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Cómo ser escritora en el Renacimiento

Cómo ser escritora en el Renacimiento

Yara Vidal

 

“No puedo tolerar que ataques a todo mi sexo. ¿Por qué, pregunto, debe ser considerado un delito que una mujer busque el conocimiento? ¿No es esto un don natural, otorgado por igual a todos los seres humanos por la divina providencia? Sin embargo, se nos niega, se nos encierra en la ignorancia, y luego se nos culpa por la debilidad que esa misma ignorancia produce.”

-Laura Cereta  (1469-1499) que refleja su postura sobre la opresión femenina. Extraída de su carta dirigida a Bibulus Sempronius, escrita en 1488, conocida como Defensa de una educación liberal para las mujeres” (Epístola LXV). En ella, Cereta responde a las críticas misóginas y aborda la subordinación impuesta a las mujeres.

 

El Renacimiento es un punto crucial para el desarrollo del pensamiento crítico, la ciencia y el arte. Aunque las mujeres estuvieron relegadas a un segundo plano y tuvieron limitadas oportunidades educativas, muchas de ellas accedieron a la enseñanza gracias a su posición social, convirtiéndose en creadoras influyentes en diversos ámbitos. Pensemos por ejemplo en la Universidad de Bolonia, fundada en 1088, que no permitía el acceso formal de las mujeres y la educación superior era exclusiva para hombres, la nobleza y los clérigos. Dentro de la misma institución existen casos excepcionales; en 1239, Bettisia Gozzadini (1209-1261) se graduó como jurista en Derecho y se convirtió en la primera mujer en impartir clases en una universidad. Asimismo, Laura Cereta (1469-1499) egresada de esa institución y destacada escritora humanista y feminista gracias a su maestría en el latín, pese a las acusaciones de plagio por parte de algunos intelectuales de la época. Frente a estas críticas y acusaciones, Cereta contestó con una de las más brillantes defensas de la educación femenina en la Italia del siglo XV. Siglos después, Laura Bassi (1711-1778) -filósofa, poeta, profesora y científica- cursó un doctorado en 1732 y enseñó física. No fue hasta el siglo XIX cuando la integración de las mujeres en la educación superior se volvió una práctica común.

         Ante tales problemáticas algunas damas de clases altas, con acceso a círculos intelectuales, aprovecharon su posición para educarse de manera autodidacta y utilizando la literatura y artes para desafiar normas sociales y ganar influencia.

El resto de mujeres, con menor acceso a las élites, adquirieron conocimientos prácticos en áreas como botánica y química, a través de la elaboración de cosméticos y remedios transmitidos principalmente sólo entre ellas. Con la llegada de la imprenta, estos conocimientos pudieron difundirse en formato de panfletos y recetarios de belleza que circularon en múltiples hogares.

El poder en la escritura

Jill Burke es una historiadora de arte que también se ha desempeñado como profesora de Culturas materiales y visuales del Renacimiento en la Universidad de Edimburgo ofreciendo una nueva perspectiva sobre esta época, un periodo donde rara vez se examina únicamente a la mujer en todas sus actividades. Burke, en su libro Cómo ser una mujer del Renacimiento, mujeres, poder y el nacimiento del mito de la belleza, (Crítica-Planeta) cambia el enfoque de las figuras masculinas icónicas de la época (Miguel Ángel, Tiziano, Maquiavelo) a las mujeres que dieron forma y subvirtieron su cultura de la belleza. Analiza artistas, cortesanas y escritoras que, a través de su ingenio y creatividad, desafiaban las expectativas de su tiempo, lo que sugiere un nivel de educación o astucia adquirido más allá de lo convencional. Las escritoras se destacan como voces fundamentales que documentan, critican y reinventan los ideales de feminidad, poder y autoexpresión en una sociedad patriarcal. A través de su obra, Burke revela las maneras en que algunas escritoras como Verónica Franco, Laura Cereta, Laura Terracina, Moderata Fonte, Giulia Bigolina, Lucrezia Marinella, Chiara Matraini, Isabella Andreini y Tullia D’Aragona, sortearon las limitaciones de su tiempo, con las plumas como herramientas de resistencia, creatividad y agencia. 

El trabajo de Burke no es sólo una investigación académica, sino un llamado a la reflexión sobre la historia de las mujeres y su rol en la sociedad. Uno de los temas centrales del libro es la noción de poder y cómo este se manifiesta en la vida de las mujeres. Argumenta que el poder no siempre se ejerce de manera explícita; a menudo, las mujeres del Renacimiento encontraron formas sutiles de influir en su entorno, utilizando su inteligencia y habilidades de negociación. Lucharon principalmente con nociones nocivas como:  «… en los inicios del Renacimiento la suposición de que las mujeres eran física e intelectualmente inferiores a los hombres era muy común.» (Burke)

¿Cómo nos vemos?

«La cultura renacentista estaba fascinada con lo que se podría llamar la performatividad de la vida cotidiana y la relación entre el aspecto exterior y la esencia interior.» (Burke)

A través de epístolas, poemas, manuales de belleza y tratados, se revela un mundo en que las mujeres no eran objetos pasivos de la mirada masculina sino participantes activas en la configuración de sus identidades. La poeta se enfrenta a un lenguaje que impone restricciones que desafiará, quebrará y transformará para abarcar la perspectiva de la alteridad. Los nuevos estilos de escritura como autobiografía, diario, soliloquio y representación lideraban el diálogo del autoconocimiento y la percepción de las personas comienza a transformarse a principios del siglo XVI; se empieza a observar el yo desde una perspectiva externa. A finales del siglo XV surge una invención significativa: se perfecciona la manufactura del espejo de cuerpo entero, con una claridad antes desconocida. Este desarrollo posibilita que las personas, en particular las mujeres, se observen completamente por primera vez, transformando su vínculo con la apariencia y la percepción de sí mismas, comenzando a asumirse como únicas. La introspección sucede también en la literatura. En la pintura no sorprende que surja el autorretrato, un género tan reflexivo.

Las escritoras, en particular, emergen como piezas clave en esta narrativa, ofreciendo ideas sobre las presiones y posibilidades de la feminidad renacentista. La belleza es una carga y un recurso para la mujer; sufren la angustiosa obsesión de la época por las apariencias y las expectativas de género. Al centrarse en ellas, Burke desmantela el estereotipo de la mujer del Renacimiento como meramente ornamental, presentando en cambio un tapiz de voces que hablan de resiliencia, intelecto y desafío.

Más allá de Venus

El  mito de Venus, nacida del caos (la castración de Urano), conlleva una corriente subyacente de rebelión. Las mujeres renacentistas, hicieron eco de esto resistiendo las limitaciones patriarcales. En el libro El valor de las mujeres de Moderata Fonte, se critican las cargas de la belleza, imaginando un mundo donde el valor de las mujeres trasciende los ideales venusianos. Se trata de un diálogo entre venecianas que discuten sobre el valor de las mujeres y la superioridad de este sexo sobre el masculino. Su trabajo sugiere una Venus que empodera en lugar de atrapar, alineándose con la capacidad de la diosa para dominar su narrativa.

«Los cuerpos de las mujeres se presentan como proyectos siempre inacabados, que se han de mejorar y trabajar constantemente.» Burke

El ideal de la belleza se ligaba a la percepción del poder femenino. Muchas mujeres  utilizaron la estética a su favor, convirtiéndola en una herramienta de agencia y resistencia. El ideal de belleza renacentista no solo refleja valores estéticos, sino que funciona como un mecanismo de control sobre éstas. Tratados como Gli ornamenti delle donne de Giovanni Marinello establecían estándares como piel blanca, cabello dorado y caderas proporcionadas, promoviendo la auto-insatisfacción femenina. Estos ideales no solo afectaban a las nobles; la difusión de manuales de belleza permitió que mujeres de diversas clases sociales buscaran adherirse a ellos. Burke establece paralelismos entre sus escritos y los populares Libros de los secretos, manuales económicos llenos de recetas cosméticas y consejos de belleza dirigidos a mujeres de clase trabajadora. Si bien estos manuales eran a menudo anónimos o escritos por hombres, también es cierto que mujeres como Franco, Cereta y Fonte contribuyen a una tradición literaria paralela que elevó este conocimiento al nivel de arte y crítica. Por ejemplo, las descripciones detalladas de Franco sobre los rituales de aseo personal hacen eco de los consejos prácticos de estas publicaciones, pero su poesía les imbuye de peso emocional y político. La inclusión por parte de Burke de estos textos junto con las obras de las escritoras subraya la diversidad de voces femeninas en el Renacimiento, desde la élite hasta la vida cotidiana, todas lidiando contra las mismas corrientes sociales.

Mujeres escritoras y pensadoras: desafiando el silencio

Algunas mujeres que lograron sobresalir en el ámbito literario y filosófico son:

  • Laura Cereta (1469-1499): Humanista nacida en Brescia, sus cartas filosóficas defienden el derecho de las mujeres a la educación y critican la desigualdad de género. Se rebeló contra la “tiranía del espejo”, denunciando la belleza como una distracción de la vida intelectual.
  • Isabel de Este (1474-1539): Nacida en Ferrara, conocida como la Primera Dama del Renacimiento; fue una importante mecenas de las artes y estratega política.
  • Giulia Bigolina (1518-1569): Autora originaria de Padua. Escribió Urania, una de las primeras novelas escritas por una mujer en Italia
  • Laura Terracina (1519-1577): Poeta napolitana que exigió que las voces femeninas fueran escuchadas, desafiando el dominio masculino en la literatura.
  • Veronica Franco (1546-1591): Poeta y cortesana veneciana quien utilizó su inteligencia y habilidades literarias para ascender en la sociedad y defender los derechos de las mujeres. Su poesía combina erotismo y crítica social, y su participación en debates públicos fue inusual para una mujer de su tiempo
  • Moderata Fonte (seudónimo Modesta Pozzo) (1555-1592): Autora veneciana de El mérito de las mujeres, imaginó un mundo en el que las mujeres debatían y reflexionaban sin la influencia masculina. Su obra denunció las cargas de la belleza impuesta y la desigualdad de género.
  • Lucrezia Marinella (1571-1653): La veneciana autora de La nobleza y excelencia de las mujeres, argumentó la superioridad femenina sobre los hombres en intelecto y virtud.
  • Chiara Matraini, Isabella Andreini y Tullia d’Aragona: Escritoras y filósofas que exploraron el papel de la mujer en la sociedad, el amor y la autonomía intelectual.

Estas mujeres utilizaron la escritura para negociar sus identidades, desafiar las normas sociales y documentar su realidad. Las mujeres también ejercieron influencia en la política, la economía y el arte, aunque muchas veces de forma indirecta. 

Lo que distingue el trato que da  Burke a estas escritoras, es su negativa a romantizar sus luchas o aplanar su complejidad. Reconoce el privilegio que permitió el ascenso de Franco, el aislamiento que enfrentó Cereta como académica y el reconocimiento póstumo del radicalismo de Fonte. 

En el valioso trabajo de Jill Burke Cómo ser una mujer del Renacimiento se recuperan las voces de escritoras esenciales para comprender el Renacimiento. A través de sus libros, pinturas, poesía, cartas y diálogos, estas mujeres transformaron la cultura de la belleza de un lugar de subyugación a uno de creatividad y resistencia. La meticulosa investigación de la autora, y su cautivadora prosa dan vida a sus historias revelando cómo utilizaron la escritura para afirmar su humanidad en un mundo obsesionado con las apariencias, desafiando la narrativa dominada por los poderosos hombres y ofreciendo una perspectiva vibrante, liderada por mujeres, que resuena con los debates contemporáneos sobre género, belleza y poder. Las obras de estas creadoras no son reliquias de un pasado lejano, sino espejos que reflejan las perdurables complejidades de la condición de mujer. Entonces como ahora, procuremos vernos en espejos menos distorsionados.