Miró y Dalí, los genios del sueño, ayer y hoy
Por Sergio Peraza
En ocasión de un viaje con amigos a Mallorca, mi esposa y yo nos dirigimos desde Palma hacia Sóller en un pintoresco e histórico tren de madera. Durante el viaje disfrutamos de las formidables vistas de la Serra de Tramuntana. Al llegar a la estación en Sóller, encontramos un espacio museístico dedicado a Joan Miró y a Picasso. Qué buena idea tener un museo en una terminal ferroviaria que parece sacada de un cuento de sueños.
Parece que en Sóller las palabras apremiar y prontitud se desvanecen. Allí todo parece relajado y el tiempo transcurre tal y como el trenecito, a “velocidad de madera”.
Visitamos el museo, que es gratuito y muy acogedor. Cincuenta piezas de cerámica hechas por Picasso ―me fascinaron sus platos de tauromaquia― y 35 grabados de Miró ―quedé hechizado con la serie Gaudí.
A la entrada de las salas hay una bella fotografía casual de los dos pintores. En el retrato se ven muy animados, como los buenos amigos que fueron en vida.
Recorrimos el pequeño y rico museo a sabiendas de que esos dos genios profesaron una amistad sincera. Ahí mismo me surgió una duda: ¿Salvador Dalí fue también amigo de Joan Miró?
Alguien en Sóller me respondió: “Jamás fueron amigos, se detestaron”.
Esta curiosidad me duró hasta el final de mi viaje y, para obtener mi respuesta, recurrí a la lectura del libro La vida desaforada de Salvador Dalí (Anagrama, 2006), escrito por Ian Gibson. Aquí hoy escribo algunos detalles al respecto de esas dos almas soñadoras.
La vida del arte está llena de encuentros que marcan épocas. Entre ellos, pocos tan fascinantes y complejos como el que unió ―y separó― a Joan Miró (1893-1983) y Salvador Dalí (1904-1989). Dos catalanes universales, dos miradas del subconsciente, dos caminos que partieron del mismo suelo para bifurcarse en direcciones casi opuestas. Su relación fue una mezcla de admiración, influencia, distanciamiento, ataques y, finalmente, de silencios.
Encuentro temprano: el artista joven ante el maestro Miró
Joan Miró ya era una figura destacada en el París de las vanguardias cuando recibió una carta de Dalí, joven pintor de Figueres, once años menor que aquél, quien buscaba abrirse paso. En 1927, Miró hizo una fugaz visita a Dalí acompañado por el marchante Pierre Loeb. Ese encuentro, documentado en una carta del propio Dalí, fue decisivo; el joven pintor tuvo una fuerte impresión personal de Miró, a pesar de que apenas hablaron.
Dos años más tarde, Dalí llegaba a París. Gracias a Miró, conoció a André Breton y se integró en el movimiento surrealista. En ese círculo, ambos coincidieron brevemente en exposiciones y tertulias. Pero pronto sus caminos creativos comenzaron a diferir radicalmente.
Afinidades y distancias
Miró y Dalí compartían la voluntad de liberar la pintura de las cadenas académicas. Ambos creían en el poder del subconsciente y la imaginación, aunque lo expresaron de formas opuestas.
Miró, introspectivo, transformó el lienzo en un universo simbólico: signos flotantes, colores puros, trazos gestuales. Su pintura es poesía visual, un alfabeto cósmico.
Dalí, teatral y perfeccionista, se sumergió en la técnica minuciosa y en la representación hiperrealista de los sueños. Su método paranoico-crítico convirtió el delirio en estructura.
Donde Miró buscó el silencio, Dalí encontró espectáculo.
Mientras el primero exploraba la espiritualidad de la forma, el segundo deslumbraba con virtuosismo técnico.
Las diferencias no eran sólo estilísticas. También los separaban sus posturas vitales; Miró, reservado y ajeno a la política activa, defendió una independencia artística discreta; Dalí, más mediático, fue criticado por su ambigüedad frente al franquismo.
Con los años, la cordialidad inicial se transformó en frialdad.
Dos décadas después de que se conocieron, en 1947 Miró, en entrevista, declaró: “Dalí es un señor que pinta corbatas”.
En 1951, dijo:
«―Picasso, según Miró, ¿qué es?
»―Un gran artista que dejará huella, y prescindiendo de la anécdota.
»―Dalí, según Miró, ¿qué es?
»―Ése, cero.
»―¿Quedará de Dalí la anécdota?
»―Ni eso».
En la década de 1980, cuando se le preguntó por Dalí, Miró respondió: “Es otro bicho que no me interesa”. Una frase breve, pero definitiva.
Coincidencias, exposiciones y últimos encuentros
Ambos artistas participaron en la Exposición Surrealista Internacional de Londres (1936), uno de los hitos del movimiento. Sin embargo, nunca compartieron una exposición concebida como diálogo entre sus obras. Su relación, ya distante, se apagó en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial.
Miró se refugió en Mallorca, donde profundizó en la cerámica, la escultura y el grabado. Dalí, en cambio, expandió su mito entre Nueva York, París y su castillo de Púbol.
Esa antipatía mutua nunca decayó. En 1973, Dalí se expresó así de Miró: “Habría podido triunfar como pintor mundano, porque viste muy bien smoking, pero se ha especializado en el folclore y esto oscurece su standing”.
Según contó la mujer de Joan Miró, Pilar Juncosa, en 1982, cuando murió Gala ―esposa de Dalí― , ella y su marido enviaron una carta de pésame: “Y Dalí nos contestó muy amablemente”.
Cuando Miró murió en 1983, hacía décadas que no se veían.
Cristo de San Juan de la Cruz, 1951. Óleo.
Fundación Miró: medio siglo de legado
En 2025, la Fundación Joan Miró de Barcelona celebra su 50 aniversario con el lema “Para la gente del mañana”. Su programa destaca la dimensión internacional del artista:
- “La poesía acaba de empezar”, exposición homenaje a su lenguaje poético.
- “Miró y los Estados Unidos”, muestra itinerante que viajará a Washington.
- En 2026, una nueva ordenación de la colección revelará el proceso creativo del artista.
En paralelo, la Fundación Pilar i Joan Miró (Mallorca) acoge la gran exposición “Paysage Miró”, repartida en cuatro sedes (Es Baluard, Casal Solleric, La Llotja y la propia fundación). Reúne más de 100 piezas que abarcan toda la trayectoria de Miró.
Un descubrimiento reciente ha emocionado a la crítica: bajo una de sus obras, Pintura (1935), los restauradores hallaron un retrato oculto de su madre, Dolors Ferrà Oromí, revelando la dimensión íntima que late bajo su aparente abstracción.
Dalí hoy: entre el mito y la controversia
El legado de Salvador Dalí sigue despertando admiración y debate. En junio de 2025, las autoridades italianas incautaron 21 piezas falsas atribuidas al artista, tras una alerta de la Fundación Gala-Salvador Dalí durante una exposición en Parma ―previamente estuvo en Roma―. El episodio reaviva las discusiones inagotables sobre falsificaciones y autenticidad en el mercado del arte mundial.
Mientras tanto, sus obras viajan por el mundo: La Madonna de Portlligat y Retrato de Paul Éluard siguen fascinando a públicos y coleccionistas. Dalí, el mago del subconsciente, continúa entre el mito y el espectáculo.
Miró en Sóller cuando el arte vuelve a casa
En el bucle de este artículo ―como en un sueño―, corresponde ahora regresar al inicio, a la tranquila estación del histórico trenecito de Sóller. Allí, entre toros picassianos y estrellas de Miró, reflexionamos sobre la propuesta del espacio íntimo ―la Sala Miró―. Es un homenaje a las raíces familiares del artista, cuyo abuelo materno nació en esa localidad.
A pocos pasos, el museo Can Prunera complementa la experiencia con obras de Miró, Picasso y Léger, en un entorno modernista que refuerza la conexión entre arte y territorio.
Dos destinos, una constelación
Miró y Dalí son dos caras de una misma búsqueda: traducir el sueño en pintura.
Miró lo hizo desde la poesía del silencio; Dalí, desde la retórica del delirio.
El primero trazó constelaciones con colores primarios; el segundo, espejos con tiempo derretido.
Sus vidas no convergieron más allá de la juventud, pero su diálogo persiste aún en los museos, como en la gran exposición surrealista en París del Centro Pompidou ―de la cual escribí en el número 186 de esta revista―. En esas salas su arte sigue interpelando a generaciones.
Hoy, cincuenta años después de la inauguración de la Fundación de Miró y a más de tres décadas de la muerte de Dalí, sus obras continúan hablándonos de libertad, de soles, tigres, imaginación y de ese misterio compartido que es soñar despiertos.+
Joan Miró, Cifras y constelaciones en el amor con una mujer, 1941. Acuarela.
Sergio Peraza Ávila es pintor y escultor. Tiene una trayectoria vigente y sólida en el arte contemporáneo mexicano; frecuentemente lo podemos encontrar en exposiciones nacionales e internacionales.