La maternidad y la voz de la infancia en Los abismos
07 de mayo de 2021
Irma Gallo
Tenía solo unos días de haber leído La perra (Literatura Random House, 2017) de Pilar Quintana, cuando me enteré que la escritora – nacida en Cali, Colombia, en 1972 – había ganado el Premio Alfaguara de Novela 2021 con Los abismos. Así que, en cuanto supe que estaba a la venta, corrí a comprarla.
Lo primero que me llamó la atención de Los abismos es que, como hizo en La perra, Pilar Quintana volvía a tocar el tema de la maternidad: Claudia, la protagonista y narradora, es una niña a través de la cual somos testigos de las relaciones entre los adultos —principalmente su madre y su padre, por supuesto—, de sus monstruos y sus muertos, de sus sueños, traiciones y deseos.
La madre de la protagonista también se llama Claudia, y es una mujer que arrastra la frustración de haberse casado demasiado joven con un hombre mucho mayor, al que evidentemente ya no ama, y de no saber qué hacer con su vida. Una mujer que ha llenado de plantas su departamento, convirtiéndolo en una selva; una especie de refugio en medio de la rutina gris de ser esposa y madre.
La relación entre ambas Claudias resulta, me atrevo a decir, el lazo más fuerte de la novela. Por eso quise preguntar a Pilar Quintana sobre cómo la maternidad había determinado su escritura.
“Es mi gran tema del momento. Ahora estoy absolutamente atravesada por ese tema, porque la maternidad ha sido para mí la experiencia más intensa que he tenido en la vida. Me parece curioso que, al principio de mi carrera, cuando yo no quería tener hijos, me decían que para ser escritora tenía que sacrificar la maternidad, y a mí me parecía que no representaba ningún sacrificio, porque yo no quería ser madre. Pero sí me causa curiosidad que muchos años después decidí ser madre y la maternidad no sólo no me impide ser escritora, sino que, una vez que fui madre, es como si hubieran quitado una compuerta y desatado mi caudal creativo, que tiene más fuerza, que ha conectado con más gente y que ha sido muy rico de trabajar y muy profundo. Para mí, La perra es un libro sobre la maternidad y Los abismos también —continúa Pilar—, y creo que un libro es el reverso del otro: en La perra exploramos a una mujer cuyo deseo más grande en la vida ha sido tener hijos y no lo ha logrado, y lo que eso le hace a ella misma, a su cuerpo, a su relación de pareja, a su vida. Y acá tenemos una mujer que es madre, pero que de repente, si hubiera podido elegir, quizá hubiera dicho no”, afirma la escritora, que sitúa la historia de Los abismos en la ciudad de Cali durante la década de los ochenta.
“Ahí es donde una se pregunta —dice Pilar Quintana—, si la Claudia mamá no está satisfecha con ella misma, no está contenta con ella misma, ¿tampoco puede ser una buena madre? Creo que este personaje surge muy basado en la experiencia de mi mamá, y no de mi mamá como todo el mundo la conoce, sino de la historia que yo no conozco y sólo he vislumbrado a través de ciertos cuentos en mi familia. Mi mamá quería estudiar en la universidad, y mi abuelo, que era un señor superdulce, amorosísimo, tiernísimo (como yo lo conocí), mi mamá me contaba que cuando le dijo que quería estudiar en la universidad, él respondió que de ninguna manera”.
Lo que le ocurrió a la madre de Pilar Quintana le sucede a la Claudia mamá de Los abismos, y este hecho propicia su matrimonio apresurado con un hombre al que no ama en realidad.
“Entonces —continúa Pilar Quintana—, partimos de un personaje cuya libertad ha sido coartada por el deber ser impuesto por otros. Y yo me pregunto si ésa no es muchas veces la historia de nuestras madres, de nuestras abuelas, que tenían un papá en casa y dependían de él para sobrevivir. Y, luego, la única manera de salir de esa casa era pasar a otro hogar, donde también dependían de otro hombre, que era su esposo. Pero ellas no tenían autonomía para buscar su propio lugar en el mundo: estaban determinadas por lo que los hombres de su entorno decidían por ellas”.
En la novela, esta frustración desata el conflicto principal, del que nadie saldrá indemne, aunque Claudia, la hija, lo atestigua todo con la mirada clara de los niños: ésa que no juzga, sólo narra lo que le provoca en el cuerpo y en el alma. De hecho, Pilar Quintana afirma que fue la voz narrativa de Claudia hija la que más trabajo le costó escribir.
“Creo que es una mirada que está despojada de esta carga que tenemos los adultos de juzgar, y de recontar la historia poniéndole calificativos: ‘Eso que me pasó se llamaba abuso’. Eso lo hacemos los adultos, pero no lo hace el niño; el niño vive su vida como si fuera normal, por más anormal que sea. A mí me gustan mucho esas novelas de la niñez como Claus y Lucas, de Agota Kristof, que nos cuenta la guerra desde un punto de vista infantil. Y son estos niños hablando de cuerpos desmembrados, de violaciones y de unas cosas terribles, con toda la inocencia del mundo, porque para ellos esto era la vida normal. Entonces yo pensé que, en la mirada de esta narradora, que no era la mirada de la adulta, sino de la niña, estuviera esa candidez de poder narrar los hechos desde ese punto de vista, sin juzgar. Y creo que hay algo muy interesante: el lector entiende lo que está pasando antes que la misma Claudia niña”.
Con estas pinceladas, Pilar Quintana nos invita a asomarnos a Los abismos no sólo físicos de un paisaje escarpado cerca de Cali, en donde ocurre un misterio que también atraviesa la novela, sino también aquellos en los cuales se encuentran sus personajes. +
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