LITERATURA Y ARQUITECTURA SE ENGRANDECEN: FELIPE LEAL 

LITERATURA Y ARQUITECTURA SE ENGRANDECEN: FELIPE LEAL 
  • El arquitecto y miembro de El Colegio Nacional coordinó la mesa “Arquitectura y literatura”, del ciclo La arquitectura y las artes. 
  • En el panel participaron los escritores Juan Villoro, también miembro de El Colegio Nacional, Aura García-JuncoJorge ComensalCarmen Boullosa
  • “Necesito incentivos para escribir, pero no sé hacia dónde voy”, dijo el colegiado Juan Villoro. 
  • Para Carmen Boullosa es necesario el mapa completo a la hora de emprender un proyecto literario. 

Estímulos, mapas completos, una brújula con la cual iniciar o cualquier otro recurso son usados por los escritores, al igual que los constructores, para comenzar a edificar una obra. “Yo planeo, pero planeo lo suficiente para empezar a escribir, hay escritores que escriben porque creen que ya saben todo y otros que escriben para saberlo, para que te pierdas un poco en el camino; yo lo que necesito es un incentivo, pero no necesariamente tengo muy claro hacia dónde voy”, afirmó Juan Villoro, escritor, periodista y miembro de El Colegio Nacional, al participar en el ciclo “La arquitectura y las artes”.

El autor fue parte de la mesa “Arquitectura y literatura”, coordinada por el también colegiado Felipe Leal y realizada en el Aula Mayor de la institución, con la participación de los escritores Aura García-Junco, Carmen Boullosa y Jorge Comensal.

Villoro retomó la idea de García-Junco y señaló que no es tanto construir sino reconstruir: “Si los escritores tuviéramos clientes, como los arquitectos, nos despedirían de inmediato, porque evidentemente el primer borrador no tiene nada que ver con lo que vamos a hacer después, y lo que distingue a un escritor no es el gusto por escribir sino por reescribir; entonces, en esa transformación se va haciendo la obra, que, por supuesto, en un edificio sería absolutamente imposible”.

Al levantar la “obra negra” del panel, Villoro se refirió a Nuestra señora de París, la novela clásica de Victor Hugo, “que pone en tensión la literatura con la arquitectura. Obra escrita en el siglo xix, pero que se ubica en el siglo xv, el siglo de la invención de la imprenta. Esta obra ha sido esencial para discutir desde la literatura a la arquitectura y ha sido retomada por múltiples estudiosos”.

La gran metáfora de la novela, estimó Villoro, “es contradictoria respecto a la postulación de que el libro va a acabar con el edificio, porque finalmente Victor Hugo está escribiendo uno y al escribirlo está consagrando un edificio, y no sólo eso, está consagrando París, pero más que París a vuelo de pájaro, como lo describe primero en plan urbanístico, lo que hace es describir la vida urbana. Lo esencial es que la vida urbana transforma a quienes ahí están y eso es, yo creo, la gran lección de este libro”.

Para la escritora Aura García-Junco, todos los escritores inician la aventura de escribir con una brújula o un mapa: “Cada libro demanda algo distinto: sí es muy útil el escritor-mapa que tiene que planearlo todo, incluso así, pensando en etapas de construcción, si tú tienes un mapa, debes tener esas etapas, porque con intuiciones no construyes una casa”.

La autora de Mar de piedra se refirió a “las casas que no tienen sentido, que no construye un arquitecto, sino que construye un albañil, o puede ser simplemente una persona con un terreno y algunos recursos para construirlo, y que suelen tener puertas que no llevan a ningún lado, escaleras que llevan a paredes o balcones que no tienen prácticamente acceso”. Y confesó que esas casas le parecen fascinantes, “a la vez que son las más inhabitables. Tengo varios amigos que rentaron casas así en Coyoacán, de alguien que tuvo un terreno y vio la oportunidad, pero no tenía ni el talento ni la educación ni nada; y también puede pasar en un libro: puedes llegar a la conclusión de que quizás está muy bien esta puerta aquí y resulte que esa puerta sólo lleva al vacío y, a veces, encuentras el buen tino de reformular dónde tendría que ir esa puerta”.

Para referirse a la relación entre literatura y arquitectura, García-Junco habló de Jane Eyre, de Chartlotte Brontë, y Jardín, de Dulce María Loynaz. “Ambas obras me parecen interesantes porque desde la idea de una casa reflejan muy diferentes realidades”.

Frente a dos descripciones de casas diferentes, la de Brontë y la de Loynaz, la panelista consideró: “A mí se me hace muy interesante ver esta relación entre quién escribe y lo que escribe y cómo se refleja en algo tan físico como el espacio donde habitan los personajes; creo que eso es algo bien interesante, que la literatura debe tener, porque, aunque no quiera, es política simplemente por el hecho de elegir qué representa o qué no representa y desde qué ángulo lo representa”.

Disciplinas que se engrandecen 

“Cuando arquitectura y literatura se entrelazan −afirmó el arquitecto Felipe Leal, miembro de El Colegio Nacional− se establece un diálogo visual y narrativo que potencia las características más genuinas de ambas artes. No sería correcto decir que la una no existe sin la otra, pero sí que la una engrandece a la otra y viceversa”.

Leal enfatizó que en la literatura las palabras adquieren el poder de crear y transformar cualquier forma material, y los materiales adquieren en la arquitectura el poder de crear y transformar cualquier idea en espacios. A través de las palabras, la literatura ha logrado construir, durante siglos, mundos imaginarios en la mente de los lectores, y, a su vez, son muchos los arquitectos que han fusionado esos mundos literarios con la realidad y el arte de crear nuevos espacios.

“Por eso ―agregó el colegiado−, la arquitectura y la literatura han estado intrínsecamente conectadas a lo largo del tiempo. La arquitectura como disciplina, al abarcar el diseño y la construcción de espacios, ha servido como inspiración para muchos escritores, quienes han plasmado en sus obras la belleza y el significado de edificaciones y de paisajes”.

A su vez, “la literatura ha nutrido la creatividad de arquitectos, quienes hemos encontrado en la palabra una fuente inagotable de ideas para nuestros proyectos. La arquitectura ha sido una poderosa herramienta narrativa en la literatura, donde los edificios y espacios se han convertido en protagonistas. Las novelas establecen, a través de la descripción de los diferentes espacios, la época en la que se ubica la historia con todo lo que ello implica: las normas sociales, las tradiciones, los conflictos, las pasiones, etcétera”.

Para Felipe Leal, en esa interacción, “en el diálogo entre estas dos disciplinas, en la delgada línea que separa lo visual de lo narrativo, en el delicado equilibrio entre la realidad y la imaginación, todo se hace posible, incluso que los edificios se lean y las palabras se palpen”.

Carmen Boullosa afirmó que a la hora de iniciar la escritura de un proyecto requiere del mapa completo de la aventura que emprenderá. “Soy un tirano, yo no empiezo a escribir un libro hasta que creo que tengo el mapa, todo. Claro que a veces cambio algunos pasajes, pero tengo todo el mapa”.

“En la última novela, en la que llevo años trabajando, tengo una cantidad infinita de mapas. No tengo la novela, o posiblemente ya la tengo, porque he escrito muchas versiones, voy en la libreta 24 —todavía soy de libretas y de tinta—, pero, sobre todo, necesito el mapa para después perderme, porque el mapa es donde entonces ya me voy a perder y encontrar algo adentro, pero no puedo, si no le veo la cola al lagarto, no puedo entrarle a la boca porque me voy a quedar adentro”, señaló.

Boullosa llevó a la mesa La feria, de Juan José Arreola, y Los recuerdos del porvenir, de Elena Garro. “Para hablar del tema, me construí una casa y en esta casa puse un centro y desde ese centro vi tres pasillos: en el primer pasillo vi a los autores que usan a la arquitectura, las construcciones arquitectónicas para bien de sus propias tramas, para pintar el ambiente de la ciudad en la que están, para pintar el ambiente de sus personajes, para describir lo que está ocurriendo, para representar características de la comunidad y también el ánimo de sus propios personajes”.

En tanto, Jorge Comensal compartió que para escribir ficción requiere imaginar antes los espacios que va a describir. “Yo pensaba en cómo necesito, a la hora de narrar relatos de ficción, ver con mucho detalle las casas, los escenarios, los muebles, y, sin embargo, me parece prescindible en muchas de las ocasiones describirlos”.

“Creo que puede quedar como una zona de indeterminación de qué color son los sillones en los que está conviviendo una familia, pero lo necesito ver para explorar la trama que estoy narrando, el diálogo que estoy escribiendo y creo que ayuda mucho también, a veces, dejar cosas que cada lector determine, que amueble los espacios a su manera, porque eso también le hará mucho más cercano a la obra”, apuntó.

Pero “definitivamente, me intriga saber qué tanto lo comparten otras imaginaciones narrativas. Tengo muy nítida la visión de esos detalles arquitectónicos, espaciales a la hora de describir los espacios de mis personajes”, sostuvo Comensal.

La mesa “Arquitectura y literatura” del ciclo La arquitectura y las artes, coordinado por el colegiado Felipe Leal, se encuentra disponible en el Canal de YouTube de la institución: elcolegionacionalmx.+