El otro lado de la escritora fantástica y de terror, Mariana Enriquez
8 de febrero 2023
Por Irma Gallo
Me imagino a esa Mariana Enriquez jovencísima que escribió y publicó Bajar es lo peor cuando ni siquiera se proponía ser escritora, como ella misma afirma. Me la imagino en su barrio de clase media baja en La Plata, intentando encontrar libros que hablaran de lo que estaba viviendo, y como su búsqueda no rendía los frutos que ella anhelaba, comenzar a escribir su primera novela.
Y no es que yo tenga una gran imaginación o posea información privilegiada con respecto a la singularísima autora de Nuestra parte de noche, sino que así, con la narración de esa etapa de su vida, comienza el libro El otro lado. Retratos, fetichismos, confesiones (Anagrama, 2022) que, con la edición de Leila Guerriero, reúne conferencias, crónicas y artículos periodísticos de esta escritora que muchos ya llaman de culto.
En este volumen de 813 páginas (más el índice), Mariana Enriquez alterna lo personal, en secciones que se llaman Mundo privado y van trazando la ruta de su vida a partir de sus obsesiones muy personales, con otras como Peregrinación y devoción, Dioses oscuros, El odio, Alma rollinga, Clásicos, Iluminaciones Descubrimientos Revelaciones, Fetichismos, Retratos a mano alzada, Desobedientes y Despedidas, en cuyas páginas podemos leer historias, entrevistas y retratos de los Rolling Stones, Charlie García, el punk francés de Serge Gainsbourg, el concierto de los Maniac Street Preachers en la Cuba castrista, la novela Las vírgenes suicidas, de Jeffrey Eugenides, o “la insoportable belleza de Jared Leto” (sus palabras, aunque coincido por completo).
Pero a mí la Mariana Enriquez que más me gusta es la de las secciones que se llaman Mundo privado. La que escribe que no siente ninguna nostalgia por los ochenta porque, entre otras cosas, “las cartucheras, calcos y otras mierdas de Hello Kitty eran caras, y si una no las tenía, pues era despreciada. Esto sigue siendo así con otros fetiches, probablemente, pero yo ya no soy una niña y a mí la que me arruinó la infancia fue la gata imbécil esa. Encima es linda. Cómo me revienta esa gata”.
O la que escribe que la vejez es una enfermedad, que no quiere ser vieja: “no quiero sufrir, no quiero estar enferma, no quiero decaer y decadentear y ver morirse a mis amigos y dejar de entender”, y este artículo está justo después de otro en el que narra que en todos lados, a pesar de sus remeras (playeras) rotas de AC/DC y de que se arranca las canas, ya le dicen señora. Y me identifico con ella en este terror a envejecer y en este desagrado por la palabra “señora”.
Adoro también a la Enriquez que se pasa la corrección política por el arco del triunfo y se lanza en contra de los amigos que se han convertido en padres (hombres y mujeres) y sólo hablan de los “críos”, y ahora ella y sus amigos gays que decidieron no maternar se sienten excluidos. También se burla de algunas fotografías de bebés que comparten los orgullosos padres en Facebook. Incluso, recuerda que su marido le dice, cuando miran la foto de un bebé con una cabeza demasiado grande, palabras más, palabras menos: “No los vayas a felicitar, quizá tiene hidrocefalia”.
También la adoro, a Mariana, cuando, valientemente, escribe: “Y qué invisibles somos las mujeres sin hijos”. Aunque yo sí tengo una hija.
Este libro, El otro lado. Retratos, fetichismos, confesiones, se convertirá en mi libro de cabecera. No me voy a leer las más de ochocientas páginas de un tirón pero estoy segura de que lo conservaré encima del cubo de madera al lado de mi cama que me sirve de mesita de noche, para regresar a él siempre que lo necesite, porque aquí se encuentran textos escritos con una perversa ironía, una brillante inteligencia y la desbordada creatividad que ha hecho de su autora una de las figuras imprescindibles de la literatura fantástica y de terror en español en el siglo XXI. Aunque estos no sean relatos de ficción.