El erotismo como resistencia: la poesía de Griselda Álvarez

El erotismo como resistencia: la poesía de Griselda Álvarez

3 de marzo 2023

Por Carmen Villoro

Griselda Álvarez es mejor recordada como la primera mujer que ocupó el puesto de gobernadora en nuestro país, una figura que se volvió emblemática por el apoyo a los grupos sociales vulnerables y la defensa de los derechos de las mujeres.

Si hay nombres de escritores jaliscienses que de inmediato brincan al estrado del reconocimiento, como el de Agustín Yáñez, Juan Rulfo o Juan José Arreola, el nombre de Griselda Álvarez se olvida o, simplemente, se ignora. Sin embargo, es una escritora prolija y una especialista en el ejercicio del soneto, esa forma de poesía mayor sofisticada y culta. Hago una lectura personal de dos de sus títulos: Anatomía superficial y Erótica. El primero consiste en una joya notable escrita durante su madurez, en 1967: un poemario de 21 sonetos cuyo tema es el cuerpo del hombre amado. Erótica, por su parte, fue escrito en 1999, a los 83 años, y podemos leerlo como una declaración de principios.

A manera de contexto

Virginia Woolf escribió a principios del siglo xx: “Y, sobre todo ―¿es indispensable decirlo?—, el hada del hogar es pura. Su pureza es considerada su más alto mérito, sus rubores, su mayor gracia”. La escritora mexicana Rosario Castellanos explica en su libro Mujer que sabe latín que la pureza de la que habla Woolf equivale a ignorancia sobre todos los asuntos de la vida, pero especialmente “alude a los procesos de acoplamiento, reproducción y perpetuación de las especies sexuadas, entre ellas la humana. Pero más que nada, ignorancia de lo que es la mujer misma”.

Tres años antes de que Castellanos escribiera estas líneas (1970), Griselda Álvarez publicó Anatomía superficial. No sólo se atrevió a abordar la materia de la cual los maestros de medicina se negaban a dictar cátedra si había señoritas entre sus alumnos, el cuerpo humano, sino que se rebeló con fuerza y contundencia contra ese baño de pureza que la sociedad impuso sobre las mujeres: la ignorancia del propio deseo y del conocimiento de sí misma. En este contexto, el conjunto de sonetos dedicados a la belleza del cuerpo desnudo del hombre y a los deleites femeninos que provoca representa un acto de rebeldía social y una postura de resistencia. Esta reivindicación de la sensualidad femenina se manifiesta en los detalles del modo, la forma, el tono y la textura afectiva con que ésta es descrita.

Lectura de Anatomía superficial

El título del libro alude a los esquemas de anatomía médica que describen e ilustran el cuerpo humano. Sin embargo, la mirada de Griselda Álvarez dista de ser la de una seccionadora fría y científica, y no es tampoco superficial, sino muy profunda en su significado. El objeto de análisis de su poemario resulta tan importante como la experiencia emocional que suscita en quien lo lee. Con los cinco sentidos bien abiertos, la poeta va dando vida y fuerza al cuerpo amado. Se trata de una apasionada, casi religiosa apología del cuerpo del hombre. Dueña de una sensualidad audaz, la autora va infundiendo voluptuosidad a cada verso, reivindicando la libertad erótica de la voz poética. El poemario habla del cuerpo masculino, pero dice mucho más del deseo resuelto de una mujer libre.

La dedicatoria del poemario reza: A usted, modelo de hombre. Me atrevo a especular que el anonimato del dueño de la dedicatoria responde a un amor prohibido. La dedicatoria constituye una provocación a las “buenas conciencias” de la época. Este atrevido decir de la mujer que ama es lo que me interesa. La devoción por ese hombre amado no debe confundirse con sometimiento. Hay una entrega total al ser que se ama, una renuncia al propio yo que se deslíe ante la excelsitud de lo mirado. ¿Y no es eso el amor? De eso se trata: de aquella entrega que en el amor carnal es condición para la intimidad, el sexo y su cuota de locura. Y en el decir ―y decir en voz alta― estriba su cualidad liberadora.

Pronunciar en voz alta y hacia todos los puntos cardinales la fuerza del propio fuego es una declaración sin miedo y sin disfraz contra la represión y la “decencia”, contra el recato y las “buenas costumbres”. A pesar del protocolo de su rol social, esta mujer ―que es todas las mujeres― alza la voz desde su voluptuosidad para decir que el cuerpo representa su motivo y su motor, y utiliza la metáfora no para ocultar o suavizar, sino para incendiar y dar materialidad a su desorden.

De este libro, transcribo el soneto que lleva el título “Vello”:

Césped infante cubre tu llanura
a tornasol tal vez rubio de paja
que ahí donde la luz se resquebraja
en bosque limitado se inaugura.

Alfombra tierna, dime, ¿de qué hondura
nació la sangre que en tu piel trabaja,
para que germinaras con ventaja
y más seda se hiciera tu envoltura?

Sutileza del aire con que roza
tu ligero vellón en desaliño,
quizá en algún lugar selva tortuosa,

quizá en algún lugar prado lampiño.
A mis dientes corderos suelto ansiosa
para que trisquen en tu césped niño.

En el primer verso, césped infante cubre tu llanura, se anuncia el ojo que mira una planicie horizontal cubierta de césped: el cuerpo del amado tendido en el lecho del encuentro sexual. Los amantes están desnudos en la cama y ella observa a contraluz el vello que cubre la piel de él, observando cómo se iluminan algunos tramos de superficie y cómo la oscuridad se instala ahí donde la densidad del vello aumenta: la barba, las axilas, el sexo.

La voz poética interpela a esta alfombra tierna y le pregunta de dónde se alimenta para germinar y tener esa textura sedosa. Con la alusión a las cualidades de la seda, se incluye en el poema, de manera indirecta y sutil, el sentido del tacto: y más seda se hiciera tu envoltura. La voz ya no le habla a la alfombra tierna, sino al hombre envuelto por esa textura sedosa. La palabra que miraba ahora toca y siente la suavidad de la seda que envuelve el cuerpo masculino.

En el poema aparece el aire como elemento que roza ese vellón en desaliño. ¿Será el aire que entra por la ventana de la habitación de los amantes?, ¿o un aire más próximo al cuerpo?, ¿quizá la propia respiración de la mujer?

Quizá en algún lugar selva tortuosa, quizá en algún lugar prado lampiño: la voz poética vuelve a colocar en la mirada del lector la geografía del cuerpo masculino, señalando lugares poblados y otros con poca o ninguna presencia de este vello. La metáfora selva tortuosa describe la materia física como sinónimo de enredada, pero también por la complejidad de emociones que provoca. En contraste, el prado lampiño es un espacio llano y limpio donde la palma de la mano o las yemas de los dedos pueden deslizarse con facilidad.

En todo el poema está presente la cercanía del otro, en donde la amante deja suelto el deseo y aborda con la boca, los labios, los dientes esa piel. El poema comienza y termina con una misma imagen, lo cual otorga redondez al soneto: césped infante en el primer verso, césped niño en el último. La cualidad de pequeñez que hay en los dos adjetivos describe la dimensión del vello que cubre la piel, pero, además, incorpora la ternura.

Lectura de Erótica

La palabra erótica, utilizada en el título de este poemario de 1999, es un adjetivo y también un sustantivo. Como adjetivo, califica a la poesía de este conjunto de sonetos. Como sustantivo, adquiere otra estatura: se eleva a la categoría de una visión de las cosas, como una poética, una ética o una estética. La erótica de Griselda Álvarez es, desde esta lectura, una postura moral e ideológica. Su poemario puede leerse como una declaración de principios que pondera, reivindica y hace justicia al erotismo femenino.

Desde el primer verso, la poeta se presenta en el escenario público así: hoy, descalza hasta el cuello, sin estorbo. La escritura le permite quitarse de encima los discursos estorbosos y desnudar su propio ser para sus lectores. En otro momento declara que no se puede vivir sin erotismo, con lo cual le otorga carta de naturalización a la sensualidad femenina en una época en la que todavía se consideraba virtud la virginidad.

Más allá de la celebración de un amor personal, el poemario aborda el tema del sexo con audacia. En el soneto “Preguntas”, este encuentro se presenta como una lucha de dominio acordada por ambos participantes, y establece una paridad que, si no se consigue en otros ámbitos de la vida social, sí se alcanza en la cama:

Vamos a donde ordenes. Tú me mandas.
Y yo mando también. También mi imperio.
Y la igualdad que sobre el cuerpo me untas.

Transcribo completo el soneto “Eterno mar” porque en él hay una apología a la sexualidad femenina, una revaloración de su cualidad holística y de la continuidad renovada de su deseo, todo ello visto como una “ventaja”:

Soy el principio de tu mar intenso
porque no puedes detener mi oleaje
y dentro y fuera vas como en un viaje
interminable, lúbrico por tenso.

Soy tu final también, porque indefenso
terminas cuando quiero. Mi hospedaje
empieza con tu grito “¡al abordaje!”
y yo te doy el fin como el comienzo.

He nacido mujer y es mi ventaja
porque soy en verdad inacabable.
Hay un momento en que el timón se baja,

en cambio ola tras ola sigo estable,
que el sudor como en perlas se te alhaja
y mientras, otra vez, sigo ayuntable.

Termino el recorrido de esta obra con el soneto que lleva por título “En resumen” y una cláusula ética:

El erotismo es un derecho humano.

Los dos libros de sonetos mencionados constituyen una resistencia al empeño patriarcal de desacreditar el deseo sexual femenino y de calificar el erotismo femenino. La obra de Griselda Álvarez representa un testamento generoso, en el que esta espléndida mujer lega un bien mayor a las nuevas generaciones de mujeres: la libertad del cuerpo. +