Una conversación con Jordi Soler

Una conversación con Jordi Soler

José Luis Trueba Lara

Artemisa es una hermosa mujer de ascendencia griega que vive en un pueblo de Veracruz. En este espacio entre mítico y real, encuentra la adoración de los habitantes, pero todo romance con ella está condenado a la desgracia. Platicamos con Jordi Soler sobre su novela más reciente, En el reino del toro sagrado, así como del cruce entre las mitologías griega y mexicana, la belleza y sus mecanismos sociales y mucho más.

Tu nueva novela, En el reino del toro sagrado, pone sobre la mesa un problema fascinante: la belleza y su poder. La protagonista es una mujer hermosa que no siempre logra lo que quiere, pero tampoco soporta que no la adoren ni admiren. Artemisa es un personaje encantador que cuestiona la corrección política que marca nuestros días.

Tienes razón, Artemisa es bellísima, pero no soporta que la gente piense que todo lo que tiene se debe a su belleza. Ella, sin duda alguna, ha demostrado tener varios talentos en su rancho, pero su belleza no puede ser ignorada. Cuando quiere ver al alcalde de Los Abismos, el pueblo donde se desarrolla la novela, ni siquiera tiene que esperar en la fila. Artemisa llega a cualquier lugar y las aguas del mar se abren ante ella. Pero también le molesta mucho que ninguna criatura viva —ya sea hombre, mujer o animal— se resista a arrodillarse ante su belleza. Ésta es una contradicción con la que lidia Artemisa, y está relacionada con la falta de corrección política. No porque la situación no exista, sino porque en este punto del siglo xxi es peligroso decir estas cosas. Uno de mis alicientes para escribir esta novela fue ese peligro.

En el reino del toro sagrado me hizo recordar otra de tus incorrecciones políticas: La mujer que tenía los pies feos. ¿Qué te han dicho tus lectores sobre Artemisa? ¿Te han censurado? ¿Te han atacado?

Todavía no. Ha habido algunos comentarios aislados, pero si lees la novela en serio no hay manera de atacarla desde la perspectiva la de corrección del siglo xxi, pues ella limita la visión y el panorama. Esta historia, como suelen ser las historias literarias, va mucho más allá que la perspectiva actual. Confío en que lectores no podrán atacarla desde ese punto de vista. Los pocos ataques benignos que ha recibido son de personas que no la han leído; sus palabras son resultado de una entrevista y por eso la atacan inmediatamente.

En mi novela no convertí a la mujer en un objeto. Encontrarse con Artemisa en un hueco de Los Abismos es como toparse con un tigre de Bengala. Pensemos en un tigre de Bengala que de repente aparece en un pasillo lleno de gente como nosotros. ¿Dónde nos quedamos tú y yo delante de un tigre de Bengala? Tendríamos que escondernos en una habitación, subirnos a la viga del techo, huir, no sólo por el peligro, sino también por lo incómodos que estaríamos en el nuevo escenario que esa hermosa criatura ha creado. Nosotros, querámoslo o no, tendríamos que ser absolutamente devotos de su belleza, porque su belleza es idéntica a su poder poder.

Tengo la sensación de que detrás de toda esta fascinación, de todo este poder, de esta capacidad que tiene la belleza para someternos, En el reino del toro sagrado también hace una crítica a ciertos usos de la belleza.

Ésa es la impresión correcta. Creo que lo que sucede En el reino del toro sagrado es como tú lo dices. Incluso, en uno de los capítulos de la novela se muestra la obsesión que el narrador tiene con las rubias, con las rubias de México… Con las mujeres que pueden hacerlo todo, con las que tienen las puertas abiertas en los restaurantes, con las que le piden al valet parking que vaya a llenar el tanque de gasolina de su coche. Este capítulo es una especie de letanía sobre las rubias que todo lo pueden en México. Al igual que en la mitología griega, en nuestro país se cree que las rubias son las buenas y que las mujeres de piel oscura son las malas, las feas y las apestosas, como Vulcano. 

He pensado que la manía por las rubias cubre el mundo occidental y no sólo a México. Los griegos, hace miles de años, inocularon esa idea en todas las naciones que crecían en el lado occidental del planeta. México es un subcapítulo de esta trama antiquísima.

En México, la discriminación social está muy relacionada con la apariencia de las personas, y éste es uno de los temas principales de la novela. Mientras más indígena parezcas, menos oportunidades tendrás en la vida. Y si tienes cara más o menos europea, lo tendrás mucho más fácil por tu apariencia. Creo que esto es uno de los problemas más importantes de nuestro país, y lo más triste de todo es que nadie tiene la culpa de cómo nace con su apariencia. Y, sin embargo, en México y en los países latinoamericanos, ella es fundamental para sobrevivir.

Esto me parece una gran injusticia y quizá sea el punto clave de los problemas sociales en México, y se aborda en En el reino del toro sagrado. No quiero asustar a mis lectores: no se trata de un estudio de la mitología griega ni es un tratado sociológico sobre la desigualdad, es algo que simplemente forma parte de su trama.

¿Por qué unes mitos tan distantes de un lugar tan cercano a ti como Veracruz? ¿Cuáles son los nexos entre En el reino del toro sagrado y Los hijos del volcán, tu novela anterior?

Quizás porque en realidad no están tan lejos. Los mitos son una colección de experiencias que hace miles de años vivieron personas como nosotros, con los mismos miedos, anhelos y necesidades. Y todo lo que se escribió entonces son experiencias que aún pueden sucederte como ciudadano del siglo xxi.

En el reino del toro sagrado hay un cruce con la mitología mexicana originaria, porque en el fondo es la misma historia: un catálogo de situaciones y experiencias que nos pueden ayudar a los ciudadanos de este siglo. México y Grecia representan dos territorios basados en el mito. Los mexicanos estamos todo el tiempo afectados por mitos, somos los hijos de Quetzalcóatl, somos seres absolutamente duales. Nos arrastramos por la tierra porque volamos en el aire. Somos el agua quemada, el agua combinada con el fuego. Ésta una combinación que parece imposible, pero resulta totalmente posible. De todas estas contradicciones que proponen los mitos estamos hechos los mexicanos y por eso tenemos un vínculo muy importante con los mitos griegos.

Tengo que decir que esta idea no es mía. Alfonso Reyes estableció esa conexión entre los mitos griegos y los mexicanos, posteriormente explorada por Carlos Fuentes. José Vasconcelos también escribió sobre esto. Cada uno le dio una dirección diferente y un destino muy singular. Lo que hago en esta novela es unirme a la tradición de escritores mexicanos feroces que exploran la mitología. Por otro lado, y me encanta que menciones Los hijos del volcán porque tienes toda la razón, hay una conexión mitológica que une estas dos novelas.

He sido un lector de mitos desde muy joven, por eso siempre me han servido como punto de referencia y para desenredar algunas situaciones. Cuando estaba escribiendo Los hijos del volcán, pensé que la violencia de la mitología se relaciona con la violencia que existe en Veracruz. Por eso, en esta novela y en la anterior he intentado abordar de manera muy sutil el tema del narcotráfico y el crimen organizado. La violencia que quise reflejar en estos libros es la violencia de la mitología, la que surge de la tierra, la que emana del volcán. México es un país que va a dos velocidades. Sus metrópolis, como Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey, son comparables a cualquier ciudad europea, pero el ámbito rural está 300 años atrás, ni mejor ni peor.

Pero también hay otra forma de violencia que se presenta, la que surge de tu personaje, al que le llaman marica.

Él es un personaje dual: por un lado, la gente lo encuentra repulsivo, pero también se trata de la celebridad del pueblo. Él es un gran inventor, capaz de reparar todos los aparatos electrónicos. Se vuelve una persona muy apreciada y a la que la gente recurre. Quiero que quede muy claro quién es y lo que es capaz de hacer. Creo que el chico gay le da un toque especial a los machitos del pueblo. Eso es crucial.+