Tamara Kamenszain: testamento y poética en tiempos suspendidos

Tamara Kamenszain: testamento y poética en tiempos suspendidos

28 de septiembre de 2021

Claudia Posadas

Unas semanas antes de partir, la poeta y ensayista argentina Tamara Kamenszain (1947-2021) envió sus poemas para esta sección. Con permiso de la autora, presentamos este texto perteneciente a su último libro, Chicas en tiempos suspendidos (2021), que, a la luz de su vida, obra y despedida, significa su gran testamento literario.

La escritora pertenece a una generación fundamental en la poesía argentina denominada los neobarrocos, junto con Arturo Carrera, Néstor Perlongher y Juana Bignozzi, entre otros, que abrió rutas poéticas muy particulares. Autora de vasta obra, entre sus libros podemos mencionar El libro de Tamar (2018), en narrativa; los ensayos Una intimidad inofensiva. Los que escriben con lo que hay (2016), y La novela de la poesía (2012), una antología de su obra.

Este último implica una visión preciada para la autora, que es el correlato o “novela” que da sustento y sustancia al poema, ya que en éste, como dice la crítica, “se cifra una trayectoria, una vida escrita”, que implica, de acuerdo con Mercedes Halfon, “a mirar cada uno de sus poemarios como el capítulo de una novela”.

En Medusario (1996), antología canónica de los neobarrocos, se dice que su poesía cumple con esa “posibilidad de espiar en las costuras para ver las construcciones por su reverso”, lo cual “se origina en una rebelión que desmenuza las actividades grandilocuentes de la tradición masculina”.

Chicas… cumple con estas premisas, puesto que la autora descubre, “denuncia”, el revés de lo observado, a través de una inteligencia sarcástica, escrita en una prosa directa. También, porque revisita a las precursoras de la tradición argentina, a sus contemporáneas e incluso a sí misma, a todas esas “chicas” juzgadas bajo los cánones masculinos de “los vates”, como diría Kamenszain: Agustini, Storni, Bignozzi… Es una poética reivindicatoria que reflexiona sobre lo femenino que escribe: su estética, su circunstancia y su pulsión.

Escrito durante el primer confinamiento, en estos “tiempos suspendidos” (apropiándose irónicamente de un término que vates pensadores de Occidente han acuñado para referirse a la pandemia), la poeta revisa su historia, sus filias, su genealogía, su canon y sus cavilaciones sobre la enfermedad que padecía (un cáncer), sobre el virus y la finitud. En este libro que, por esto mismo, es un testamento y una poética. Un canto de cisne en el que, cuando ya se dijo todo, siguiendo una idea de la autora, “lo que empieza como poesía debería también terminar como poesía”, sólo quedan estas chicas suspendidas no en la novela de la poesía, sino en la poesía de la novela de Tamara Kamenszain.

8.

Los abuelos de la nada se llamaba un grupo de rock
como diciendo hay nada atrás de las generaciones
no vienen unas y después las otras
hay cortes hay quebradas hay saltos al vacío
no es necesario volverse meloso
para aludir a la edad
y menos a la muerte
y menos todavía a la enfermedad.
Yo a mi viejo le decía viejo
y su sonrisa cuando me contestaba sí hija
lo deposita de nuevo en el mundo de los vivos
un mundo donde las pestes y las guerras
habían formado parte de su vida
y nadie ni nada lo podía contagiar.
A él lo invoco ahora que estoy asustada
porque desde el televisor me llaman abuela
y no me reconozco.
Y sin embargo y sin embargo es cierto
que pertenezco a lo que la inteligencia de la caja boba
llama “grupo de riesgo”.
Entonces me pregunto:
si lo alarmista me deja todavía más asustada
y lo meloso no me tranquiliza
¿cómo hago para no contagiarme?
Mi psicoanalista diría
que a lo real se lo recibe sin tantas vueltas
porque es lo que hay y punto.
(Supongo que con real ella se refiere
a esa esquirla de realidad que no esperábamos
y que sin embargo sin embargo
aparece cada tanto
para sorprendernos).
Yo en versión quejosa le contestaría
que por lo visto lo real es un virus
al que ninguna metáfora disuelve
y debe ser por eso
que lo que nace como poesía
no puede nunca
terminar como poesía.
Delmira no alcanzó a ser madre
Alfonsina no alcanzó a ser abuela
Blanca Varela perdió a su hijo en un accidente de
                                                                              [avión
y según dijo su nieta cuando fue a recibir
el Premio Reina Sofía en nombre de la abuela
desde que le pasó lo que le pasó Blanca
“ha perdido el don de la palabra sumiéndose en un
                          [silencio deliberado que con los años ha
llegado a convertirse en una condición fisiológica”.
La abuela de la nada parece haberle cedido la palabra
a su nieta
para que sólo diga
que no queda nada por decir.