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Irene Vallejo: lo mejor de uno es que podemos ser todos

Irene Vallejo: lo mejor de uno es que podemos ser todos

José Luis Trueba Lara

Nunca había visto una cola tan larga para entrar a la firma de un ensayo. Esas aglomeraciones sólo existían para otro tipo de obras. Las poco más de cinco horas que Irene Vallejo pasó en la UNAM no fueron suficientes para atender a sus lectores. Todos, absolutamente todos, tenían uno o más ejemplares de El infinito en un junco (Debolsillo, 2021), la obra que logró convocar a lectores de muchos países para mostrar que el libro es una especie lejos de la extinción. Yo la esperaba en el mezanine de Gandhi, donde nos encontramos para conversar mientras el público se acomodaba en el auditorio. Ésta fue nuestra plática

Lee+: El infinito en un junco nació en plena pandemia, cuando la cadena del libro estaba absolutamente dislocada. Las únicas noticias que tenía de él eran las reseñas. Cuando por fin llegó a mis manos, volví a leer el título y me pareció un desplante. Te confieso que jamás había pensado en la posibilidad de que el infinito cupiera en un delgadísimo tallo de papiro.

Irene Vallejo: Claro que puede entrar, y no sólo en un junco, también en un amate, en un papel. Ésa es la magia del libro: todo lo que podemos imaginar, aprender, desear o tener está contenido en algo tan simple como una caña de papiro.

Lee+: Pero en El infinito en un junco también caben todas las vidas. Ahí están los recuerdos de tu papá descubriendo un ejemplar de El capital disfrazado del Quijote para salvarse de la censura franquista…

Irene: Tienes razón, cuando hablamos de libros también dialogamos acerca de nosotros mismos. Los libros que hemos leído y los que amamos forman parte de nuestra biografía. Podríamos escribir la historia de vida de cualquier persona simplemente con enumerar los libros que ha leído, aquellos que ama y también los que no le gustaron. Los libros que más nos han emocionado y nos han hecho vibrar hablan de nosotros.

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Lee+: Y se quedan marcados en el cuerpo: uno tiene la cara de lo que ha leído, y cada obra nos transforma en humanos.

Irene: ¡Cierto! Por esta razón, El infinito en un junco es un canto a los libros, pero sobre todo a las personas que leen y los aman, a quienes los defienden y los prestan, a los que enseñan a leer y a todos los que forman parte de la comunidad del junco. Ellos son los salvadores de los libros, que siempre resultan frágiles y corren el riesgo de desaparecer. No olvidemos que los libros arden, se pierden, se destruyen o sufren persecuciones; por eso necesitan que los salvemos: para que ellos nos puedan salvar a todos.

Lee+: ¿Podemos considerar que el gran éxito de El infinito en un junco radica en que lograste convencer a miles y miles de personas de que, a pesar de su fragilidad, este objeto es capaz de salvarnos, dependiendo de su uso?

Irene: No creo que los haya convencido, los lectores ya lo sabían, pero mi libro funcionó como un detonante para que la silenciosa comunidad lectora saliera a la superficie. Gracias a sus páginas, descubrimos que éramos muchos más de los que creíamos. A cada momento escuchamos que se acabarán los libros o se extinguirán los lectores, lo cual nos hacía pensar que éramos excéntricos, raros, una especie en peligro de extinción. A pesar de esto, El infinito en un junco pudo convocar a las personas que aman los libros y se sienten parte de esta gran aventura; tal vez se deba a que quise contar la historia del libro como una gran hazaña, cuyos protagonistas son los lectores.

Lee+: Y revelas una historia que nos recorre por entero… ¿Cómo lograste reunir todo en un junco?

Irene: Durante todos los años de mi doctorado, me dediqué a investigar la historia de los libros y la lectura (pues no siempre hemos leído de la misma manera); hice lo mismo con las bibliotecas, las librerías y los rituales que hemos creado para acercarnos a lo escrito. Todo esto fue lo que estudié. Pero, al pasar los años, después de que publiqué varias novelas infantiles y juveniles, adquirí las herramientas de la ficción, que me abrieron la posibilidad de narrar. Sólo entonces decidí escribir El infinito en un junco.

Durante tres años, trabajé y trabajé para transformarlo en un relato en el que hay historias, personajes, aventuras, viajes, sentido del humor y, por supuesto, una banda sonora. Necesitaba muchos elementos: biografías, hechos, recuerdos personales y todas las emociones que compartimos y entablamos quienes amamos los libros. Me interesaba crear unas Mil y una noches de los libros.

Lee+: Pero El infinito en un junco también se convirtió en un libro que te reconcilia y te obliga a recordar que somos la única especie que cuenta historias, los únicos que tenemos la posibilidad de entrelazarnos con los muertos y los lejanos. Mientras lo leía, estuve contigo sin conocerte y, en otras ocasiones, también puedo estar con Platón mientras acompañaba a Sócrates en una de sus innumerables disputas. Los libros nos vuelven herederos del mundo.

Irene: Si no existieran los libros, no podríamos hablar con los muertos. Y, cuando alguien se entera de este poder, piensa: ¡cómo es posible! Gracias a que los libros son la más grande invención de todos los tiempos: nos ofrecen la posibilidad de conjurar a quienes fallecieron y hablar con las mejores mentes de la historia (con las peores también). Nosotros podemos elegir entre todas esas voces para quedarnos algo de una y un poco más de la otra. Los neurólogos dicen que, si se hacen pruebas en el cerebro mientras estás leyendo, se activan las mismas zonas que cuando estás actuando: si en el libro el personaje corre, tú corres en tu mente. El cerebro vive lo que está leyendo. Esto ya lo sabíamos los lectores, pero la ciencia lo confirmó.

También debo decirte que me considero heredera de todas las personas que me antecedieron, especialmente de las mujeres que abrieron caminos para las escritoras, las profesoras y las investigadoras. Soy heredera de un camino duro y difícil, que tal vez se inició con las antiguas tejedoras y bordadoras que contaban cuentos. Yo creo que ellas fueron las primeras narradoras, y a ellas se suman las mujeres de la oralidad, las filósofas… y así podría seguir hasta llegar al día de hoy. Estoy profundamente agradecida con ellas.

Lee+: A mí me pasa lo mismo: yo no sería quien soy sin las mujeres que me contaron historias…

Irene: Nadie puede olvidar a la persona que le contó una buena historia en la penumbra de la noche. Esos momentos dejan una huella imborrable. Un relato sorprendente es una manera de seducir con las palabras, que te envuelven y te enamoran. Algo de esto sucede con los cuentos de la infancia, con aquello que nos contamos cuando anhelamos atraer a alguien, con los libros de poesía que regalamos, como le pasó a mi padre cuando le regaló a mi madre Trilce, de César Vallejo, para enamorarla.

Lee+: Tu papá era todo un vanguardista…

Irene: Y además se apellidaba Vallejo, por eso sentía un parentesco imaginario con el poeta. Sé que esto resulta imposible, pero quiero soñar que alguna rama de César Vallejo llega a mi genealogía para cobijarme, aunque esto no importa: yo le estoy agradecida, pues gracias a él pude nacer. Sin Trilce, mis padres no se habrían enamorado y yo no estaría aquí.

Lee+: Todo el mundo habla de El infinito en un junco, pero muchos olvidan tu Manifiesto por la lectura, un libro de puño alzado.

Irene: Es su hermano pequeño, pero combativo. Se trata de un libro de pluma alzada, de palabras tomar. El Manifiesto por la lectura resultó de una propuesta del gremio de editores de España para establecer un pacto por la lectura. Necesitaban un preámbulo más literario y de reflexión antes de comenzar a enumerar las medidas concretas, y me hicieron el honor de pensar en mí para que lo escribiera. En este caso, a diferencia de lo que ocurre en El infinito en un junco, no hablo de nuestro amor por los libros, sino de las razones por las cuales la lectura es importante para la democracia.

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“¿Por qué una sociedad debería fomentar la lectura? Intenté responder esta pregunta en esas páginas. Por eso hablo de cómo los libros tejen comunidades, de cómo gracias a ellos podemos entrar en la piel de otros y mirarnos a través de su mirada. Cada vez que leemos, fortalecemos nuestra unidad a medida que afianzamos los diálogos.

Lee+: Tienes razón, no hay creación de Estado sin creación literaria.

Irene: Eso es lo que ocurre con los libros y con la educación: nos permiten construirnos una vida que tal vez no nos parecía destinada, pero que gracias al conocimiento se abrió paso, porque éste nos transformó en los arquitectos de nuestra existencia.

Lee+: Aún más, gracias a los libros me convierto en ciudadano del mundo y aprendo que no soy tan grande ni tan importante como podría creerlo.

Irene: Esto que dices resulta muy importante en una época tan narcisista como la nuestra. Gracias a los libros podemos dejar de girar alrededor de nosotros mismos y abrirnos al mundo para ser otros. Lo mejor que le puede pasar a uno es ser todos.