Evocación, memoria y lenguaje en una novela de Diamela Eltit
14 de enero de 2022
Carlos Torres Tinajero
A partir de un ritmo narrativo desenfadado a lo largo de la novela Jamás el fuego nunca, la chilena Diamela Eltit (1949) recrea múltiples costumbres a finales del régimen político de Augusto Pinochet en el Chile del siglo xx. Para lograrlo, pone énfasis en la eficacia del manejo expresivo del lenguaje y en el uso plástico de distintas voces narrativas con las cuales se retrata ese contexto histórico. Los dos protagonistas sostienen una conversación con un tinte evocativo para explorar su pasado —de clara filiación comunista, antagónica al pinochetismo— y para descubrir su interioridad durante aquellos años. Muestras esenciales de ello son sus sensibilidades humana y fraternal en la muerte de un pariente, derivada del aprieto de su familia, al llevarlo al hospital, por miedo a las represalias del gobierno, uno de los temores en la época.
Con la finalidad de ahondar con más profundidad en el ideario de Pinochet, presente en el desarrollo de la obra, es necesario recordar algunos anclajes históricos y conceptuales, pues los personajes reflexionan y cuestionan los rasgos medulares del pinochetismo con el afán de develar la naturaleza de ese régimen. Entre esos rasgos por considerar para caracterizarlo, destacan la voluntad unilateral en la toma de decisiones; la precisión iconográfica al imponer la imagen de un líder; la presencia de tropas militares en desfiles callejeros; la traición a sus colaboradores; y la insaciable búsqueda de legitimidad política, a través de elementos paraverbales todo el tiempo, si se piensa en la gesticulación y en el movimiento de las manos del líder en los discursos frente a las masas.
Este tipo de aspectos ideológicos originan prácticas cruciales en el comportamiento de los personajes —opuesto al régimen—, quienes deciden el rumbo con el propósito de salvaguardar su integridad. A casi medio siglo de aquel régimen, la voz de un personaje en primera persona interioriza y detalla la ideología reinante tras la pérdida de su hijo. Con el tiempo y con la evocación de recuerdos, la muerte de Pinochet se convierte en una de las inquietudes del personaje central. Al recostarse en la cama por la noche, el flujo de pensamiento hila remembranzas y se da rienda suelta a su mirada interna.
Gracias a los usos del lenguaje coloquial, se cuentan andanzas revolucionarias en el Chile de aquella época. El intercambio dialógico muestra las consecuencias sicológicas del aislamiento, al cual se someten los personajes en un cuarto cerrado, donde confluyen estados de ánimo pasajeros y reflexiones sobre el cauce de la sociedad española de principios del siglo xx. Se despiertan instintos para poner al descubierto con mucha claridad facetas determinantes de sus interacciones, quizá determinadas por su convivencia en un espacio físico, tan característico como el encierro de dos personajes en esa habitación a lo largo de un buen trecho del conflicto, pilar fundamental de los retos admirables de Eltit.
Además de la perspectiva formal en la prosa, el lenguaje coloquial tiene una dimensión imprescindible en la evolución de los protagonistas. El gran reto de conferirle significado social a las cosas —una de las funciones pragmáticas de la lengua— e intercambiar puntos de vista y proyectos a futuro son parte de los temas centrales desde una postura narrativa y argumentativa.
Los personajes experimentan preocupación y frustración en la trama y la muestran en con su lenguaje coloquial. Pero les cuesta trabajo expresar con transparencia su inconformidad, su furia contra el régimen y sus secuelas en el habla revolucionaria, que se materializa con creces en cada frase. Para desarrollar ese lenguaje revolucionario, se enfatiza la noción de un “lenguaje privado”, a través del intercambio de ideas, propias en un escenario de confrontación y se hace hincapié en el encierro una vez más. Ese “lenguaje privado” es producto de la clandestinidad y de los secretos, hasta matizarlos con la experiencia del combate desde la mirada particular de los personajes.
La importancia de ese “lenguaje privado” radica en ser un elemento nuclear de las peripecias narrativas y en reflejar las frustraciones de la rutina revolucionaria. El uso pragmático de las palabras, en distintas situaciones en el desarrollo del conflicto, da cuenta los tremendos desafíos de comunicación entre los interlocutores. En el mismo sentido, la novela problematiza la dificultad de nombrar la realidad —uno de los asuntos de discusión constante en la historia de filosofía del lenguaje desde la Época Antigua— en pleno ambiente revolucionario.
Para cerrar, Jamás el fuego nunca de la escritora chilena Diamela Eltit es una novela en la que se desmenuza una etapa de la Historia internacional de claras definiciones y de claras concepciones públicas de toda una generación con una prosa directa, cercana a cualquier lector. El libro expone muchas de las prácticas e introspecciones humanas en la esfera política y sus repercusiones en la vida privada en un contexto peculiar, si se piensa en la ideología, motor de acción en el camino y en los objetivos de los personajes. La ideología tiene efectos en la vida privada, en la manera de relacionarse con los demás y en la manera de concebir la vida pública desde una apuesta literaria muy sólida, donde la evocación, la memoria y el lenguaje, en el ejercicio de escritura, tienen un lugar primordial en la concepción y en el crecimiento de los personajes y tal vez en una forma de entender la narrativa en nuestros días. +