El centenario de nuestra invención y el rescate de olvido. Una plática con Laura Emilia Pacheco

El centenario de nuestra invención y el rescate de olvido. Una plática con Laura Emilia Pacheco

18 de enero 2023

Por José Luis Trueba Lara

Algunos aniversarios pasan desapercibidos o completamente ignorados. En un país como el nuestro, resultaría muy extraño celebrar el natalicio de Antonio López de Santa Anna o de Porfirio Díaz; en una historia protagonizada por buenos y malos, a ellos les tocan los peores papeles. Sin embargo, hace exactamente un siglo ocurrió un hecho fundamental no sólo para la historia del arte, sino también para la construcción de lo mexicano: comenzaron a pintarse los murales del Colegio de San Ildefonso. En esas paredes nacieron un ímpetu y una mirada que terminaron por definir el país, una buena parte de sus habitantes y algunos de los personajes que trocaron en mitos o en santos patronos de las causas perdidas.

Este centenario, en buena medida heredero de los paneles que pintó Saturnino Herrán y de los primeros afanes muralísticos que encabezó el Dr. Atl durante los festejos del Centenario de la Independencia, es analizado en un libro que vale la pena leer y mirar: El espíritu del 22. Un siglo de muralismo en San Ildefonso (UNAM / Antiguo Colegio de San Ildefonso, 2022), el cual reúne una respetable cantidad de ensayos dedicados a los autores y las obras que, en tiempos de Vasconcelos, se crearon en el edificio de la antigua Escuela Nacional Preparatoria.

—Este libro es maravilloso —me dice Laura Emilia Pacheco, quien es autora de dos de sus ensayos— y, aunque no lo creas, para mí esta historia comenzó hace más de 30 años. Siempre quise ser pintora, nunca lo fui y nunca lo seré. Un día que fui a San Ildefonso, me fascinó la paleta de colores de Los danzantes de Chalma, de Fernando Leal. Desde ese momento comenzó mi apego y mi recorrido por su obra. Hoy, a cien años de distancia, podemos tener una visión más fresca del muralismo y sus participantes. Si buscas algo sobre Fernando Leal, prácticamente no hay nada. Él fue víctima de una mala jugada de la historia.

—Tienes razón, a él no le tocaron los reflectores que alumbran a los tres grandes y, a veces, podría pensarse en Leal como un personaje marginal, como alguien ninguneado…

Fernando Leal vivió una época fundamental: en Europa ya habían surgido algunos muralismos auspiciados por instituciones públicas que buscaban afianzar el nacionalismo, pero debido a la Primera Guerra Mundial, en México quedamos un poco a la zaga. Sin embargo, Leal fue capaz de encontrar un camino distinto: si Gauguin tuvo que ir a Tahití para encontrar su otredad, Fernando Leal la descubrió en nosotros mismos, en nuestras raíces indígenas. Gracias a él se inició un nuevo canon estético: el del mundo indígena.

—Efectivamente, su cuadro Campamento de un coronel zapatista marca un antes y un después.

—Eso es indudable. Cuando Leal era muy joven, pintó este cuadro, fundamental para la historia del país. ¿Qué tiene de especial esta obra? En primer lugar, aborda un tema no europeo; además tiene una composición perfecta y los indígenas están armados. Con este cuadro se inauguró una nueva estética y, gracias a Luz Jiménez, la modelo del pintor, también se inicia una nueva manera de mostrar al país. Ella fue tan importante que también aparece en Los danzantes de Chalma, es la maestra rural de Diego Rivera y fue fotografiada por Edward Weston.

Laura Emilia me mira y yo recuerdo la escalera de San Ildefonso: ahí está uno de los murales de Leal y, frente a él, se encuentra el de Jean Charlot dedicado a la matanza del Templo Mayor. Esas paredes dialogan; son una secuencia, un antes y un después que se entrelazan para contar la historia del país. “En ese mural aparece por primera vez uno de los colores que más nos gustan y nos distinguen: el rosa mexicano”, me comenta Laura Emilia.

—Por desgracia, otras de las obras de Leal tuvieron un triste final…

—El mural que pintó en Panamá fue borrado por su contenido político y sus críticas al imperialismo estadounidense. El que hizo en la Secretaría de Salubridad, El origen de la vida, también fue aniquilado. Las autoridades lo borraron por considerarlo inapropiado, pues en él se mostraba una pareja de indígenas besándose. Eso nunca se había visto y era impensable.

Fernando Leal se transforma en las palabras de Laura Emilia: deja de ser un fantasma, alguien injustamente olvidado, para convertirse en uno de los creadores del canon que definió al nacionalismo, al país y a los mexicanos. Sin él, la posibilidad de pensarnos e imaginarnos no hubiera ocurrido igual. Nuestro mundo sería distinto y, quizá, nuestra idea de comunidad y capacidad de comunión con el pasado no habrían mirado al mundo indígena ni al mestizaje. Así pues, adentrarse en las palabras y las imágenes de El espíritu del 22. Un siglo de muralismo en San Ildefonso nos abre la posibilidad de mirar el nacimiento de nuestras señas de identidad y recuperar a un artista que muchos han olvidado. +