
El lenguaje de las ciudades según Italo Calvino

El acto de describir una ciudad es también una manera de construirla. Si las palabras se vuelven ladrillos o concreto, entonces las urbes pueden leerse, interpretarse y reconstruirse una y otra vez al igual que los textos, o al menos eso plantea Italo Calvino en Las ciudades invisibles (Siruela, 2013), un libro en el que literatura y arquitectura se entrelazan para que replanteemos la manera en que el lenguaje da forma al espacio en el que vivimos, pero también el modo en que las historias que contamos acerca de las ciudades pueden modificar nuestra percepción y experiencia de ellas.
Tamara y las imágenes
Si bien el libro no pretende ser un postulado arquitectónico, hace que reparemos en la necesidad de contar con imágenes precisas para comprender conceptos complejos: un aspecto central en la arquitectura, aunque a veces el impacto de esa comunicación visual pueda ser subestimado. En la ciudad de Tamara, por ejemplo, Marco Polo describe un entorno donde “el ojo no ve cosas sino imágenes de cosas que significan otras cosas”; esta observación destaca la forma en que nuestra comprensión y comunicación están mediadas por símbolos y representaciones visuales. No obstante que la arquitectura es inherentemente visual, también resulta fundamental permitir que el significado y la experiencia evolucionen a través de percepciones que involucren todos los sentidos.
Isaura, Tecla y la naturaleza
Otro de los temas más recurrentes en Las ciudades invisibles es la interacción constante entre los habitantes de las ciudades y el entorno que habitan. En este sentido, Calvino parece proponer que la arquitectura y el entorno construido influyen profundamente en la vida de las personas, y viceversa. Para muestra, pensemos en Isaura, “la ciudad de los mil pozos”, en la que la extensión del espacio urbano llega a “donde quiera que los habitantes, excavando en la tierra largos agujeros verticales, han conseguido sacar agua, hasta allí y no más lejos”. La interacción que aquí se muestra nos recuerda que, a pesar de nuestras habilidades para construir y modificar el espacio, siempre estamos sujetos a las limitaciones y necesidades impuestas por la naturaleza.
En un contexto como el que atravesamos, lo anterior se torna más relevante porque sugiere que la naturaleza tiene la capacidad de moldear a pobladores y ciudades; por lo tanto, la arquitectura tendría que ser un medio que permita la coexistencia entre lo natural y lo humano, idea que se refuerza en la ciudad de Tecla:
A la pregunta: ¿Por qué se hace tan larga la construcción de Tecla?, los habitantes, sin dejar de levantar cubos, de bajar plomadas, de mover de arriba abajo largas brochas responden: Para que no empiece la destrucción. E interrogados sobre si temen que apenas quitados los andamios la ciudad empiece a resquebrajarse y caiga en pedazos, añaden deprisa, en voz baja: No sólo la ciudad.
Ciudades sin tiempo
De este libro, además, sobresale el hecho de que las ciudades de Calvino están libres de las restricciones del tiempo lineal. Por un lado, Zora desafía el envejecimiento, pues es una ciudad inmutable, “obligada a permanecer inmóvil e igual a sí misma para ser recordada mejor”. Esta imagen nos permite pensar en un espacio que, aparentemente, quedó atrapado en un estado de perpetuidad: el paso del tiempo no altera ni transforma su esencia.
Laudomia también da cuenta de la atemporalidad. Esta urbe tiene tres partes distintas: la ciudad de los vivos, la de los muertos y la de los no nacidos; en otras palabras, en ella conviven el pasado (los muertos), el presente (los vivos) y el futuro (los no nacidos). Es un cruce entre diferentes temporalidades.
Esta última ciudad guarda una alegoría sobre cómo las urbes modernas están construidas sobre las huellas del pasado, a la vez que son moldeadas por las acciones y aspiraciones de sus habitantes en el presente, así como por los planes para el futuro. Esta coexistencia de tiempos diferentes resalta la idea de que las ciudades son atemporales, en el sentido de que siempre están en un proceso de renovación y transformación, donde el pasado influye en el presente y al revés.
Aunque fue escrita desde el terreno de la literatura, Las ciudades invisibles ha logrado colarse en los ámbitos de la arquitectura y el urbanismo. A partir de las palabras, Calvino nos invita a reflexionar sobre la naturaleza de las ciudades, no sólo como entes físicos, sino como construcciones mentales, emocionales y culturales. En sus páginas, la arquitectura se vuelve un camino para explorar temas como el tiempo, la naturaleza, la identidad humana. Al hacerlo, Calvino nos ofrece una nueva manera de pensar las ciudades y el espacio que habitamos.+