar con lo que realmente nos toca. En ese sentido, la música aparece como un puente entre el afuera y el adentro, entre el cuerpo y la mente, entre el caos del mundo y el centro calmo al que todos quisiéramos volver de vez en cuando.
El autor también explora cómo las herramientas de sonido han comenzado a utilizarse en entornos terapéuticos, desde prácticas de meditación hasta tecnologías auditivas diseñadas para inducir estados de relajación profunda o ayudar a desbloquear emociones enquistadas. Esta dimensión del libro es especialmente valiosa para quienes se interesan por la psicología contemporánea, ya que ofrece un enfoque complementario al trabajo emocional: una entrada sensorial, intuitiva, menos verbal pero igualmente poderosa.
Hacia el final, la lectura deja una sensación parecida a la de una canción que uno no quiere que termine. Blanchard elige no cerrar con una conclusión definitiva, en cambio, nos invita a escuchar más. Escuchar con más presencia, con más curiosidad, con más confianza en la capacidad del sonido para conectarnos con algo vital. La música, dice entre líneas, no está ahí sólo para acompañarnos, sino para despertarnos. Para revelarnos partes de nosotros que habíamos olvidado. Para abrir caminos nuevos hacia el interior.
Reverberación no busca deslumbrar. Quiere resonar, quiere quedarse vibrando un rato después de haber sido leído, como lo hace una nota sostenida en el aire. Y lo logra, porque la música es más que lo que se escucha en la superficie, también es todo lo que puede despertar en nosotros cuando le damos espacio para entrar. Porque en un mundo lleno de ruido, a veces lo más transformador es aprender a escuchar distinto. A veces, más que entenderlo todo, necesitamos dejar que algo nos toque. Y ahí, en ese gesto silencioso, comienza otra forma de estar en el mundo.+