Con el corazón al cien

Con el corazón al cien

Mi corazón late a 50 pulsaciones por minuto. Eso en la vida me llevó a dos cosas: buscar situaciones que me aceleren el ritmo cardíaco y correr. Una vida así no es precisamente fácil, pero genera muchas endorfinas y eso te mueve.

Para nosotros, los que corremos a cualquier hora del día, también es más cómodo quedarnos tirados en la cama, pero en esa posición los pensamientos dan vueltas maratónicas en la cabeza y alguno que otro se clava en nuestros lentos corazones. Por eso, ahora sabrán que salir a correr no es tener fuerza de voluntad, es tener desesperación por sacarse del cuerpo sentimientos que pesan más que unos kilos de grasa.

Correr es un momento para estar con uno mismo; aun viviendo muy lejos de El Sope, de los Viveros de Coyoacán y del Parque México, al escritor Haruki Murakami le pasa lo mismo. En su libro De qué hablo cuando hablo de correr, nos cuenta: “En mi interior siempre ha anidado el deseo de permanecer completamente solo. Por eso, el simple hecho de correr una hora todos los días, asegurándome con ello un tiempo de silencio sólo para mí, se convirtió en un hábito decisivo para mi salud mental”. En 1982 Murakami dejó su local de jazz, decidió que sería escritor y comenzó a correr. Un año más tarde ya tenía libros publicados y corría en solitario los 42.195 metros que separan Atenas de Maratón. Murakami siguió corriendo cada mañana y escribiendo cada tarde, publicó muchos libros en todo el mundo con gran éxito y llegó a participar en una ultramaratón de 100 km. En estas memorias como corredor, el gran escritor japonés confiesa que aquella vez no le quedó más remedio que ignorar esas piernas que ya no obedecían e intentar centrar el esfuerzo en la mitad superior de su cuerpo. Y así lo hizo, no paró, con la fuerza de su cabeza llena de historias siguió corriendo hasta la línea de llegada. Después de ese gran logro dijo que si algún día le grabaran un epitafio y él pudiera elegir las palabras, le gustaría que fueran: “Al menos aguantó sin caminar hasta el final”. Los que sabemos de qué habla cuando habla de correr se lo cumpliremos.

El cielo también ha dotado para el atletismo al legendario corredor Emil Zátopek, porque él necesitaba pensar en otra cosa cuando los alemanes comenzaban a sembrar terror, deportar y exterminar a los checoslovacos. Jean Echenoz encuentra en la vida de este hombre escenas que por sí solas ya lo convertían en un personaje de novela y escribe su libro Correr. La línea de partida nos muestra a un muchachote rubio y sonriente que comienza a correr por obligación cuando los nazis invaden Checoslovaquia, luego descubre que le gusta correr y ya nadie puede pararlo. Emil no tiene estilo, pero tampoco le importa, él sólo quiere saber cuánto más se puede apurar y así es como en los Juegos Olímpicos de Helsinki de 1952 gana tres medallas de oro en diez días: en los 5,000 metros, en los 10,000 metros y en la maratón, una hazaña jamás repetida por nadie. Imposible no conmoverse con la historia de La locomotora humana, un hombre al que correr es lo que
le daba la vida pero al mismo tiempo lo que se la robaba. Comenzó a correr con los alemanes en el poder, aceleró bajo el régimen checoslovaco y ni siquiera Moscú pudo pararlo, porque para Emil Zátopek correr era su manera de luchar.

La escritora Mónica Lavin nos regresa con catorce cuentos a la Ciudad de México. En su libro La corredora de Cuemanco y el aficionado a Schubert nos habla de las leyes secretas que rigen los encuentros y desencuentros cotidianos. Los personajes de este libro tienen una vida marcada por la distancia, la desazón, la añoranza, el aislamiento y la complicidad; y todo esto los hace ver cuánto necesitan encontrarse con otra persona en este mundo. En el cuento que le da nombre al libro nos metemos en la vida de Sandra y Guillermo, dos personas que tienen muy pocas probabilidades de cruzarse. Ella cada domingo va a correr a Cuemanco para olvidarse de su rutina gris en el Banco y para sacarse por una hora de la piel a ese hombre casado que nunca va a cambiar su vida por ella. Y Guillermo, cada domingo se encierra en una sala de concierto buscando alguna excitación en su vida. Es muy ilógico que estas soledades se encuentren en la gran ciudad, pero el narrador del cuento y los personajes lucharán página tras página para lograr que este domingo sea diferente.

Ya vieron que una vida así no es fácil para nadie, pero los que a pesar de eso elegimos acelerar el corazón aprendimos de una frase que dice “El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional”. Entonces enviamos las cartas que escribimos, jugamos lo único que nos queda, damos esos besos que sabemos que nos van enamorar. Total si la cosa no sale bien, después podemos salir a correr. +