Feminismo interseccional en la arquitectura
1 de octubre 2022
Por Yara Vidal
Durante siglos, la arquitectura ha sido pensada por y para los hombres. Los esfuerzos de arquitectas a principios del siglo pasado sentaron las bases para concebir nuevas posibilidades en esta disciplina, sin embargo, la participación femenina en el diseño arquitectónico resulta desproporcionadamente baja. Muchas instituciones, empresas y corporaciones siguen organizando paneles y seminarios integrados casi exclusivamente por hombres.
El feminismo también incide en la arquitectura, sobre todo ahora, cuando el rol de quienes ejercen esta profesión se está replanteando a partir de la voluntad de diálogo y la colaboración permanente, no desde el poder de la autoría del arquitecto o despacho. El temor de romper los cánones acerca de cómo se valora la disciplina va quedando atrás, mientras se privilegian la compresión del desarrollo social y el impacto al medio ambiente.
El cambio está sucediendo, aunque la aceptación de las mujeres en el ámbito de la arquitectura ha representado un camino tortuoso. A pesar de que hay cientos de congresos, talleres, conferencias y programas académicos, sólo 17% de los arquitectos registrados en el mundo son mujeres. En promedio, 12% crea una firma con un socio. ¿Dónde está la equidad? ¿Quiénes van a contribuir con ideas más diversas? Cuando estudian la carrera, hombres y mujeres representan la plantilla universitaria a partes iguales, pero son pocas quienes se titulan. En el ámbito profesional, todavía menos ocupan cargos importantes en lo privado y en el sector público. No es difícil pensar que la inclusión y la diversidad en todos los campos del conocimiento resultan en beneficio de quien recibe la arquitectura: los habitantes de comunidades que requieren venas comunicantes, no sólo centros comerciales.
Los primeros cimientos
La carrera de arquitectura como la conocemos se formó en 1857, en Estados Unidos, y ninguna mujer podía ser admitida. Finlandia fue el primer país donde se permitió que las mujeres llevaran a cabo estos estudios y recibieran calificaciones académicas. En 1890, Signe Ida Hornborg asistió al Helsinki Polytechnic Institute, donde se graduó “por permiso especial” con una formación técnica (no ligada a un título universitario). Es la primera arquitecta que aparece en actas como “arquitecto independiente”. En Estados Unidos, Julia Morgan intentó estudiar y le fue negado; emigró a París y se convirtió en la primera mujer admitida en la Escuela de Bellas Artes de París en 1902; la institución se encargó de reconocer su legado con el honor más grande 57 años después de su muerte.
Después de múltiples intentos de diversas mujeres para ingresar a Harvard, en 1879 surgió el Harvard Annex, un programa privado para la instrucción femenina, creado por la presión de varias mujeres en la facultad de Harvard en 1879. En 1916, profesores de Harvard colaboraron para establecer The Cambridge School of Architecture and Landscape Design for Women, porque de otra forma las mujeres no eran admitidas en ninguna carrera.
Frank Lloyd Wright y el semillero para cien arquitectas
Mahony Griffin fue la primera empleada contratada por el maravilloso Frank Lloyd Wright en 1895, y trabajó para él como jefa de diseño por 14 años. Para 1920, las mujeres conquistaron el derecho al voto en Estados Unidos y para 1932 representaban 25% de la plantilla universitaria. La escuela de Wright, llamada The Taliesin Fellowship, creó un espacio sin precedentes, donde mujeres y hombres tenían las mismas responsabilidades. El tratamiento igualitario significaba que hombres y mujeres cocinaban, limpiaban y vertían cemento.
En esta incansable labor, el creador de la Casa de la cascada (portada de este número) se dedicó a la enseñanza, sin importar el género de sus alumnos. La historia se encuentra en el documental A Girl Is a Fellow Here: Women Architects in the Studio of Frank Lloyd Wright. La cinta muestra el trabajo de seis arquitectas que comparten su historia: Jane Duncombe, Marion Mahony, Isabel Roberts, Lois Gottlieb, Eleanore Pettersen y Read Weber. Ellas construyeron casas, hospitales, iglesias, bibliotecas y teatros desde California hasta Florida.
El feminismo interseccional
Este concepto se trata de una lente a través de la cual se pueden observar varias formas en que opera la deisgualdad. La identidad politica de una pesona puede incidir en favor o en contra del individuo en diversos ámbitos, ya sea por su cultura, género, nivel socioeconómico, etcétera. La arquitectura, en especial en el siglo xxi, debe ser un reflejo de todos sus residentes. Los espacios deben integrar a las personas que no son vistas como la norma, porque ¿quién está detrás de esa jerarquía?
Existen iniciativas que buscan cambiar el statu quo, como el programa 400 Forward, un proyecto que busca inspirar a diseñadoras afrodescendientes por medio del arte, pues representan actualmente sólo 0.3% en el mundo. Podemos seguir este panorama con un mapa interactivo llamado WAW Map, donde se muestran más de 730 oficinas de arquitectura a nivel mundial lideradas por mujeres. El colectivo busca entablar equidad y diversidad, fomentar la colaboración y contrarestar la competencia. Además, en 2018 lanzaron un libro electrónico llamado Architette=Women Architects, en el que resaltan oficinas y estudios fundados por mujeres. Otros libros destacados para conocer el trabajo de las mujeres en este ámbito son The Women who Changed Architecture, de Jan Cigliano, publicado en Princeton este año, y Women in Architecture: from History to Future de Ursula Schwitalla.
A la sombra de ellos
Tener presente la participación de las mujeres en el desarrollo de la arquitectura es vital para borrar la sombra de sus parejas masculinas, a quienes se les ha atribuido de forma exclusiva mucha de la producción de sus estudios. Aino Marsio-Aalto (Helsinki, 1894) fue pionera en el ámbito del diseño moderno escandinavo y una de las arquitectas finlandesas más importantes de principios del siglo xx; fue pareja profesional y personal de Alvar Aalto desde sus inicios profesionales hasta su muerte, en 1949. La figura de Marsio-Aalto no ha sido debidamente estudiada, aun representando una pieza clave en la arquitectura mundial.
Encontramos otro caso de este tipo en el grupo llamado The Four, formado por dos parejas de arquitectos, Charles McKintosh y Margaret McDonald, Herbert McNair y Frances McDonald. En 1907, en Múnich se creó la Deutscher Werkbund (dwb), una asociación de arquitectos, artistas e industriales fundada por Hermann Muthesius, precursora de la Bauhaus. La dwb incluyó varias parejas de arquitectos, como Hermann y Anna Muthesius; Hans y Marlene Poelzig; Mies van der Rohe y Lilly Reich; Auguste Perret y Karola Bloch; Le Corbusier y Charlotte Perriand.
Resulta inaceptable que Anne Tyng y Harriet Pattinson, grandes arquitectas, sean más conocidas por su relación sentimental con Louis Kahn. El caso más ridículo de demeritar las aportaciones de las arquitectas es el de Denise Scott Brown y su marido, ganador del Premio Pritzker, Robert Venturi. El galardón más importante que un arquitecto puede obtener le fue concedido sólo a uno de los autores de Aprendiendo de Las Vegas, aunque al recibirlo, él admitió que su esposa representa la mitad de su despacho. “Denise Scott Brown es mi igual, mi socia y mi inspiración”, dijo Venturi. Durante más de 20 años se han firmado peticiones, encabezadas por su esposo, para reconocer el trabajo que la arquitecta sudafricana desarrolló durante 60 años de carrera; más de 30 mil personas han firmado este documento para exigir que se le conceda el Premio Pritzker que en 1991 se le negó, aparentemente por ser mujer.
Haciendo las preguntas incómodas
Cuando no hay diálogo con la arquitectura, hay desconexión con la gente que habita las poblaciones que serán impactadas por decisiones de conglomerados inmobilarios anónimos. En México, al frente de estos temas, se encuentra Tatiana Bilbao (Ciudad de México, 1972 ), quien comenta: “Tuve que moverme fuera de México debido a la poca apertura de los concursos públicos en el país y la asignación directa de proyectos gubernamentales”. Tatiana estudió en la Universidad Iberoamericana y fue socia por cuatro años de Fernando Romero, conocido en el medio como una estrella de la arquitectura, creador, del Museo Soumaya, en Polanco. Dice mucho de Tatiana Bilbao haberse separado para encontrar su propio camino. Ahora es una de las arquitectas mexicanas más exitosas, con proyectos en China, Europa y México, además de premios importantes a nivel mundial. En conversación con Anna Puigjaner, la arquitecta, galardonada con el Premio Global de Arquitectura Sostenible, reivindicó el enfoque social de su trabajo: “El valor consiste en contribuir con pluralidad para el beneficio del espacio y no sólo para el bolsillo de las inmobilarias”.
El proyecto habitacional que comentan se hizo en Aguascalientes, trabajando con diversos equipos. Tatiana buscó tener varias voces y generar un catálogo de opciones proporcionado por visiones diversas: “El esquema de vivienda producido en la modernidad encasilla a los usuarios bajo la suposición de que todos son iguales, pero, más allá de abrir un canal de igualdad, estos moldes han generado discriminación”.
Cuando tengamos el valor de crear el cambio, tendremos el valor de conectar realmente con nuestra compleja realidad. Nuestras identidades y vidas se han vuelto más diversas. Lo unitalla ya no nos sirve, aunque nunca funcionó realmente. Nuestras vidas se han politizado, las ciudades son espacios gentrificados (un Walmart gigante, un Starbucks gigante para cada quien), maquillados de manera homogénea.
En la ausencia de diversidad, día a día alguien pierde un espacio. Cada que no participamos como estudiantes, profesionales o ciudadanos por el bien de la comunidad, perdemos espacios para más personas. Yo ya me cansé de leer que en México se han dilapidado selvas, reservas, mantos acúiferos a manos de inmobiliarias que no van a vivir allí y que van a destruir la cara de la urbe, como acaba de pasar en el pueblo de Xoco al sur de Ciudad de México, donde se apropiaron de una calle pública, talaron más de 60 árboles (entre más destrozos), para abrir un complejo de viviendas, oficinas y tiendas para un espacio que le roba la identidad original al lugar, además de crear problemas de abastecimiento de agua e incremento del predial. Nadie les consultó. Su propio barrio ya no existe. No nos perdamos de tener un espacio en este diálogo. Comencemos por reconocer el trabajo que se ha hecho en el ámbito arquitectónico y lo que falta por hacer.