“Los misterios” de Bill Watterson y John Kascht: una fábula desde la penumbra

“Los misterios” de Bill Watterson y John Kascht: una fábula desde la penumbra

Después de casi treinta años de silencio, Bill Watterson, el célebre creador de Calvin y Hobbes, regresa no con tiras cómicas ni nostalgia, sino con una obra inesperada y profunda: Los misterios. En colaboración con el ilustrador John Kascht, esta fábula ilustrada no busca explicar el mundo, sino adentrarse en sus zonas más oscuras y silenciosas, allí donde las preguntas se agotan y solo queda el asombro.

En un reino remoto y corroído por calamidades sin nombre, un rey lanza a sus caballeros en busca de respuestas. Solo uno regresa, irreconocible, con lo que podría —o no— ser una solución. Lo que sigue no es claridad, sino advertencia. Los misterios se convierte así en una parábola inquietante sobre la arrogancia humana frente a lo incomprensible, sobre esa necesidad de explicarlo todo y el precio de no entender nada.

El verdadero embrujo del libro está en su arte. Watterson y Kascht despojan sus estilos previos para crear imágenes monocromáticas que parecen respirar niebla: rostros sin contorno, sombras que no se disipan, paisajes donde lo siniestro acecha sin nombre. Las ilustraciones, surgidas de un proceso creativo lento y errático, poseen la fuerza de un sueño lúcido o de una pesadilla que no se explica. Y entre esas imágenes, la prosa breve de Watterson abre espacios de resonancia, más que de significado.

Los misterios no da respuestas. No promete moralejas ni consuelo. Es un libro que, como ciertos ecos, resuena largo tiempo después de haber sido leído. Es, sobre todo, un recordatorio de que hay enigmas que no fueron hechos para ser resueltos, sino contemplados.

Para quienes aman el arte que incomoda y la literatura que se desliza entre símbolos, esta fábula es una joya rara: breve, sí, pero infinita en su reverberación.