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Édith Piaf y el leitmotiv de la redención

Édith Piaf y el leitmotiv de la redención

10 de febrero de 2021

Gilberto Díaz

De acuerdo con el Diccionario panhispánico de dudas de la Real Academia Española, un leitmotiv se puede definir como: “Voz alemana, acuñada por el compositor Richard Wagner, que significa ‘tema musical recurrente en una composición’ y, por extensión, ‘motivo central recurrente de una obra literaria o cinematográfica’”. En otras palabras, es un tema que reitera una emoción constante dondequiera que se le identifique, como sucede a menudo en el cine o en las series de televisión. Siempre habrá una pieza musical que se identifique con el aspecto específico de una situación o con las características de un personaje. Resulta más que curioso que, de esos aspectos y emociones, los más recordados son aquellos que se asocian al conflicto o a la idea que tenemos de ello. Tal es el caso de la canción Non, je ne regrette rien (No, no me arrepiento de nada), que se ha inmortalizado a lo largo de la historia de la cultura popular. Non, je ne regrette rien, compuesta por Michel Vaucaire y Charles Dumont en 1956, es un canto de redención, que ha encontrado eco en la derrota y en las almas atormentadas, desde la dignidad de saber distinguir entre el bien y el mal a pesar de tener todo en contra. Se trata del motivo que justifica la acción sin tener que pedir perdón, porque se sabe que la causa es justa. Es la fuerza en un momento de profunda debilidad.

La travesía de Édith

La versión más famosa de este tema musical pertenece a la intérprete francesa Édith Piaf, quien, con su potente voz y sentimiento, ha resonado como el himno definitivo de la redención personal. No es para menos que esa memorable interpretación sea la más recordada, considerando la tormentosa vida que tuvo la cantante desde su nacimiento: abandonada por su madre al nacer y criada dentro de un burdel, para después ganarse la vida como cantante callejera hasta ser descubierta por el dueño de un cabaret parisino, Louis Leplée, quien le colocaría el mote de “pequeña golondrina” (La Môme Piaf). Pasó de la calle al escenario en su debut con el prodigioso guitarrista Django Reindhart como su acompañante musical. Aunque fue señalada y absuelta por el asesinato de Leplée, los perpetradores curiosamente tenían lazos con Édith, quien de nuevo fue empujada hacia las calles.

Los señalamientos y la inquisición mediática parecían abrumadoramente fatales, parecían el final de su éxito. Se cambió el apellido a Piaf, y desde entonces sus nuevas canciones aludían a su anterior vida en las calles, el hambre, el amor, las pérdidas y el dolor. Los alemanes ocuparon la Ciudad de la Luz, y durante ese tiempo Piaf fue señalada como traidora y colaboradora. Compareció numerosas veces para librarse de las purgas y el veto permanente de su voz, todo por aceptar hacer giras y conciertos en Alemania durante ese tiempo, hasta que se supo que, durante sus presentaciones en algunos campos de prisioneros de guerra, ella había ayudado a muchos a escapar.

Los alemanes perdieron la guerra y una nueva reconstrucción se vislumbraba. Édith hizo amistad con Jacques Bourgeat y se relacionó con Yves Montand, también invitó al escenario a Atahualpa Yupanqui. Su reinvención también fue la del cabaret como género y espectáculo: dejaba de ser un mero entretenimiento en la sordidez nocturna de París para refinarse y volverse cosmopolita. Siguieron los viajes por el mundo, Nueva York, y el Carnegie Hall; su amor por el boxeador Marcel Cerdan, y la tragedia en las Azores; la adicción a la morfina, a los hombres, y su larga estadía de conciertos en la sala Olympia de París, lugar en el que cantaría por primera vez en vivo Non, je ne regrette rien, en 1961.

El silencio y una legión

Se cuenta que el tema musical originalmente se llamaría “No, no me encontraré nada”, pero, durante el proceso de creación, Michel Vaucaire pensó en Édith, por lo que cambió el título a uno más adecuado a la intérprete… y tras eso ya no hubo marcha atrás: ninguna otra persona podría ser la adecuada para entonarla. Por su parte, Charles Dumont, el compositor de la música, no parecía tener una buena relación con Édith. En diversas ocasiones, ella había rechazado las canciones que le llegó a ofrecer, porque, según la opinión de Piaf, eran “temas pobres y de baja calidad”. El día que Vaucaire y Dumont fueron a entrevistarse con ella, los recibió de manera arisca y grosera, haciéndolos esperar durante una hora hasta su aparición, en la que, despóticamente y argumentando fatiga, los apuró a sólo mostrarle una canción.

Dumont, nervioso y ofuscado, apenas si consiguió terminar la interpretación con una voz baja. Tras un prolongado silencio, llegó el veredicto inesperado: “¿Podrías volver a cantarla?”. Dumont no tardó en comenzar, cuando la cantante lo interrumpió: “Fantástico, ésta es la canción que estaba esperando…”. La grabación de Non, je ne regrette rien fue dedicada a la Legión Extranjera francesa, que en aquel momento se encontraba en medio de la guerra de independencia de Argelia, oponiéndose a su descolonización. La legión adoptó el tema, luego de que su resistencia fuese quebrada en 1961, cuando los soldados abandonaron sus barracas cantando la canción.

El himno a la redención

La fuerza que carga consigo Non, je ne regrette rien es contundente. Personajes históricos, políticos, desertores que prefirieron abrazar una causa más justa, aquellos que entienden sus actos y las consecuencias de éstos, ya sea en historias de la vida real o de la mera ficción, saben que no existe punto de retorno desde que comienzan los acordes o se pronuncian las primeras líneas .

En el cine, su uso puede encontrarse en historias de todo tipo, desde comedias románticas como Bull Durham (1988), en la cual aparece en un momento de reflexión acerca de elegir a la persona incorrecta; Saving Private Ryan, en la que simboliza el preámbulo de la última confrontación de los soldados, o Dreamers, como amalgama simbólica de ese homenaje de Bernardo Bertolucci a la nouvelle vague. Sobre todo, la escuchamos en la cinta sobre la vida de Édith Piaf, La Vie en Rose, que le mereció el premio Óscar a la maravillosa Marion Cotillard; el clímax de la historia va sucediendo conforme avanza la interpretación del tema; mientras que en Inception, de Christopher Nolan, la canción funge como leitmotiv de todo lo que representa el personaje de Mal Cobb, también interpretado por Cotillard.

Non, je ne regrette rien tiene la cualidad y el peso de ser una canción que toca fibras muy profundas de nuestras emociones, porque evoca esos momentos de la vida en que se cometen errores, y extingue la culpa al sustituirla con aceptación. Es una canción que habla de los dolores más profundos, desde la más pura honestidad de nuestra naturaleza humana.

No, nada en absoluto, no, no me arrepiento de nada: ni el bien que me hicieron, ni el mal. Todo lo que me importa, no, nada en absoluto, no, no me arrepiento de nada, está pagado, barrido, olvidado, no me importa el pasado. Con mis recuerdos encendí el fuego, mis dolores, mis placeres, yo ya no los necesito. Arrasó los amores con sus trémolos, barrido para siempre, empiezo de cero. No, nada en absoluto, no, no me arrepiento de nada: ni el bien que me hicieron, ni el mal. Todo lo que me importa no, nada en absoluto, no, no me arrepiento de nada. Porque mi vida, porque mis alegrías hoy comienzan contigo. +