Lee un adelanto de Ella es fuego, de Renée Bauer
Introducción
Soy una “niña buena» en recuperación. Siempre dibujé sin salirme de la raya, seguí las normas, mantuve firme mis opiniones y sonreí en todo momento. Nunca me han detenido, ni arrestado. Ni siquiera reprobé una sola materia. Hice todas las cosas correctas que se esperaban de cualquier «niña buena». Hasta mis treinta y pocos años, mi idea de rebeldía había sido meter a escondidas dulces al cine, infringir el código de vestimenta de la escuela o manejar hasta quedarme sin gasolina. No creo que estas cosas me elevaran a la categoría de alborotadora o disidente; así que la primera mitad de mi vida estuvo bien planeada y ejecutada, de acuerdo a mi carpeta con separadores de colores. Seguí el camino de niña buena que me habían trazado. Y todo iba bien… hasta que dejó de estarlo.
Universidad. Palomita. ☑
Facultad de Derecho. Palomita. ☑
Matrimonio tres meses después. Palomita. ☑
Trabajo en un bufete de abogados. Palomita. ☑
Hermosa casa blanca en los suburbios con un niño en camino.
Palomita. Palomita. Palomita. ☑
Despido.
Espera. ¿Qué? ¿Qué salió mal? A las niñas buenas no las des- piden; a las temerarias, sí. ¿Debería haber agachado la cabeza y cerrado la boca para conservar mi estabilidad y seguridad laboral? ¿Pero a qué precio?
Divorciada.
Un momento. ¿Cómo sucedió esto? ¿Cómo acabé divorciada con un niño de dos años? ¿Qué me pasaba para no ser feliz con todo lo que tenía?
Iniciativa empresarial desastrosa.
Oh, no. Se suponía que emprender mi propio negocio significaba recuperar mi tiempo y tener libertad financiera, así que ¿cómo es que estaba trabajando más que nunca y seguía teniendo una cuenta bancaria vacía?
Nuevo divorcio.
¿Cómo? No es posible: esta no puede ser mi vida. La aplicación de citas online decía que éramos compatibles en 94 por ciento. Alguien debió de advertirme que ese 6 por cierto en el que no coincidíamos provocaría graves fallas del sistema.
¿Dónde me equivoqué? Se suponía que no tenía que ser así. No había ningún separador en mi carpeta que dijera: «Poner de cabeza tu vida y perderlo todo». Pero en algún punto del camino, me caí del tren con destino a la felicidad suburbana. Había perdido el contacto con mi esencia y estaba extraviada y sola. Me sentía vacía e insatisfecha. Estaba desconectada y sabía que si algo no cambiaba, dentro de veinte años me despertaría preguntándome qué me había pasado. Necesitaba cambiar, pero no tenía ni idea de cómo hacerlo. Creía que podía esforzarme para salir de mi depresión, pero lo único que conseguía era un momentáneo acomodo de sentimientos. Y un parche nunca es la solución para una herida del alma. Ese infierno de no saber quién era, adónde iba o qué quería fue la época más oscura de mi vida.
En ese momento pensé que el divorcio era lo peor que me podía suceder, ahora sé que me pasó para algo. De hecho, todo lo que me sucedió fue un estira y afloja con mi forma de ser de niña buena. Es imposible crear una empresa de éxito sin tener que pisar algunos callos, ser jefe y tomar decisiones difíciles. De igual manera, no se puede tener una relación sana cuando comprometes quien eres por creer que eso es lo que busca la otra persona. Cuando disminuyes tu luz para que tu pareja se sienta más cómoda, al final tu chispa se apaga.
Sin embargo, con el paso de los años, me di cuenta de algo: la única forma de vivir alineada a lo que yo quería era dejar de actuar como una niña buena y cambiar por algo más auténtico, algo más rebelde. Empecé: cada vez que tenía una conversación incómoda, tomaba una decisión radical o dejaba de prestar atención a las opiniones de los demás, me encantaba.
Cuanto más ejercitaba el músculo de la valentía, más lo reforzaba. Cuanto más fuerte era, perseguía con más entusiasmo mis sueños audaces de hablar en escenarios, crear una empresa multimillonaria, invertir en otras empresas emergentes propiedad de mujeres y ser capaz de decir no cuando algo no me parecía bien. Y cuanto más perseguía mis sueños audaces, más libre, plena y atrevida me notaba. Seguía moviendo los límites cada vez que dejaba de tomar decisiones desde la complacencia y empezaba a vivir desde la verdad.
Hoy me resulta fácil decidir, confío en mí misma. En cuestión de segundos sé si algo me parece un claro que sí o un claro que no. No cuestiono mis instintos. La mujer que soy, en el fondo, sabe mejor que nadie lo que le conviene, porque se me revuelve el estómago si algo no va bien o me lleno de emoción cuando sucede lo contrario. Me recuerda de forma constante que soy atrevida y capaz porque dejo que su voz guerrera vibre a través de mí, mientras silencio a la crítica y pesimista que intenta interrumpir mi crecimiento. No pienso en los juicios ni opiniones de los demás porque no ofrecen ningún valor. Me rodeo de quienes me motivan, porque la inspiración nace de conexiones genuinas y de estar acompañada de personas que siguen su propio objetivo.
También es importante señalar que le dedico tiempo con moderación a quienes vibran con una energía baja, porque eso también puede ser contagioso.
Ser una niña buena me proporcionó buenas calificaciones, una banda de honor, un matrimonio aceptable y una vida tranquila. Ser así también me habría mantenido estancada en el statu quo, si hubiera permanecido ahí más tiempo. Y esa era una sentencia de por vida que me negaba a aceptar. Quería algo más. Sé que tú también lo quieres.
Este libro es para todas las mujeres a las que se les ha dicho que sonrían, que se callen y que se reduzcan a la versión más pequeña de sí mismas. Es para todas las mujeres que luchan por tomar una decisión importante en la vida o se preguntan: «¿Y ahora qué sigue?». Es para todas las que piensan que esto no puede ser mejor. Es para todas las que han sentido que tiene que haber algo más, que creen que no deben de tener motivos para quejarse o que se sienten avergonzadas por cuestionar su felicidad.
Considera este libro como el permiso para que se escuche tu voz, para apasionarte por tus convicciones y avanzar con seguridad, según tus propios parámetros. Nunca es demasiado tarde para algo. Las ideas no tienen fecha de caducidad. Puedes encontrar el amor, escribir un libro, montar un negocio, viajar por el mundo o hacer lo que te atrevas a soñar a cualquier edad. Así que vamos a dejar algo claro ahora mismo: ya no necesitas ser la niña buena.
No necesitas seguir el camino que alguien más trazó.
No necesitas encajar en un molde.
No necesitas hacer feliz a alguien más. No necesitas esconder tus emociones. No necesitas ser humilde.
No necesitas fingir ser otra persona.
Dentro de ti hay una mujer temeraria que lucha por salir. Es atrevida.
Es heroica. Es obstinada.
Ocupa espacio.
Es inflexible en sus sueños. Ella es TÚ.
Es hora de volver a familiarizarte con LA QUE ES FUEGO.