La múltiple personalidad de Philip Roth

La múltiple personalidad de Philip Roth

Gilberto Díaz

Un escritor irreverente en su narrativa es mucho más fácil de seguir. Si además reta sus propios convencionalismos para su diversión, resulta absolutamente magnético.

Escribo ficción y me dicen que es una autobiografía; escribo una autobiografía y me dicen que es ficción; así que como soy tan tonto y ellos son tan inteligentes, que decidan qué es o no.

Esto decía Philip Roth en su novela Engaño, publicada en 1990, como un desahogo de la variedad de críticas y comentarios sobre su ya prolífica obra, cargada de humor negro, sexualidad masculina y una retorcida visión del idílico sueño americano que tanto se pregonaba en la segunda mitad del siglo xx, con estampas suburbanas de gente correcta y sonriente, que detrás esconde eso que tenemos a bien llamar condición humana.

Alexander Portnoy, Nathan Zuckermann, “Mikey” Sabbath o David Kepesh son algunos de sus alias o, más bien, debería decir desdoblamientos de su personalidad: reflejos de una prolífica imaginación y una inquieta pluma capaz de romper la cuarta pared entre sus personajes y su narrador para desarticular la realidad dentro de su propia ficción y, a su vez, desconcertar al lector con un lenguaje que se concatena en realidades cubiertas por capas. 

Miembro de la generación de escritores estadounidenses de la contracultura, esa que fue inmediatamente posterior a los beatniks, pero asentada en una realidad entre el cuestionamiento del establishment desde la urbanidad universitaria, y la exaltación de los valores “suburbanos” con aroma a pie de manzana, Roth describió junto a John Updike, Saul Bellow, Kurt Vonnegut y Thomas Pynchon las profundidades y contradicciones de una sociedad ávida por romper su conservadurismo puritano. Tal como otros personajes de su tiempo, gozaba con escandalizar y exhibir.

Desde su textos, Roth abordó la psique de la sexualidad masculina, un tema que en la actualidad resulta más tabú que en su época. El mal de Portnoy es una sesión de psicoanálisis narrada desde el paciente, principalmente motivada (según el autor) por las convenciones de apertura que existen en la relación paciente-terapeuta, las cuales le permitieron incorporar a su ficción detalles íntimos o vergonzosos, así como un lenguaje “vulgar”, que no se toleraría en otro contexto narrativo. Todo ello sin necesidad de exponerse a repercusiones como autor. Al final, se trata de una novela sobre un adolescente y su despertar sexual, con demasiadas referencias al lugar donde Roth vivió su adolescencia: “Me consideran pornográfico, exhibicionista y nada más que obsceno”.

La necesidad de un alias, de un pseudónimo en donde refugiar ese erotismo literario, que a su vez protegiera su nombre como autor que pretendía ser serio, lo llevó a concebir el nombre de David Kepesh, un profesor universitario que, como Gregorio Samsa, se convierte en un pecho gigantesco de 155 libras (70 kg aproximadamente) y cuyas aventuras establecerían una trilogía que inició en plena revolución sexual con El pecho y El profesor del deseo, y que concluyó con El animal moribundo, una metáfora de lo que significa la incapacidad de vincularse emocionalmente en las relaciones humanas.

La facilidad de Roth para imaginar formas narrativas mediante la creación de distintos alter ego lo hacía capaz incluso de elaborar un alter ego a partir de otro, como fue el caso de Nathan Zuckermann, uno de sus narradores más relevantes y con el mayor número de novelas protagonizadas/escritas por Roth, quien aparecería por primera vez como una personalidad alternativa de Peter Tarnopol, otro de sus avatares y personaje de la novela Mi vida como hombre. Zuckermann es el desdoblamiento de Roth como escritor serio; a través de él explora a profundidad la composición de la identidad del autor, la pertenencia a su oficio y las responsabilidades hacia su propia obra, desde perspectivas como la de asistente de otro escritor, como autor exitoso, o bien, como uno que decide regresar del retiro autoimpuesto.

Bajo el apellido Zuckermann, también vendrían novelas de tinte histórico, como Pastoral americana, que describe desde la perspectiva suburbana cómo se vivieron los convulsos años sesenta y setenta, cuando la política de la época presentó paralelismos alegóricos con la liberación sexual. Podría decirse que esta obra antecede las ideas que se verían reflejadas, de una forma u otra, en el tono de la serie televisiva Mad men, ubicada temporalmente en las mismas décadas. Pero no basta sólo con los alter ego: los desdoblamientos de Roth también se enfocaron en las realidades alternativas, por ejemplo, en el mundo si Charles Lindbergh hubiera sido presidente y hubiera comenzado una persecución de judíos en Estados Unidos, en la novela La conjura contra América, que aborda otra de las preocupaciones de Roth: la identidad judía en su país.

Philip Roth nunca ganó el Premio Nobel, aunque durante los últimos veinte años de su carrera estuvo presente en los listados de finalistas. Pero ganó todo lo demás: el Pulitzer, el PEN Faulkner, entre los más importantes. Apareció en la listas de The Modern Library y en los mejores libros de acuerdo con The New York Times durante sus últimos 25 años de trayectoria como escritor. Publicó libros y cuentos premiados. Escribió sobre el arte de escribir y sobre sus contemporáneos. Ayudó a avivar el conocimiento de la literatura europea en Estados Unidos, como editor de la serie Writers from the Other Europe, de la editorial Penguin, que dio a conocer, entre otros, a Milan Kundera.

Sin duda, Roth es la máxima expresión de una personalidad literaria multifacética.+